Ya había escuchado insistentemente en Alemania el nombre del escritor valenciano Rafael Chirbes. Pero, sospechosamente, nadie me lo había mencionado en mi última estancia en Valencia, ya que suelo hablar con los desconocidos que encuentro a mi paso sobre libros y escritores cuando llego a una ciudad nueva en mis planos de viajero. Habrá sido cosas del destino. Pero, a mí de Chirbes nadie me dijo ni jota. En aquel entonces su nombre aún no me sonaba. Y en honor a la verdad, a pesar de haberlo escuchado después de ese viaje, no tuve la oportunidad de asomarme a la ventana de su literatura. Aquí, en Alemania, se lee a Chirbes, por supuesto, en alemán. Y yo me he quedado sorprendido de su fama y, luego de leerlo, de su arte literario.
El nombre de Rafael Chirbes ya me rondaba la cabeza. Hasta que llegó el día en que tuve la inmensa curiosidad de leer algunos de sus libros. Eso fue en setiembre. Encargué „Crematorio“ a una periodista mexicana que estaba de paso en Barcelona y que venía para Alemania. Por cosas del destino no leyó mi correo electrónico a tiempo y mi pedido quedó pendiente. Pero la semana pasada, cuando me metí a una librería en la ciudad donde vivo, Karlsruhe, y me encontré con tres obras de este autor, me emociné enormemente. Rafael Chirbes está obteniendo un gran éxtito en este país. De eso sabía algo, pero lo acabo de confirmar y escuchar de boca de gente que conozco en los cuatro puntos cardinales de la tierra de Goethe. A Rafael Chirbes se le lee en estas latitudes y yo he empezado a hacerlo.
De Chirbes encontré en la librería tres libros paraditos frente a mí, „Crematorio“, „Los viejos amigos“ y “La buena letra“. Como no había leído nada de él, me decidí empezar conociendo la literatura de Chirbes con un libro anterior a „Crematorio“ y a „Los viejos amigos“, así que adquirí „La buena letra“ y, encantadísimo, me fui a casa.
LA BUENA LETRA DE CHIRBES
„La buena letra“ es un libro impactante. Algunas veces me ha quitado el sueño y me ha puesto muy triste. Chirbes tiene la capacidad arrolladora de transportar al lector a los tiempos de la posguerra española, cuando las huestes del lado ganador se ensañaban con los perdedores. Pero eso no lo dice Chirbes rigurosamente en „La buena letra“, pero se intuye, porque mientras Ana cuenta a su hijo partes de esa existencia plagada de miserias y tristeza, salen a relucir hechos cotidianos, tan insignificantes, pero paradójicamente tan trascendentales en la vida de una familia, que forma parte del mosaico de la sociedad española en los tiempos de Francisco Franco.
Las primeras páginas de „La buena letra“ empieza con una historia premonitoria; cuando el tío Andrés decide fotografiar el matrimonio de Ana. Después de revelar los carretes no encuentran ninguna foto sino una foto fallida donde „parecemos espíritus escapados de la tumba, dice el esposo de Ana. Desde allí la obra discurre en un tobogán plagado de tristeza y muerte, enfermedad y desgracia. Aparecen los temores y la dignidad de la familia de Ana. El libro es una venganza silenciosa contra el pasado vergonzante español y un homenaje a la deuda histórica escrita con belleza. Literatura pura y dura.
En el libro se relatan una serie de acontecimientos en la vida de la familia de Ana, no solo desde dentro del seno familiar sino también lo que acontece afuera, como por ejemplo la entrada de los falangistas a la comarca que habitan, el miedo que supone esto y la consecuente obligación de los hombres, que volvieron del frente después de la guerra civil, de esconderse en los vericuetos de sus casas; las visitas continúas al tío preso en otro pueblo, los rumores de fusilamiento y el sonido de los disparos en la noche; el aparecimiento de cadáveres y la división, entre derrotados y vencidos, que cundió en la sociedad española; la existencia de los maquis y la marginación entre los que sospechosamente simpatizaron o estuvieron en el bando perdedor. La venganza contra "los otros" fue atroz.
Existe una parte de „La buena letra“ que deseo resaltar: cuando Ana va al cine, lugar donde se acostumbraba al final de cada función a cantar el "Cara al sol", el himno falangista, con el brazo en alto, y se solía echar de la función a las personas que sospechosamente estuvieron contra la Falange, ese día Ana se incorporó como todo el mundo para cantar, dejando atrás sus temores y con el fin de cerrar página a su calificación de segregada en una España carcomida por el odio y la mezquindad. La actitud impertérrita de Ana simboliza la desesperación que se vivió en aquel entonces en muchas familias y el afan urgente de supervivencia frente a la desolación y la deshonra.
En „La buena letra“, Chirbes desliza su pluma de escritor sobre los ojos de sus personajes, y a través de ellos, a través de su cotidianeidad y el correr de los días, nos presenta una visión global de lo que les aconteció y ocurrió en la sociedad de entonces. Es un espejo frente a los perdedores y a los vencedores. Leer „La buena letra“ es saldar cuentas frente a la amnesia. Una reivindicación sobre la ceniza derramada, donde el autor no relata hechos históricos sino hechos que pasan en las familias mientras la historia de un país le pisa los talones. Chirbes, es genial, porque introduce al lector más difícil y más cauto, en su discurso filosófico y lo enamora con su escritura lenta y ritmica, límpida y clara. Todo eso deja la sensación que estamos frente a un grande de la literatura en lengua castellana, muy humano, muy universal, y de eso, los alemanes hace tiempo que se han dado cuenta.
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