„Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela“, escribe Gabriel García Márquez en su libro „Vivir para contarla“ al abordar una frase de Bernrad Shaw que le cambió la vida y le hizo desertar de la universidad para vivir del periodismo, dice que su padre „habría perdonado lo que fuera, menos que no colgara en la pared cualquier diploma académico“ (1). Siguiendo el tópico y parafraseando esa sabrosa anécdota del Premio Nobel de Literatura, dicen que los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos.
Sobre la familia y la búsqueda de un futuro para el niño a punto de nacer es el tema que el director británico Sam Mendes nos cuenta con humor, y por momentos con retazos conmovedores, en su película „Away we go“ (traducido a: Un lugar donde quedarse) que acabo de ver este domingo. La película cerrará el sábado 31 de octubre la 54 Semana Internacional de Cine de Valladolid (2)
Sucede que un día Burt (John Krasinski) y Verona (Maya Rudolph) descubren que serán padres y desde ese momento el temor de una nueva vida y los cambios que acarrea la llegada de un niño los hace pensar en posibles alternativas. Ambos viven modestamente en la misma ciudad que los padres de Burt (los padres de Maya están muertos). Sin embargo, la noticia que los padres de Burt se trasladarán por un tiempo a Bélgica destruye el sueño de hacer crecer los primeros años al futuro vástago al lado de los abuelos.
Frente a este panorama la joven pareja sale en busca de un lugar para poder vivir. Se trasladan a diferentes lugares para visitar a familiares y amigos: Arizona, Wisconsin, Montreal, Canadá, hasta llegar a Miami. En ese periplo viven una serie de aventuras donde el director Sam Mendes infiltra su ojo crítico en los modos de vida de algunas familias: una pareja de esposos y sus dos niños que viven en un ambiente pobre en comunicación, atosigados de comida rápida y modales soporíferos; una hermana cuyo novio maneja un auto de lujo; una pareja de esotéricos excéntricos que detestan el uso de coches para bebés; una familia que habita una casa llena de niños adoptados y cuya madre acaba de perder por quinta vez a su bebé antes de nacer; un hermano a quien su esposa lo acaba de abandonar al lado de su hija, y que planea contarle la mentira de que su progenitora ha sido asesinada.
Estas y otras simbologías en torno a la familia salen a relucir en el ir y venir de la pareja en busca del paraíso perdido, hasta que una ocasión, Verona cuenta a Burt que cuando era niña, en su casa, tenía un naranjo que nunca daba frutos y por eso su padre siempre estaba triste y cada día se levantaba para contemplar si del naranjo colgaban frutas. Un día, ella y su hermana, colgaron en el naranjo frutos de plástico y, al día siguiente, disfrutaron enormemente ver a su padre contemplar el árbol.
La película termina cuando la pareja se decide finalmente ir a la casa abandonada de los padres de Verona. Allí fundarán su reino (3).
(1) "Vivir para contarla". Gabriel García Márquez. Grupo Editorial Norma. Bogotá.2002. Pág. 15.
2) http://seminci.nortecastilla.es/informacion
(3) Trailer de la película: Video-Ergebnisse zu sam mendes away we go trailer
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