"Alles, was ich habe, trage ich bei mir.
Oder: Alles Meinige trage ich mit mir.
Getragen habe ich alles, was ich hatte. Das Meinige war es nicht"
Atemschaukel. Capítulo 1. Editorial Hanser Hanser Verlag
Herta Müller
por Jose Carlos Contreras
Una de las reacciones que más me ha llamado la atención luego de la premiación con el Nobel de Literatura a la autora rumano alemana Herta Müller, es el silencio en que se sumió el conocido crítico alemán Marcel Reich-Ranicki. El mismo día de la premiación rehusó a comentar sobre el galardón concedido a la autora de "En tierras bajas". Es sabido que Reich-Ranicki es un fan de la prosa de Philip Roth y que espera desde hace muchos años que la Academia Sueca galardone con el Nobel al autor norteamericano . Otra reacción que me llamó la atención en Alemania, es que a pocas horas de saberse el nombre de la ganadora del Nobel, los libros de Herta Müller se vendideron como pan caliente, mejor dicho como las mejores salchichas del mercado. En pocas horas las librerías alemanas se quedaban sin libros de Herta Müller. Lo mismo ha sucedido en España, y me supongo que es un fenómeno normal después de conocerse el nombre de un Nobel de Literatura. Pero sucede que Herta Müller es una gran desconocida para una gran mayoría de lectores alemanes, y por ende en otras latitudes. Y allí, sencillamente, se esconde el gran mensaje de la Academia Sueca, porque recupera, de esa manera y de forma extraordinaria para la gran masa de lectores que ignoraban su existencia, a una gran autora.
Ese desconocimiento de la imagen de Herta Müller en Alemania quise comprobarlo en el mismo suelo de Friedrich Schiller y pregunté a mis alumnos si habían leído algún libro de Herta Müller. La respuesta fue "no". Solo uno, un alumno de descendencia polaca me dijo que su literatura era muy triste, y que cuando leyó unas páginas de Herta Müller se le cayó el corazón en pedazos. Ya se imaginarán ustedes, queridos lectores, que el gran peso histórico de la segunda gran guerra pende como una guadaña sangrienta en las cabezas de las viejas generaciones de Europa. En conclusión, la literatura de Herta Müller ha sido hasta ayer la literaruta de un selecto grupo de lectores.
Al leer las primeras páginas que han caído a mis manos de esta autora que vive en Berlín, se me ha puesto la carne de gallina, porque cuando escribe escupe palabras con una crudeza no apta para cardiacos, no obstante con una profundidad poética que desviste al lector más desprevenido. Gracias a la Academia Sueca muchos de nosotros vamos a descubrir poesía en donde solo podría salir mugre, llanto, miseria y odio. La calidad poética de Müller brota en sus narraciones vinculadas al destino trágico de los descendientes alemanes que vivían en Rumanía y que fueron carne de las huestes rusas o de los oscuros años de la dictadura rumana.
Como ejemplo lean este retazo perteneciente al libro "En tierras bajas" que describe cuando el personaje principal contempla el cuerpo inerte de su padre muerto en la habitación de su casa:
"En todas las fotos quedaba congelado en medio de un gesto. En todas las fotos parecía no saber nada más. Pero papá siempre sabía más. Por eso todas las fotos eran falsas. Y todas esas fotos falsas, con todas esas caras falsas, habían enfriado la habitación.
Quise levantarme de la silla, pero el vestido se me había congelado en la madera. Mi vestido era transparente y negro. Crujía cuando me movía. Me levanté y le toqué la cara a papá. Estaba más fría que los demás objetos de la habitación" (1).
Herta Müller pertenece desde el jueves a esa pléyade de mujeres galardonadas con el máximo estandarte de las lestras. Para hacer historia les cuento que en 1909 la ganó la sueca Selma Lagerloef. En 1926 la italiana Grazia Deledda. Dos años más tarde la noruega Sigrid Undset. En 1938 la estadounidense Pearl Buck y en 1945 la chilena Gabriela Mistral. En 1966 la alemana sueca Nelly Sachs.
Tuvieron que pasar 25 años para que una mujer vuelva a ganar el Premio Nobel de Literatura: esta vez en 1991 lo consiguió la sudafricana Nadine Gordimer. En 1993 la estadounidense Tony Morrison y en 1996 la polaca Wislawa Symborska. En 2004 la austriaca Elfriede Jelinek y en 2007 la británica Doris Lessing.
Por otro lado, muchas han sido las reacciones de la prensa internacional tras el premio. De algo si estoy seguro, tal como el año pasado el francés Le Clézio levantó ampollas a las elites literarias por el Nobel, porque nadie se imaginaba su premiación, ya que muchos piensan que ser un autor de la clase "superventas" es suficiente para ganar, esta vez la calidad poética de las novelas de Herta Müller ha levantado otra polvareda. Creo que la Academia Sueca, aparte de concentrarse en el trabajo literario del autor, sopesa su trascendencia (histórica) en el espacio y en el tiempo. Para ese rubro solo caben pocos escritores. No es suficiente escribir bien, sino ser, además, trascendentes. En ese sentido me atrevería a decir que entre los autores que escriben en español y se hayan en ese rubro estarían Luis Goytisolo y Juan Marsé. A eso apuntan también, si todo marcha viento en popa, Rafael Chirbes y Javier Marías. Latinoamérica actualmente escasea de esa calidad, muerto Roberto Bolaño, escasea irremediablemente, a pesar de tener excelentes escritores, pero a ese nivel no llegan: lo trascendente es inmortal.
Entre las reacciones de los críticos literarios que me ha llamado la atención en particular, es la de Peio Riaño, quien publicó ayer viernes un rico texto en el diario madrileño "Público" titulado "una breve historia de amor con Herta", del cual apunto el principio:
"Yo tampoco he leído a Herta Müller, pero ya soy su fan número uno. De su literatura me gusta todo, pero que haya pasado 30 años en una dictadura comunista para contarlo el resto de su vida lo destaco por encima de cualquiera de las virtudes que acabo de descubrir hace unas horas" (2).
Finalmente hipócrita lector, no te desanimes, si eres de esos que leen cosas banales, sigue leyendo; si eres de esos que buscan cosas nuevas en el campo literario, sigue buscando; si eres de esos que leen literatura clásica, sigue leyéndolos y releyéndolos (gran consejo); pero duda de las listas de los "bestseller" y duda mucho más de las tapas de los libros y de casi todo lo que huela a mercado (léase aquí algunos premios literarios, bueno los escritores también necesitan comer o que se los coman las transnacionales del libro). Si nos siguen dando gato por liebre es porque lo consentimos. Finalmente nos queda la posibilidad de irnos a una isla llevándonos todos los libros que nos hicieron feliz en un momento. Los que no conoces, ni los echarás de menos, porque nadie echa de menos lo que no conoce. Pero abre los ojos, y mejor aún, la oreja, y escucha con atención a los viejos sabios de Olimpo (o de Suecia).
(1) Para seguir leyendo En tierras bajas
(2) Para seguir leyendo Breve historia de amor con Herta
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