martes, 6 de noviembre de 2012

POETAS ALEMANES / POESÍA ALEMANA TRADUCIDA AL ESPAÑOL / CASTELLANO 2

 


Arriba, monumento a Goethe en la ciudad de Leipzig (Foto: literatambo). Abajo, un camino germano y otoñal, por donde suelo caminar. Baden-Würtemberg 2012 (Foto: literatambo).


La poesía existe como noción
abstracta, pero también como
un momento del espíritu y del
sentimiento, como un fragmento
de la realidad y una peculiar figura
de las palabras que se llama poema.

¿Qué es la poesía?
Juan García Maffla
Centro Editorial Javeriano.
Pontificia Universidad Javeriana.
Bogotá. 2001. Página 15.

por Jose carlos Contreras Azaña.

Prosiguiendo con la serie de poetas alemanes traducidos al castellano en Literatambo, les presento en esta oportunidad  la traducción de cuatro poetas que nacieron en tres siglos diferentes. Dos de ellos en el siglo XVIII, uno en el XIX  y el otro en el siglo XX. Entre ellos no dejo un espacio de un siglo, como una provocación angustiosa. Los dos primeros vivieron los pre y pos remolinos de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas hasta la llegada de Waterloo en 1815. A los dos últimos les tocó vivir los pre, durante y pos de la Segunda Gerra Mundial. Goethe nació en Frankfurt en 1749, y Heine en Düsseldorf en 1797. Erich Kästner nació en 1889 y Balduin Thieme o Peter Uhu en Dresden en 1910. A estos autores los he intercalado, en el presente trabajo, provocando un dislocamiento cronológico, con el fin de desvincular su poesía con los siglos que les tocó vivir, y así el lector no sea influenciado por ese factor, porque, ya lo sabemos, poesía es poesía, y nada más. En ese sentido comenzamos con Heine, seguimos con Erich Kästner, pasamos a Goethe y terminamos con Balduin Thieme o Peter Uhu.


HEINRICH HEINE, LA PRINCESA Y EL ESCLAVO


Heinrich Heine no tenía pelos en la lengua, en su tiempo como ensayista y periodista decía las cosas con una ironía que hizo tiritar de rabia a pocos o ¿a muchos?. La verdad duele. Heine lo sabía. Pero, por otro lado, su calidad como poeta es portentosa: leerlo en idioma alemán es un oficio placentero. Por algo las primeras traducciones de la poesía de Heine ejercieron una gran influencia en la lírica española de la segunda mitad del siglo XIX (1). En la tierra que le vio nacer le crecieron los enemigos como hongos (2). Sin embargo él no se amilanó, porque con el tiempo su arte crecería más que sus censores. Los enanos de la cultura y otras artes siempre han visto crecer su sombra cuando el sol ha bajado, pensaría una vez Heine. Heine, considerado el último poeta del romanticismo, como ensayista, periodista y crítico practicó la profesión sin tabúes: directo, satírico, polémico y sobre todo, político (eso se desprende de las pocas intervenciones lectivas que he tenido con algunos de sus escritos). Es muy raro encontrar en la historia de las letras a una personalidad como Heinrich Heine que se batía con la pluma poética como los ángeles y por otro lado, con la prosa, como un perfecto observador, con ojo zahorí, a la que muchos temían como si fuera un demonio sobre papel (3). Heine los sobrevivió y Heine nos sigue regalando frescamente los más hermosos versos escritos en la lengua alemana.

Heine nació en Düsseldorf en 1797, ciudad a la que adoraba tanto y a la que no vio cuando le llegó la muerte en París en 1856; sino, pues, lean este retazo de su libro “Ideas. El Libro de Le Grand" que escribiró en 1827.

"La ciudad de Düsseldorf es muy bonita, y cuando desde lejos se piensa en ella y da la casualidad que se ha nacido allí, el ánimo se torna extraño. Nací allí y para mí es como si debiera ir inmediatamente a casa. Y cuando digo ir a casa, quiero decir a la calle Bolker y a la casa en la que nací".

Para leer más:


 
EL TIEMPO VIAJA EN COCHE / DIE ZEIT FÄHRT AUTO Y DER MENSCH IST GUT: POEMAS DE ERICH KÄSTNER

No queda duda que la poesía tiene que ver mucho con la filosofía. Cuando el poeta cincela en piedra la palabra, describe su entorno, lo siente y lo pervive. La poesía existe como noción abstracta, pero también como un momento del espíritu y del sentimiento, como un fragmento de la realidad y una peculiar figura de las palabras que se llama poema dice, Jaime García Maffla (1). El poeta alemán Erich Kästner, de quien, abajo, apunto y traduzco su poema „El tiempo viaja en coche“ y Der Mensch ist gut, que pertenecen a su libro Die Herz auf Teille, publicado en 1928 (2), tiene la virtud de ajustarse férreamente a esa sentencia.

A estas alturas del siglo XXI celebro que en la década de los cincuenta del siglo pasado los germanistas afincados fuera de Alemania insistieran en el valor de la obra de Kästner cuando ya había caído en el olvido. En los años sesenta y setenta salieron nuevamente a la luz muchos de sus poemas. Para mí ha sido un beneplácito escuchar en la televisión alemana en boca del filósofo Peter Sloterdijk un poema de Kästner al final de su pograma Das philosophische Quarttet, el domingo 28 de marzo (3). De allí nace mi curiosad por su obra y el deseo de seguir rebuscando en algún estante escondido o en el baúl perdido de la casa alemana donde vivo; si hay –por si acaso- más libros de Kästner. Y aquí si debo rendir un recuerdo memorable a la primera persona que me habló de Erich Kästner, mi gran amiga y jurista Aune Hartmann, quien formó parte activa de los movimientos estudiantiles del 68 en Heidelberg. Ella fue la que me regaló las primeras lecturas de este poeta y escritor universal, el cual ahora me lo vuelve a recordar este otro filósofo universalmente famoso, Peter Sloterdijk (3).

Para leer más:


EL DIOS DE LOS ELFOS / DER ERLKÖNIG DE GOETHE

Triste es cuando un hijo entierra a su padre, pero más triste es cuando un padre entierra a su hijo. Mis padres lo experimentaron en carne propia. En los brazos de mi madre murió una tarde de enero mi segundo hermano. Todas esas imágenes me han venido ahora en que todos apuntamos nuestros ojos taciturnos hacia Haiti. A veces me da miedo sentir esa emoción distante en los ojos de mucha gente que se sienta delante del televisor para ver tanta desgracia comiéndose una hamburguesa o un puré de patatas. Corremos el peligro inminente en caer en la marea de la banalización del horror mientras la información del lugar de la catástrofe fluye por el orbe. Loable es la ayuda humanitaria que llega de todas partes del mundo. Dentro de poco, cuando Haiti ya no sea más noticia, se habrán olvidado de ella. Todos nos habremos olvidado de ella. Espero que no sea así.

Antes del terremoto de Haiti andaba traduciendo uno de los poemas más hermosos que haya leído en mi vida: „Der Erlkönig“ de Johann Wolfgang von Goethe (lo he traducido para hacer feliz a una de mis alumnas, Frau Vogel, que es de Hamburgo y adora a Goethe y lo quería leer en castellano). Este poema habla de la muerte, de la muerte de un niño en los brazos de su padre quien cabalga a toda prisa para salvarlo cruzando el boque en la oscuridad. Leer el poema en alemán (en español se traduce como „El rey de los Elfos“) te pone la carne de gallina. Y sobre todo te invita a una infinidad de interpretaciones: un corcel que galopa llevando a su amo y éste en sus brazos a un pequeño moribundo. El escenario es oscuro, y en él podemos imaginar un bosque lleno de abetos o encinas.

Goethe lo escribió en 1782, siete años antes de la Revolución Francesa. A pesar de su ambigüedad es rico en imágenes, y por supuesto en interpretaciones: un padre cabalga y lleva en sus brazos a un niño. El niño tiene alucinaciones y cree ver entre las ramas del bosque al rey de los Elfos, pero el padre le indica que lo que ve solo es la neblina que se ha sentado sobre el bosque. El niño sigue observando otras cosas mientras agoniza. Ve a las hijas del rey de los Elfos, y otros detalles que va describiendo y que llegan a preocupar al padre por lo que éste se ve obligado a acelerar al caballo para acercarse al recinto donde presumiblemente será curado. Sin embargo el infante muere en sus brazos.

Para leer más:

POETA EN LA MOCHILA: LA POESÍA DE BALDUIN THIEME O PETER UHU

El poema "Glückliche Stunde" habla de la vida y de la sabiduría, del amor: el beso como puente a lo más maravilloso de la existencia de los humanos. El mundo sin fin, maravilloso conjugado en el mundo del saber. Si nos ponemos a pensar en los niños diríamos que ellos son los grandes filósofos que nos llenan de preguntas, y un buen padre, antes de responder tonterías (si no está en sus manos alcanzar la divina solución a la interrogante de su vástago), se debe dar la tarea de adentrarse con él a descubrir las maravillosas cosas que nos muestra la vida; de las horribles, que son parte de la vida, no nos menciona el poema: por eso el título: “hora feliz“.
En la segunda estrofa del poema sale como un sopapo la pregunta qué riquezas guarda la vida, lo que siempre preguntaría un niño, y un adulto, por supuesto, siempre andamos con preguntas, porque sobre todo somos seres de preguntas y no de respuestas, que buscamos para entender y sobre todo para comprender si es que todavía tenemos la virtud de comprender porque parece que muchos hemos perdido esa virtud. Y la vida es ello, dice el poema, da y toma, o viceversa, ¿da, la vida; toma, la muerte? ¿da la luz, toma la luz?. Y el proceso cronológico de las cosas no se para y todo madura: un volcán, un trigal, un pájaro. El poema es maravilloso, porque encaja esa pregunta total que todo ser se hace sobre la existencia, pero lo más increible es pensar en el momento en que el poeta Balduin Thieme lo escribió. Esas mismas preguntas me he hecho recorriendo los montes de la Zittauer Gebirge y Vogtland. Observando la maravillosa luz de las estrellas de la República Checa y el rico pan de los hornos de los pueblos del oeste de la Sajonia alemana.

Balduin Thieme (seudónimo Peter Uhu) nació en Dresden, Alemania, en 1910. Estudió filosofía y germanística en Dresden, Viena y Leipzig. Se dedicó al periodismo publicando crítica literaria en diversos diarios de Dresden en donde se hizo conocido por su publicación semanal de poemas que duró muchos años y que llevaban el título „Zum Wochenende Peter Uhu“ (al fin de semana con Peter Uhu). Thieme murió en 1996, dejando publicados dos libros de poesía en la editorial „Der Morgen“: „Der Mensch erlebt sein blaues Wunder“ , 1964 (que podríamos traducir como „El hombre experimenta su maravilla azul); y „Mit roter Tinte an den Rand geschrieben“, 1966 ( Escrito al borde con tinta roja). Aquí el poema que les he traducido. ¡Va por ustedes señores!.

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