A las seis de la tarde de ayer, cuando sobrevolaba las alturas de Valencia en el avión que me llevaba rumbo a Frankfurt Hahn, y, veía una vez más, pero desde los altos, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, pensaba en lo traicionero que puede ser para un viajero tratar de ver en pocos días lo más imprescindible de una ciudad.
Valencia me ha dejado las ganas de volverla a besar, porque no creo que todo sea FC Valencia o Calatrava o paella o Virgen de los Desamparados. A propósito de paella, ya me decían que la paella valenciana era de bandera. Riquísima, riquísima, tres veces riquísima, porque tres veces la comí. La penúltima fue en el pueblo Palmar, a unos diez kilómetros de la ciudad de Valencia, a tres del Parque Nacional de L´Albufera http://parquesnaturales.gva.es/ . El nombre del restaurante no lo apunto, porque al frente seguro que deben de hacer mejor la paella. Pero, sí apunto el nombre del restaurante del frente:„Isla“, que no es donde comí (comimos).
Me olvidaba contar que un día antes, había visitado en el Museo de Bellas Artes El Museo de Bellas Artes de Valencia. San Pío V una exposición de El Greco, ese pintor cuyo arte fue cayendo en el olvido después de su muerte en 1614. Ahora se le trata de redimir. Claro, la mayoría de los cuadros de la exposición tenían motivos religiosos. Pero hay belleza. Por la tarde abordé un bus turístico, esos que te llevan por los puntos principales de la ciudad y a través de auriculares y en ocho idiomas una voz te va mostrando sus monumentos http://www.valenciabusturistic.com/ .
Dos días antes, el sábado de lluvia, estuve en el Institut Valencia d`Art Modern (IVAM)
http://www.ivam.es/ que me impresionó por lo impecable de sus tres exposiciones. En el primer piso estaba la magia, la pujanza reformadora de la sociedad y la transformación de la energía de la obra de Joseph Beuys. En el segundo, al lado izquierdo, las esculturas cinéticas en hierro y máquinas y cables de Jean Tinguely: donde los visitantes toman parte de esa simbiosis autor-receptor, porque para saborear su arte se tiene que apretar botones para poner sus obras en movimiento.
En el segundo piso, al lado derecho, las fotos de Luis Ramón Marín. Todas ellas impactantes. Un burro muerto tras los bombardeos de las tropas de Franco en Madrid en 1936; una foto legendaria del presidente Manuel Azaña durante un mitin de Izquierda Republicana en 1935 en Comillas, Madrid.
La corrida de toros del sábado fue suspendida por la lluvia, la del domingo, por la tromba de agua que cayó a eso de las seis, creo que también.
La noche anterior al triunfo del FC Valencia http://www.valenciacf.es/ frente al Levante http://www.levanteud.com/ (el segundo gran equipo de fútbol de la ciudad), que le permitió permanecer en la Primera División, asistí a la quema de los fuegos artificiales en honor a la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia. Esa noche dejamos la Plaza de la Virgen y caminamos hasta cerca del lecho del desaparecido río Turia para contemplar un espectáculo pirotécnico de relojería.
El domingo por la tarde estuve en el Festival de las Naciones en un área cercana al puente de la Peineta. Allí, como buen peruano, me comí una papa a la huancaína en uno de los tantos chiringuitos de Latinoamérica y Europa que se levantaban en el referido festival. Lo más curioso fue que la papa a la huancaina me la sirvió un cocinero ecuatoriano (la dueña era inca), y probé por primera vez una Inca Kola mezclada con cerveza española que sabía bien. Al final mate de coca y yucas fritas.
Para terminar, me llamó la atención la riqueza de tapas en los locales en que estuve, entre ellos, „Las Cuevas“; y los carteles pegados en las puertas de los templos recordando a los feligreses a no dejar de escribir la donación a la iglesia en la declaración de la renta. Además una mujer leyendo en el metro Metro de Valencia, ¿que leía?, me acerqué: „El Club de Dumas“ de Arturo Pérez Reverte.
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