miércoles, 30 de abril de 2008

CORRE QUE TE ATRAPO: LITERATURA Y MOVIMIENTO SLOW

Portada del libro "Die Entdeckung der Langsamkeit" (El descubrimiento de la lentitud) de Sten Nadolny. editorial Piper www.piper.de


Mientras leo en la primera plana del diario El País, en la estación de trenes de karslruhe, que el ex número tres del Partido Popular español Eduardo Zaplana deja la política por un puesto de trabajo en la Teléfonica española donde percibirá un sueldo de un millón de dólares al año; y , que un apagón dejó a casi toda Venezuela paralizada y a oscuras, y que en China tra la la y en Tibet libertad , y en Chile plup plup plup y que la ONU ha puesto las barbas en remojo para combatir la crisis alimentaria mundial; veo caminar a toda prisa a miles de personas que atraviesan el salón principal de la estación para ir a los andenes de sus respectivos trenes o a la calle. Qué cuadro. Qué imagen. Qué relojes.


Contemplar ese espectáculo de gente que corre o camina sin verse, sin saludarse. Observar esos tumultos que llevan algún pensamiento en sus cabezas o alguna preocupación en sus relojes, me hace sentir profundamente las entrañas de una ciudad colmada de estrés. Y los relojes. Los malditos relojes siguen condenando los retrasos, y, sus agujas se siguen riendo de la velocidad de la tortuga.


Esta ciudad donde vivo, Karlsruhe, es una ciudad pequeña, pequeña pero con una cabeza de gigante. Se mueve como un gigante. Pareciera que me encuentro en París, Madrid o Amsterdam. A la hora en que los trabajadores abandonan sus oficinas y los coches invaden las principales calles desparramando el cansancio de los conductores, sálvese quien pueda. Esta ciudad se aligera, revolotea, los semáforos cambian automáticamente de ritmo.


Y mientras yo (antes de entrar a las aulas o después de salir de ellas) me acurruco con la suavidad de una paloma recién nacida en las plumas de su madre, en este caso, en las hojas de un libro, que llevo siempre conmigo y lo leo o releo lentamente. Qué felicidad se siente, por ejemplo, retroceder una página que te ha gustado y repetir la escena de palabras cayendo como las aguas de una cascada sobre tu cabeza.


Una vez me contaron que existe en algunos lugares de Europa proyectos para desterrar al reloj, aniquilar al estrés y patear a la sinrazón de los retrasos. Esas ciudades existen y son denominadas ciudades slow. Se dice que una ciudad slow tiene que ser una ciudad que albergue no más de 50 mil habitantes. No poseer un restaurante de comida rápida. Sus habitantes deben de fomentar el consumo de alimentos naturales y deben de tener conciencia ambiental.

Alessandro Baricco escribió en unas de sus novelas que "se puede vivir sin relojes, es más complicado vivir sin destino, llevando una vida que ya no tiene citas. Somos una ciudad de exiliados, gente ausente de si misma.Podríamos recoser el tiempo o marcharnos de aquí". Luis Sepúlveda, por su parte, dice que los "relojes sirven para recordar los retrasos". Mientras que la gente slow dice "sin prisas por favor".

Bueno, como a mí no me gusta vivir con prisas (a pesar que la realidad es otra), hago una pausa aquí. Y les dejo abajo más datos sobre el movimiento slow. Ya seguiremos hablando del tema. Buenas tardes. Buenoas noches. Buenos días:

martes, 29 de abril de 2008

VISITANDO A JAVIER MARÍAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Abajo, el libro "Mein Herz so weiß" de Javier Marías und Elke Wehr von Spiegel-Verlag.


¿Es la ficción el único ente para no deformar la realidad que nos rodea? ¿es imposible ser fieles a la realidad porque nuestra subjetividad mutila el conocimiento completo?. Sobre estas interrogantes, y otros temas, habló Javier Marías en el acto de posesión de plaza de la Real Academía de la Lengua Española el pasado fin de semana en Madrid. Habló por ejemplo sobre el embrujo de las realidades opuestas de las palabras en distintas culturas o idiomas. Me pregunto ¿por qué el sol (die Sonne) y la luna (der Mond) tienen sustantivo masculino y femenino respectivamente en el idioma alemán? ¿Acaso nuestra influencia patriarcalista ha calado hasta en los astros que nos rodean?. Al respecto dijo Javier Marías durante su discurso de posesión de su puesto en la Academía:


"Recuerdo que, cuando hace ya muchos años daba clases de Teoría de la Traducción en Universidades británicas, norteamericanas o españolas, les pedía a mis alumnos que pensaran en lo más común y universal a todos los hombres y mujeres, que buscaran aquello que sin duda todos compartíamos y a ninguno faltaba. «Piensen en el soly la luna, por ejemplo», les decía. (...) Es un ejemplo harto conocido, pero infalible, así que el alumno que sabía alemán caía al instante en la cuenta de que el sol y la luna alemanes no podían ser exacta y cabalmente los mismos que el sol y la luna españoles, italianos o franceses, porque así como en las lenguas romances o neolatinas el sol es un sustantivo masculino y la luna lo es femenino, en alemán (y posiblemente en otras lenguas germánicas) sucede justamente al revés, siendo el sol femenino (die Sonne) y la luna masculino (der Mond). ¿Y cómo pueden ser los mismos el sol y la luna si para toda una tradición el primero posee una connotación masculina y el segundo una femenina —y así se los ha venido representando pictórica y literaria y fabulosamente—, y en toda otra tradición poseen la connotación inversa? «Sigan pensando», les insistía yo a mis alumnos, «en algo aún más universal que eso, algo a lo que nadie puede escapar y de lo que todos tenemos conciencia». Y en seguida aparecía la muerte, de la que nadie se ha librado y que a todos aguarda pacientemente".

Cuando leí en idioma alemán el primer capítulo de de Javier Marías "Mi corazón tan blanco" (luego lo seguí leyendo en español), la muerte repentina que acontece en la primera página me impactó. Desde ese momento nace una simbiosis entre la curiosidad del lector y la magia de la lectura. Y ya no paras. El libro fue un récord de ventas en Alemania, y me supongo, que también lo fue en todas las lenguas en que ha sido traducido.

A Javier Marías, suelo leerlo todos los domingos a través de su habitual página que cierra la edición del País Semanal. Escribe con tanta sorna, tanto humor, y más aún sin temores, diciendo lo que siente, sin importarle un bledo ocultar las verdades que a veces duelen. Javier Marías es auténtico.

Para ser sincero, el libro "Tu rostro mañana. 1 Fiebre y lanza“ lo tengo todavía abandonado en la cabecera de mi segunda habitación de mis sueños. Los largos textos filosóficos que contiene el menciionado libro me han transportado a veces a los brazos de Morfeo. Pero, cuando me he mantenido despierto, he disfrutado de su escritura pulcra como si escuchara una melodía de Bach.

Como decía, leí en alemán “Mein Herz so weiß“, y la novela empieza de una forma intrigante:

Ich wollte es nicht wissen, aber ich habe erfahren, dass eines der Mädchen, als es kein Mädchen mehr war, kurz nach der Rückkehr von der Hochzeitsreise das Badezimmer betrat, sich vor den Spiegel stellte, die Bluse aufknöpfte, den Büstenhalter auszog und mit der Mündung der Pistole ihres eigenen Vaters, der sich mit einem Teil der Familie und drei Gästen im Esszimmer befand, ihr Herz suchte. Als der Knall ertönte, etwa fünf Minuten, nachdem das Mädchen den Tisch verlassen hatte, stand der Vater nicht sofort auf, sondern verharrte ein paar Sekunden lang wie gelähmt mit vollem Mund und wagte nicht zu kauen noch zu schlucken und noch weniger, den Bissen auf den Teller zurückzuspucken; und als er sich endlich erhob und zum Badezimmer lief, sahen jene, die ihm folgten, wie er, als er den blutüberströmten Körper seiner Tochter entdeckte und die Hände an den Kopf hob, den Bissen Fleisch im Mund hin und her bewegte, ohne zu wissen, was er mit ihm anfangen sollte.

El discurso que dio Javier Marías el lunes en la Academia contuvo sus tonos ya conocidos: humor negro, pesimismo en la labor de escribir (no se olviden que un pesimista es un optimista bien informado como decía Mario Benedetti) y ganas de decir las cosas con su nombre. Para leer el discurso completo, podemos visitar la página de la Real Academía de la Lengua Española www.rae.es o aquí: Sobre la dificultad de contar.

lunes, 28 de abril de 2008

VASILI GROSSMAN Y LAS TRAVESURAS DE UN TORERO DEL NORTE DE ÁFRICA




No sé si Vasili Grossman leyó "Muerte en la tarde" de Ernest Hemingway, pero ésta es su foto, a la izquierda. Fuente fotográfica: Зеркало недели http://www.zn.ua . Grossman fue corresponsal de guerra, así como Hemingway. A la derecha la portada del libro "Muerte en la tarde". editorial Debolsillo.




Para mitigar los golpes bajos que recibo del libro "Vida y destino" de Vasili Grossman, -que ayer lo sazoné con picante de la más alta calidad por el reportaje que leí, tipo "Vida y destino", en la edición dominical del diario El País, de España, con el título "Harry Wu", disidente chino. Con los juguetes chinos se compra sangre de presos" (1) y que me dejó tumbado en la lona- anoche me puse a ver un insólito reportaje en la televisión bilingüe Arte http://www.arte.de/ titulado Medhis Leidenschaft (La pasión de Mehdi) sobre la vida de un joven torero francés cuya madre es marroquí y padre italiano. El torero, de nombre extraño para el arte de Cúchares, es Mehdi aus Arles (Mehdi de arles, la ciudad que le vio crecer) y, lucha con los toros sobre la arena de las plazas más famosas de España y de Francia tratando de abrirse un hueco en el difícil escalafón toreril mundial (2).

Toros y literatura. Literatura y toros.

"Vida y fortuna" es una joya, pero es un libro que me deja turulato, cabizbajo y meditabundo. Es duro leerlo, pero, a la vez, encandila la forma en que el autor nos narra hechos tan pavorosos. A veces son látigos en el alma, parafraseando a César Vallejo; un puntapié en la conciencia de todos nosotros, en la careta que todos llevamos: sin quererlo o no, cargamos el lado perverso, horrible, deleznable, como una cicatriz.


Parte de esas imágenes que producen venablo me recuerdan los últimos vídeos de Manu Chao condenando algunas cosas que suceden hoy en el mundo http://www.manuchao.net/ ; o la boca grande de Jean-Marie Le pen, diciendo hace unos días, que "las camaras de gas sólo fueron una anécdota en la Segunda Guerra Mundial"(3) o el crimen, por parte del ejército israelí, de cuatro niños ocurrido hoy lunes 28 de abril de 2008, en Gaza, tal como informa el diario "El Mundo", de Madrid (4).


Por ello trato de refujiarme de la lectura de "Vida y destino" con pausas largas, como lo hice anoche, y, vi ese buen reportaje del torero marroquí-italo francés capeando el temporal en la Maestranza de Sevilla.


Supongo que Mehdi habla marroquí, e italiano, porque español, lo habla bien. Y por supuesto, el idioma de Víctor Hugo.


¿Qué leerán los toreros antes de entrar a la plaza? ¿qué libros de cabecera tendrán para conciliar el sueño? ¿estará leyendo algún torero "Vida y fortuna" de Vassili Grossmann?. Me cuentan que hay un torero culto: Luis Francisco Esplá, a quien vi, cuando era un niño (yo más niño que él) sobre el albero de la Plaza de toros de Acho, de Lima, Perú. A Esplá le preguntó una vez un periodista del diario Abc, de Madrid: -¿Un novelista? -José Luis Sampedro. -¿Un poeta? -Francisco Brines. -¿Un pensador? -Ortega y Gasset. -¿Un cineasta. -José Luis Garci. -¿Un dramaturgo? -Calderón de la Barca.


¿Qué leerán los otros toreros?


(1) http://www.elpais.com/articulo/reportajes/juguetes/chinos/compra/sangre/presos/elpepusocdmg/20080427elpdmgrep_3/Tes/

(2)

http://www.arte.tv/de/woche/244,broadcastingNum=846007,day=2,week=18,year=2008.html

(3) www.publico.es

(4) http://www.elmundo.es/elmundo/2008/04/28/internacional/1209367057.html?a=678cbc35ca1b804ec12ebe436b991be0&t=1209383627

QUIPU 3: JUAN OSORIO RUIZ

El tercer escritor elegido para su publicación en Quipu es el hasta hoy inédito narrador Juan Osorio Ruiz, nacido en Huancayo en 1976.
A partir de la fecha, Quipu anuncia que sus ediciones serán mensuales y ya no quincenales, de modo que los cuentos o poemas ganadores serán publicados por la red de blogs asociados al proyecto no cada dos lunes, sino cada cuatro lunes de ahora en adelante, para facilitar la labor de las personas encargadas de la evaluación.
Asimismo, comunicamos a los lectores y participantes que uno de los ofrecimientos que recibimos en un principio, la publicación impresa de los textos en el suplemento Identidades del diario El Peruano, no se ha podido mantener en pie en razón del poco espacio disponible en el periódico, motivo que escapa al poder de los encargados de este proyecto.
Quienes necesiten recordar las bases de participación, podrán verlas en los blogs Puente Aéreo http://puenteareo1.blogspot.com y Quipu http://quipu1.blogspot.com esta semana.



RIPUCUCHCANIÑAM CCAMÑA ALLIMLLA

JUAN OSORIO RUIZ

Mi bisabuela llegó desde Huancavelica unos meses después de la muerte de mamá, a mitad de una tarde en la que las ventanas lagañosas impregnaban de frío la sala de mi casa. Llegó del brazo de mi padre, su nieto, envuelta en sus innumerables polleras, luciendo un sombrero gris decorado con coquetos ribetes rojos, saludándonos con tiernas frases quechuas llenas de diminutivos y con una minúscula maletita en la que traía todo lo que necesitaba: una que otra prenda de ropa, una bolsita con menjunjes que sólo ella sabía utilizar y el álbum de fotos familiares de contenido casi arqueológico.

Una vez instalada en la que era hasta entonces mi habitación, mi padre nos convocó a mis hermanas y a mí para pedirnos estar siempre solícitos y atentos con ella por lo avanzado de su edad. Sin embargo, pronto descubrimos que mi bisabuela tenía la rara cualidad de anticiparse a todo, y a todos: se levantaba muy temprano y con el caminar propio de quien ha comprendido que hay un momento en la vida a partir del cual toda prisa es inútil, pues todo plazo se vence y toda prerrogativa se acaba, se dirigía a la cocina a preparar el más viscoso y más delicioso quáker con leche del mundo. Y antes de que cualquiera de nosotros dijera “Buenos días abuelita” ya estaba ella disponiendo las ollas y cortando las verduras en trocitos de exactitud matemática para prepararnos el almuerzo. Y mientras se cocían las verduras y echaban color los guisos, se sentaba al lado de la cocina a gas, que desdeñaba en un comienzo, a saborear sus trocitos de pan remojados en quáker con leche, haciendo largas pausas y dando mordiscos suaves y periódicos, cual sacerdote en ofrenda eucarística, con una parsimonia que no era producto de la disminución de sus fuerzas, sino de su sabia actitud ante la vida.

Mi abuelo, su hijo, había llegado también a nuestra casa un mes antes a insistencia de mi padre pues los muchos años de bohemia le estaban pasando factura (intereses moratorios incluidos) y aunque a regañadientes, había sido internado en una clínica cercana donde tratarían de curarlo. No había pasado ni una semana desde la llegada de mi bisabuela cuando recibimos la noticia de que los riñones de mi abuelo habían dejado de funcionar. Tras una corta agonía falleció por insuficiencia renal.

Dicen que mi bisabuela había criado a mi padre, su nieto, a mi abuelo, su hijo; había cuidado también de su esposo, mi bisabuelo, y desde muy corta edad, se había encargado de la atención de su padre, mi tatarabuelo. A la luz de los resultados, su caprichosa buena salud no había sido un don tan preciado pues mientras los eslabones más antiguos de esa cadena interminable que es una familia, se habían ido muriendo, a ella le había tocado en suerte mantenerse a pie firme sosteniendo la cadena, sepultando a los más antiguos, y cuidando de los más jóvenes sin emitir queja alguna.

Al contrario de lo que todos pensábamos, la partida de su hijo, mi abuelo, no la afectó demasiado, parecía siempre encontrarse de buen ánimo, excepto algunas mañanas muy temprano, cuando yo la sorprendía sentada en el jardín interior de la casa, con la mirada perdida y hablando sola con ese tonito arrullador que sólo la gente de la sierra es capaz de pronunciar, delicioso, melancólico y musical.

A partir de la muerte de mi abuelo fuimos nosotros, sus bisnietos, los destinatarios de toda su atención; sus mimos se hicieron más prolíficos, sus comidas más reconfortantes, las conversaciones en quechua con mi padre fueron más subliminales a mis oídos y los tejidos de tupida lana con los que nos enfundaba para soportar el frío serrano no tuvieron comparación.

Pero pronto la acrobática economía familiar fue ensombreciendo nuestro cómodo chalet como se oscurecen las tardes antes de una severa granizada. Mi padre era un policía ejemplar pero un pésimo negociante. Y si bien al comienzo no todo el dinero se perdió en las dislocadas empresas que iniciaba, su soledad terminó deprimiéndolo y conduciéndonos a todos a los linderos de la ruina.

Así pasaron varios meses en los que algo fue cambiando en casa. A medida que mi padre se sumía en más deudas, los cariños de mi bisabuela fueron adquiriendo una dimensión distinta, aunque se mostraba excesivamente maternal, nosotros ya estábamos bastante crecidos como para aceptarla como reemplazante de nuestra madre. Aunque no era su culpa, había llegado a nuestra casa demasiado tarde, a destiempo. Así que pronto sus cariños nos hostigaron, sus comidas perdieron el encanto y hasta mis hermanas prefirieron enfrentar al frío invierno en los brazos de algún adolescente oportunista y ya no con las chompas de lana tejidas por mi bisabuela.

Entonces ella, silenciosa y discreta, no hacía mayor cosa que acurrucarse al lado de la cocina a gas, que ya no desdeñaba tanto, inquebrantable en su intención de confeccionar innumerables prendas de lana con la esperanza de que alguna vez volviéramos a usarlas.

Así, nuestra anciana huésped fue paulatinamente convirtiéndose en un mueble confinado en un rincón de la cocina, aferrada a sus costumbres e imposibilitada de comunicarse con nosotros por las distancias del idioma y las insalvables brechas abiertas por el tiempo y las circunstancias.

Aquella noche mi padre había llegado borracho a casa y mi bisabuela, diligente como siempre, le había servido una gran taza de café cargado, lo había llevado hasta su dormitorio y le había intentado quitar los zapatos antes de recostarlo en su cama. Mi padre, obnubilado por el alcohol, se había empecinado en dormir con los zapatos puestos, algo que para mi abuela era inaceptable. “Déjame tranquilo que tú no eres ni mi esposa, ni mi madre” le había imprecado. Tras una pausa prolongada, ella sólo llegó a decir: “Ripucuchcaniñam ccamña allimlla” y en silencio se retiró a su habitación.

A la mañana siguiente, cuando me levanté, encontré ropas tiradas a lo largo del oscuro pasadizo que conducía al jardín interior; allí, junto a la puerta, se encontraba mi bisabuela sentada en una diminuta banca que se ahogaba entre sus polleras, cortando con unas viejas tijeras la última chompa que había tejido con incansable esmero. Sus labios susurraban una cancioncilla medio triste y medio dulce que me pareció reconocer, quizá de algún tiempo remoto en el que yo aún no existía.

Caminé hasta colocarme junto a ella, sus delicadas manos soltaron las tijeras y me acomodaron el cabello dándome luego la usual nalgadita convertida en caricia. “Ripucuchcaniñam ccamña allimlla huahua”, me dijo a mí también. A pesar de no entender el significado de aquella frase impronunciable para mí, supuse que quería que la dejara sola. Mientras ella retomaba sus insondables pensamientos me escabullí hasta el umbral de mi dormitorio desde donde todavía podía verla. Su canción terminó unos minutos después para dar paso a un silbido entonado, alternado con gorgoritos deliciosos que me hicieron sonreír. Y con toda calma, como la había visto desde su llegada, se levantó y caminó hasta su cuarto, abrió aquella diminuta maleta con la que había arribado, sacó las fotos que guardaba celosamente y las puso en su velador, en su lugar introdujo los retazos de las prendas de lana que había cortado; la cerró sin prisa, la puso debajo de su cama y se acostó.

La mañana estaba sorprendentemente quieta y tibia, las paredes verde pastel de su habitación hacían ver su cuerpo más pequeño y más distante. Alguna avecilla dejaba oír su trinar en el preciso instante en el que comprendí lo que sucedería después.

Con la mirada incrustada en el techo se persignó juntando sus manos, rezó con ese repetido susurro algodonoso y cuando hubo terminado se persignó, tomó la colcha que le llegaba hasta la cintura y se cubrió el cuerpo y luego el rostro, hasta quedar en la posición exacta en la que quedan los muertos. Y luego partió, partió en busca de la muerte que la había dejado olvidada en mi casa.

domingo, 27 de abril de 2008

CARLOS RUIZ ZAFÓN: UN FENÓMENO DE VENTAS ¿QUIÉN TIENE LA VARITA MÁGICA?

Portada del libro "El juego del ángel" de Carlos Ruiz Zafón. Editorial Planeta www.editorial.planeta.es

¿Qué hace que un libro se convierta en un fenomeno de ventas? ¿Qué conmina al lector a seguir leyendo la obra de un autor popular? Estas preguntas me hicieron unos alumnos hace unos años cuando leíamos el primer capítulo de "La sombra del viento" de Carlos Ruiz Zafón. Cuatro años más tarde el fenómeno Zafón ataca de nuevo, porque acaba de presentar hace dos semanas su nuevo libro (después de siete años) "El juego del ángel" y ya lleva hasta hoy casi medio millón de ejemplares vendidos.


Debo de confesar que "La sombra del viento", en alemán, la he regalado más de 10 veces y, me he visto fascinado por su primer capítulo. Primero: porque en Alemania se extendió como un reguero de pólvora la noticia de que este libro la estaba leyendo el ex ministro federal de relaciones exteriores alemán, Joschka Fischer. Quien una vez lo recomendó en una entrevista por televisión.


Una caritativa alumna me lo trajo de Buenos Aires, porque allá los libros cuestan más barato y porque quiero, además, que los euros que gano en Europa se vayan al sur del contiente en donde nací. De esta forma fomentamos cultura y apoyamos a las empresas de Latinoamérica.


Segundo: cuando le regalé a Babett "La sombra del viento" -mientras me comía 2666 de Roberto Bolaño- vi como lo leía con devoción en todos los lugares donde caíamos con nuestros trastes a través de nuestro periplo vacacional de estío por el centro de Portugal. Se nota que el libro fascina.


Tercero: el precio del libro en alemán bajó a 9.90 euros (en una bellísima edición de bolsillo). Así que los regalaba como pan caliente a cada fiesta que llegaba.


De todas las personas que leyeron "La sombra del viento", en alemán, siempre escuché una admiración total al libro. E inclusive hace dos semanas me enteré, a través de una entrevista que le hicieron a la escritora alemana Cornelia Funke (1), que ella tiene a "La sombra del viento" en su lista obligatoria de lecturas.


¿Quién puede responder a la pregunta de este fenómeno de ventas?

¿Si un libro es un best-seller, y vende, es malo?

¿Existen escritores que escriben buenos libros y que no venden?

¿Cuál es el secreto o la varita mágica que moviliza a los lectores?


Hace poco leí una frase que Ken Folett (1) le dijo al escritor inglés pakistaní Hannif Kureishi, cuando éste último le contó que cuando escribía no pensaba en los lectores: “Por eso tú eres un gran escritor y yo un escritor millonario”(2).


Quedan preguntas, muchas preguntas.

En los estantes de la librerías de la ciudad donde vivo, Karlsruhe, el precio del libro "La catedral del mar" de Ildelfonso Falcones (3), en alemán, que costaba 25 euros hace dos meses, ahora cuesta 11 euros (en edición de lujo). En España el libro fue un récord de ventas. Leí el primer capítulo y no hago alharaca.


(1) http://www.elpais.com/articulo/portada/Cornelia/Funke/J/K/Rowling/alemana/elpepusoceps/20080413elpepspor_6/Tes (2) http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-9407-2008-03-05.html

(3) http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/39798.html

(4) http://www.elcorteingles.es/libros/secciones/capitulos/capitulo_libro.asp?CCODCAPI=1&CODIISBN=8425340039

viernes, 25 de abril de 2008

NOSSIDE: PROMOVIENDO LA POESÍA CON AMOR POR TODO EL MUNDO


En las imágenes parte de la estructura gráfica de la Fundación italiana Nosside www.nosside.com




¡Uf! El libro "Vida y destino" de Vasili Grossman me está costando muchas horas de sueño. Pero debo confesar que nunca he leído un libro con tantas pausas: para poder respirar y meditar sobre las cosas que cuenta este autor ruso. El libro es importante, monumental. Como una película que a veces me provoca escalofríos.
Por otro lado recibo una invitación de la fundación Nosside, ente que promueve la poesía y la musicalización y el uso del vídeo en la poesía. Cuanto me encantaría estar en el evento que abajo copio. En estos días de exámenes finales en la University y, las escuelas donde laboro, sólo me permiten darme un respiro para viajar a la ciudad de Valencia, en España, adonde iremos un grupo de alumnos (mis grandes amigos, amantes del idioma castellano) aprovechando de las vacaciones de pentecostés que ya se avecinan: ¿comeremos una paellita valenciana?.

Ahora me voy a comer a mi restaurante preferido de comida hindú en la ciudad de karlsruhe. ¿Comida hindú en Alemania? Pues sí. Para leer bien, hay que comer bien. ¡Cuánto me gustaría degustar en esta tarde de viernes un ceviche y un ají de gallina en algún lugar de Lima!

Les pego abajo la invitación:

Invitation to Nosside Event in New York on Saturday 26 of april 2008 at 7,00 p.m.

Saturday 26 of april 2008 at 7,00 p.m. 

in Comisionado Dominicano de Cultura 

1828 Amsterdam Avenue, suite 304 - New York, NY 10031

The Sixth World Event of

XXIVth NOSSIDE INTERNATIONAL POETRY PRIZE - 2008

THE ONLY GLOBAL POETRY PRIZE for Unpublished Works

WITHOUT CONFINES OF LANGUAGE AND FORMS OF POETIC EXPRESSION

Sincerely,
prof. Pasquale Amato
President of Centro Studi Bosio
and of Nosside International Poetry Prize

miércoles, 23 de abril de 2008

DÍA DEL LIBRO: "VIDA Y DESTINO" DE VASILI GROSSMAN ESTÁ EN MIS MANOS

A la izquierda, portada del libro "Vida y destino" de Vasili Grossman. Galaxia Gutenberg. www.galaxiagutenberg.com Círculo de lectores www.circulo.es


Por fin me llegó anoche el libro que tanto esperaba: "Vida y destino" de Vasili Grossman. Y hoy como es el día del libro ha sido un día de fiesta para mí. Igualito como se suele celebrar en Cataluña. El libro me lo ha traído desde Barcelona, Andrea, con toda esa amabilidad que le sale por la sonrisa y los ojos.
"Vida y destino" ha copado mi lectura durante los minutos de viaje a la escuela. Apoltronado en el asiento trasero del tren me he adentrado en los primeros tres capítulos de la primera parte del libro. Me ha dado repelús dejarme llevar por la descripción de Vasili Grossman de un campo de concentración nazi.

Era como si retornara a las paredes, las explanadas y barracas del campo de concentración de Dachau que un día visité al lado de una dama que tanto admiro y que me contó que un novio de su juventud había estado destacado en en se lugar. Por complacerla, llegué a pisar por segunda vez Dachau. La primera, fue aquella vez que arribé a Baviera con el fin de gozar de las espumas de la tan famosa Fiesta de la Cerveza de München.

En la página 14 del libro hay unas frase que me llaman mucho la atención: "Los destinos de los hombres del campo, a pesar de su diversidad, acaban por semejarse" o "El nacionalsocialismo había creado un nuevo tipo de prisioneros políticos: los criminales que no habían cometido ningún crimen.(...) Se los acusaba de ser sospechosos de poder hacerlo" (1).

La traducción de Marta Rebón es impecable. No hablo ruso, pero según me cuentan la primera traducción al español pasó desapercibida. Muñoz Molina, dice que en España no se leyó en aquel entonces (hablo de la década de los años ochenta) por el provincialismo español y porque se salía de una dictadura y nadie hacía debates sobre el totalitarismo.

Bueno, sin duda alguna, estoy frente a un gran libro. Qué pena que esta noche tengo que corregir algo y sacar los promedios de las notas de mis alumnos. Pero mañana temprano me internaré nuevamente en las fauces de la escritura de Grossman.

Como hoy es día de regalos, de libros y poesía, y hoy es el día que el poeta argentino Juan Gelman ha recogido el Premio Cervantes en una ceremenonia realizada en la universidad de Alcalá de Henares, les invito a que pinchen abajo para ver los libros que recomiendan algunos escritores para su lectura:


(1) Página 14."Vida y destino". Vasili Grossman. Galaxia Gutenberg. Círculo de lectores. Traducción de Marta Rebón. Barcelona 2007. 1111 páginas.


domingo, 20 de abril de 2008

SARAMAGO SOBRE LA CEGUERA Y BERLÍN Y BERLÍN

Portada del libro "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago. Editorial Alfaguara www.alfaguara.santillana.es

Aquella tarde que terminé de leer el libro "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago, sentí la sensación de ser parte de esos ciegos que nos habla el autor portugués: que a pesar de ver, no ven nada, o no quieren ver. He conocido a tanta gente con esta condición. He escuchado a tanta gente con este síndrome. He leído a tanta gente con este mal, incluyendo los blogs, que son parte de mi club de ciegos. Muchos de nosotros somos ciegos sin ser ciegos. Y lo que es peor, no nos interesa saberlo.

Anoche, cuando prendí la televisión, de la que tanto huyo, quise ver la final de la Copa de Alemania entre el Bayern München www.fcbayern.t-home.de/ y el Borussia Dortmund www.bvb.de/ . El partido se jugaba en Berlín. Luego de ver quince minutos de un fútbol que a veces me aburre, recordé que sobre los últimos días de Hitler en Berlín trataba la película "Der Untergang" film.de/Der-Untergang que echaba la primera cadena alemana. Entonces cambié de canal.
Al principio de la película habla la ex secretaria de Hitler, Traudl Junge (1). Al final también, dejando claro que ella no sabía ni tenía idea de los crímenes que su jefe había ordenado en los campos de concentración. Entonces recordé el libro "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago.

La película Untergang, como suele pasar en la primera cadena, no fue interrumpida por ningún corte publicitario. Ni el fútbol me pudo sacar de ese horrendo y a la vez patético cuadro de una Berlín bombardeada por los aliados y cercada por las tropas bolcheviques.

Mientras se jugaba fútbol en Berlín, transmitida en directo en la segunda cadena alemana www.zdf.de/ , yo veía a heridos gritando de dolor, soldados niños disparando para defender la ciudad, en la primera cadena de la televisión alemana www.ard.de/ . La parte más cruda fue cuando la esposa de Goebbel envenena a sus seis hijos con cianuro en los sótanos del búnker nazi. Antes lo habían tomado Hitler y Eva Braun. Luego fueron cremados. Al final de la película se escuchó y vio el testimonio de la secretaria diciendo que no sabía de los horrores del nazismo.

Terminado el filme cambié de canal y vi los últimos minutos de la prolongación del partido entre los bávaros y los del Borussia. Al final el italiano Luca Toni hizo el gol de la victoria y Oliver Kahn, alzó la copa en el año de su despedida. El fútbol me recompuso de un viaje por el túnel del tiempo hacia una Berlín de hace más 60 años atrás: la guerra es lo peor que existe. Me recordé que en la noche del viernes un músico latinoamericano y un músico africano, miembros de la Orchestra di Piazza Vittorio www.orchestradipiazzavittorio.it/ ; sacaron a relucir la bandera de la paz en el concierto que presentaron en el Tollhaus www.tollhaus.de/ de la ciudad en donde vivo, Karlsruhe, y que estuvo lleno hasta la bandera.

La música encandiló más por la fusión de ritmos de diversas regiones y por la procedencia distinta de sus músicos, que por su repertorio. El mambo de Machahuay de Perú lo cantó un ecuatoriano y vi gente bailar mientras instrumentos de cuerda de Togo, arabia y violines y trompetas me transportaban a los años en que esa música era escuchada en las fiestas regionales en Perú.

Hoy, antes de empezar con el programa radial bilingüe Haltestelle Iberoamerika, ingresé a la cabina de transmisión y me encontré con Ubertine, una chica de Togo que hace radio con Christoph, un pintor alemán; y ambos bailamos una música de Costa de Marfil y al final me hizo escuchar un tema de un cantante del Africa, que ahora radica en Francia, pero que se nacionalizó canadiense, cuya familia fue arrasada por completo víctima de la violencia entre hutus y titsus.

La guerra, los ciegos, el fútbol. Hoy hace sol en Karlsruhe. Me voy a un parque a admirar al sol echando rayos a algunos ciegos.

(1) Traudl Junge escribió un libro titulado "Bis zur letzten Stunde". La traducción sería "Hasta la hora final".

domingo, 6 de abril de 2008

TOROS, CONTRADICCIONES Y LORCA

A las cinco de la tarde
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.


("Llanto por Ignacio Sánchez Mejía", Federico García Lorca )

Hoy he leído en "Palos de ciego"-página del escritor Javier Cercas que se publica en la revista dominical de El País- una cita de un periodista de Abc que el mencionado escritor rescata y que me ha parecido redonda. La copio: "Dar un Oscar a un actor español es como dar triunfador de San Isidro a un torero norteamericano". El autor de Soldados de Salamina, escribe sobre Bardem, el actor español que ganó un Oscar y escribe también de literatura y de cine. A mí -a pesar de su baja calidad- el cine español me mola, quizá por la escazes de películas en castellano en Alemania.

Pero, quería volver a la frase del periodita de Abc que me ha llevado a pensar en la tauromaquia; en Acho, la plaza de toros más antigua de América y, en mi dormida afición a los toros, aunque resulte políticamente incorrecto.

Sin embargo, me vuelve a la memoria la primera tarde de toros (1) en Acho a la que me llevaron mis padres: fue en octubre, en sombra, fila 10, tendido, no lo sé, había sol, tenía cinco años y, la música y el color me fascinaron sobremanera. Desde entonces empecé a ir a los toros. Aunque hubo algunas temporadas en que dejaron de interesarme.

Más tarde, con David Odría, director de Radio Nacional, hicimos "Paliques Taurinos". Transmitíamos cada 20 minutos reportes desde la Plaza de Acho y era fenomenal escuchar por los auriculares los goles desde el estadio de Alianza Lima o la última carrera en el Hipódromo de Monterrico y pasar a Acho. Terminada la corrida nos íbamos a la radio de Santa Beatriz y hablábamos de toros y, a veces, entrevistábamos a los toreros.

Años más tarde, en España, lo primero que traté de pisar fue el albero de las Ventas de Madrid y vi toros. Después siguieron la Real Maestranza de Sevilla (adonde me invitó una sevillana de polendas y que me llevó a una de sus casetas) la Malagueta, Ronda, Granada, Almería, Córdoba, la tierra de Manolete, y un sinnúmero de plazas que hicieron florecer un montón de veces la contradicción que existe en mí sobre esta costumbre de matanza de animales.

El texto de Cercas, y la ilustración de Gabi Beltrán que ilustra la página 6 de El País Semanal de hoy, me han vuelto a provocar.

La última vez que vi toros fue en el verano pasado. En la Plaza Las Ventas de Madrid. Era una novillada en la que conocí, a diestra y siniestra, a rusos, alemanes, austriacos, americanos y a un par de mexicanos graciosos. Fue una tarde tierna, sangrienta. Tierna, porque escuché atentamente lo que provoca las corridas de toros a personas de otras culturas que por primera vez lo ven. Sangrienta, porque me me fui luego al matadero para otear como descuartizan en un santiamén al animal, luego de descuajeringarlo en la arena.

Toros y sangre. Turistas y contradicciones. La literatura también ha dado sus puntos de vista en este ambiente. Hasta mi abuelo, quien me contaba que a principios del siglo pasado entraba a ver toros en la segundilla, me hablaba de toros y de la antigua Plaza de Acho. Nunca le pregunté a quién vio torear.
A mí me hubiera gustado ver torear a Àngel Valdez o a Manolete. Pero me queda en el recuerdo la imagen de un torero viejo y medroso, como fue al final de su carrera Curro Girón o, el temple y la seriedad de Joaquín Bernado. Hoy en día los toreros ya no me molan. Voy a ver más a los toros. Ese impresionante animal que he conteplado horas en mis caminatas por la provincia de Cádiz. Ni Ponce, ni el Juli me transmiten esa pasión que trasmitía Paco Ojeda o Curro Romero. A José Tomás todavía no lo he vito torear. Morante de la Puebla es uno de los buenos, o de los malos, como se le quiera ver.
En literatura taurina me quedo con Joaquín Vidal, ese periodista que leía con pasión desde Lima, y con ese hermoso poema titulado "llanto por Ignacio Sánchez Mejía" que escribió Federico García Lorca.