Es difícil lograr imaginarse lo que sintieron otras vidas, a pesar de nuestra condición de humanos y sabedores del dolor y la alegría. Le damos vuelta al asunto un mogollón de veces y hacemos elucubraciones para entender hechos que nunca podremos saber cómo y por qué sucedieron.
Anoche vi en la televisión Arte (1) la película „Por quien doblan las campanas“(2), basada en el libro del mismo nombre del premio Nobel, Ernest Hemingway, en cuyo final, romántico y lacrimoso, se ven a una Ingrid Bergman, María; y a un Gary Cooper, Roberto, despidiéndose – a lo Casablanca- de una manera filosófica: „Si te vas ahora yo me iré contigo“. Lo dice Roberto cuando agoniza e implora a María que se marche y le deje morir en paz, después de volar un puente para detener el avance de las tropas franquistas durante la guerra civil española (1936-1939).
Luego de la película hubo un documental (3) sobre el nieto del mito Ernest Heminwgay, John, donde busca los motivos del suicidio de su abuelo y nos muestra el lastre psicológico que carga por ser un hombre cuyos antepasados, desde su bisabelo, se quitaron la vida. Fueron cinco durante el siglo pasado. Su abuelo Ernest tomo un día su fusil y se descerrajó un tiro.
Arriba, "Poemas de amor" de Alfonsina Storni http://www.limmatverlag.ch/ ; abajo, "Por quien doblan las campanas", de Hemingway.
La familia de Thomas Mann, el último gran clásico alemán, también corrió el mismo destino. Dos de sus hermanas y dos de sus hijos se suicidaron , lo recuerda Isabel García Adánez en Babelia (4).
Antonio Damasio, profesor de la universidad de Southern California e investigador de conductas humanas y el cerebro, refuta la idea que plantea que los suicidas son irracionales, el dice que más bien son bastantes lógicos.
Ahora, uno se pregunta por qué gente como Hemingway, Alejandra Pizarnick, Horacio Quiroga, Stefan Zweig, Virginia Wolf, Guy de Maupassant, Thomas Bernhard, Paul Celan, Mariano José de Larra, Cesare Pavese, José Antonio Ramos Sucre, Dylan Thomas y Alfonsina Storni, entre otros, se quitaron la vida. De esta última, la leyenda cuenta que se internó lentamente al mar para morir en su brazos. En el Mar del Plata, Argentina, en la playa donde se encontraron sus restos, hay un monumento en su recuerdo (5).
Emile Michel Cioran, el filósofo rumano que escribía en francés y se le tiene como el mayor experto en el tema, rendía loas al suicidio a través de sus pensamientos muy influenciados por Schopenhauer y Nietzsche. Cioran consideraba a la muerte como única forma real de vivir. Pero este nunca se suicidó sino murió de viejo. Albert Camus tocó también el tema en “El mito de Sísifo” y lo calificó de problema filosófico y no social.
Hasta ahora no hay ninguna receta que pueda desterrar esta forma de perder la vida. Me cuentan que personas que irradian alegría y templanza –normalmente ligamos al suicidio con la tristeza- también se suicidan. Hemingway fue bonachón, loco, macho, bebedor, inteligente, astuto y sin embargo acabó así. En sus últimos días sufría de una esquizofrenia.
Para terminar, como estoy leyendo el libro de Eduardo Punset „El viaje a la felicidad“ (6), en la página 233 me he encontrado con una foto de ecografía de un feto sonriendo. El autor le dice al doctor Stuart Campbell, mientra mira fotos de fetos en su clínica de Londres:
- ¡Qué aburrimiento permanecer nueve meses encerrado en el vientre de la madre bañado en líquido amniótico y sin respirar!
- Te equivocas –respondió de inmediato el doctor Campbell-.Nunca volverá a ser tan feliz en toda su vida.
(4) Babelia. Diario El País. 10 de mayo de 2008. Página 10: El último gran clásico · ELPAÍS.com
(5) Alfonsina Storni. Limmat Verlag
(6) Blog de Eduard Punset » Blog Archive » Las raíces de la infelicidad
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