Me cuesta reconocer que el fútbol es una reverenda pérdida de tiempo, en la que nos escudamos todos, bueno, casi todos (en mi caso, sí, después de empaparme de literatura). Al tema fútbol vuelvo siempre, como los méndigos vuelven a las puertas de algunas iglesias, no para pedir dinero, sino, para reírse de nuestra indiferencia. Esta vez quiero hablar de un equipo alemán de la Bundesliga que ha volteado la tortilla: el Hoffenheim. Pero antes, voy a un saque de esquina literario.
Acabo de finalizar la lectura de „La buena letra“ de Rafael Chirbes. Y para tomar un buen volúmen de aire y refrescar mis pulmones, tomo la pelota y me hago un autogol de media cancha. Su lectura es emocionante y, a la vez, tristísima, por eso, ahora, me parapeto en el fútbol. De porteros y tarjetas rojas hablaré más abajo, luego de ocuparme de „La buena letra“.
Leer a Chirbes ha sido una emoción incesante, pletórica de cascadas y esquinas por donde a veces he tenido el temor de ahogarme. Pero he salido vivo, luego de un paseo a través de una literatura pura y dura. Pero de las buenas, corrijo, de las buenísimas.
En los últimos meses, aparte de „Las benévolas“ de Jonathan Littell y „Vida y destino“ de Vasili Grossmann, no había asomado mi hocico de ratón en los agujeros de las sombras de la humanidad. Ni me había dejado tomar de la mano del hiperrealismo, con personajes que sienten y aman, que sufren y son dignos, en medio del lodazal de la historia. „La buena letra“, es una novela encantadora, que no siendo histórica, cuenta una historia paralela que va de la mano de la historia de España de la posguerra. Ya lo decía ayer en un comentario (1). Pero hoy es hoy, y, leyendo y releyendo algunos pasajes de la vida de Ana y su familia, el nubarrón de opinones que se acumulaban en el tuétano salen a contraluz.
El título la „La buena letra“ hace alusión a la bella caligrafía que posee Isabel, la mujer que se casa con el tío Antonio. Ana admira la buena letra de su cuñada: „tenía una letra grande, hermosa, en la que las bes y las eles sobresalían como las velas de un barco“ (página 99). Desde la llegada de la cuñada el libro toma un enfoque distinto (mucho antes de la visita al cine y el ponerse a cantar al final de la función el „Cara al sol“ de la Falange, también, -página 55). Observamos el recorrer del tiempo a través de Ana, quien en silencio sufre la deslealtad y las malas artes de Isabel. España va cambiando, llega el cine sonoro y el piano no es utilizado en las funciones cinematográficas, pero siguen levantadas las barreras imaginarias entre los vencedores y los vencidos. El pasado carcelario del tío Antonio, las huellas de la guerra civil, el hambre, las desgracias, las enfermedades y luego, la indiferencia e ingratitud de Isabel y Antonio, castiga a los personajes hasta el final de sus días.
Se percibe una historia de amor oculta, platónica, entre Ana y su cuñado. Ana es el prototipo de mujer que se mueve dentro de una sociedad sumamente patriarcalista. En la novela no se lee que Ana haya asistido alguna vez a misa, pero salen sus ganas de ir al fútbol acompañando a su esposo y a Antonio, y ella finalmente les preparaba una taza de achicoria y escuchaba un tajante „Aquí las mujeres se quedan en casa“(página 11).
La historia de la familia de Ana en „La buena letra“ es la protesta silenciosa de los que sufrieron durante la época franquista. De los que aguantaron el látigo de la deshonra con estoicismo y dignidad. Ana, al final, es la más fuerte y los hombres, que simbolizan por antonomasía la fuerza, son los débiles que adelantan sus caídas gillotinados por el pasado.
Todo esto cuenta Ana a su hijo. La historia de las dos cuñadas empieza en un presente narrativo, y luego se desliza en más de 150 páginas en el pasado; para terminar otra vez en el presente narrativo. Allí se cierra el círculo, porque Ana, que condenó en silencio la indiferencia, ingratitud y mezquindad de su cuñada, acaba aliada, de una forma u otra con ella; pero ya vieja y sola, habitando una casa, a punto de caerse, donde los recuerdos le persiguen. A la casa ya le han echado ojo los hijos y han empezado a hacer planes para su renovación. El libro es una gran metáfora del sufrimiento silencioso de una sociedad que vio pasar los días, mientras se sufría, pero se amaba, mientras se padecía pobreza, pero se reía, hasta que llegó la sombra de la mordernidad y con él, el olvido, el borrón y cuenta nueva, el barrer la basura debajo de la alfombra, parte de un gran mosaico de la historia de España que pide justicia.
De fútbol y del Hoffenheim quería hablar, pero eso será mañana.
(1) Más de ayer:
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