Schwarzer Stein auf weißem Stein
Ich werde sterben in Paris, mit Wolkenbrüchen,
schon heut erinnre ich mich jenes Tages.
Ich werde sterben in Paris, warum auch nicht,
an einem Donnerstag vielleicht, wie heut, im Herbst.
Ein Donnerstag wird sein; denn heut, am Donnerstag,
da ich dies sage, tun mir meine Knochen weh;
noch nie wie heute hab ich mich allein
und meinen Weg erblickt von unserm Ende her.
Tot ist César Vallejo. Eingeschlagen
habt ihr auf ihn. Er hat euch nichts getan.
Mit einem Stock gabt ihr ihm Saures, Saures
mit einem Tau. Die Donnerstage
sind seine Zeugen, Zeugen seine Knochen,
der Regen, die Verlassenheit, die Strassen ...
César Vallejo
(übersetzt von H.M. Enzensberger)
El pasado 15 de abril se cumplieron 70 años de la muerte del poeta peruano César Abraham Vallejo Mendoza, más conocido a secas como César Vallejo, nacido en Santiago de Chuco, Perú en 1892 y muerto, en París en 1938.
Hablar de Vallejo es hablar de un Dios de la poesía.“Dios mío, si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios“ (1)
De esa poesía que fue amoldada por las manos de un creador que revolvió las palabras como harina húmeda lista para hacer el pan, y le cortó la coleta a la sintanxis, sopló a los cuatro vientos la gramática española como se soplaría los filamentos de la flor llamada, en estos lares alemanes, dientes de león, para pedir un deseo. ¿Qué deseo pedirías Vallejo?.
Buscó nuevas formas del lenguaje y, sobre todo fue feliz, cuando escribía, a pesar de su sufrimiento interior y las desgarraduras de la piel que le provocaba la realidad de su mundo y el mundo, al leerle se siente la felicidad al escribir, como solamente Vallejo lo hizo. „(...) hoy sufro dulce, amargamente“.
La última vez que escuché la palabra Vallejo pronunciada por un escritor viejo, fue de la boca de Jorge Semprún, cuando vino a la ciudad de Karlsruhe a promocionar su libro Der Tote mit meinem Namen, Paris, 2002, Alemania 2003 (Traducción. Eva Moldenhauer). Lo dijo con tanto respeto que me dieron ganas de abrazarlo. Una persona como él que vivió los horrores del campo de concentración de Buchenwald siente más que nadie la poesía vallejiana. „¿La vida? Hembra proteica./ Contemplarla asustada / escaparse en sus velos, infiel...“.
Vallejo siempre ha provocado sensaciones distintas en lectores distintos, también en oyentes distintos. Lo he comprobado leyendo algunos de sus poemas delante de amigos o alumnos o en el micrófono de la radio. Tengo la sensación que en Perú, su país natal se le lee poco, y se le lee a la ligera, a pesar que un par de sus poemas son usados a diestra y siniestra como esloganes. „Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!“.
En la Europa actual, en la Europa germano parlante la obra de Vallejo resulta difícil de comprender. Si tú le preguntas a alguien por aquí si leyó algo de César Vallejo, seguro que te mirarán como un bicho raro. Entonces cae irremediablemente como un hacha en nuestras manos esa pregunta maldita: ¿Quién lee poesía en estos tiempos?. “Hoy no ha venido nadie, / y hoy he muerto qué poco en esta tarde“. (2)
La primera vez que escuché el mágico nombre Vallejo y le presté atención, fue en las aulas del primer colegio de la República del Perú, el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, de Lima, donde César Vallejo fue maestro. Desde entonces Vallejo estuvo -para mí- por todas partes. Dicen que está en París, que su tumba está en Paris. La verdad es que he sentido la tumba de Vallejo en todas partes donde he puesto mis pasos o mi mirada. Vallejo es total y actual, Vallejo es como el pan está en todas partes. „Un hombre pasa con un pan al hombro“.
Pasará mucha agua a través del río Rímac de Lima, o del Sena en París, o el Rhin, que está cerca de mi casa, pero la imagen y la poesía de Vallejo estará siempre allí, con las puertas abiertas como una alameda iluminada de estrellas. „He salido a la puerta, / y me dan ganas de gritar a todos:“
Piedra Negra sobre una Piedra Blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
César Vallejo
(1) Los dados eternos.
(2) Ágape
http://literatambo.blogspot.com/2008/02/csar-vallejo-y-las-orejas-de-mi-burro.html
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