Por Jose Carlos Contreras
Era una deuda fotográfica, mejor dicho una deuda con una de las ciudades más encantadoras de Europa. Estas fotos fueron hechas por un encantador grupo de chicas y chicos con los que vivimos la experiencia de vivir Madrid a toda noche, a toda marcha, a todo tren, a todo Ave. La vida es la suma aritmética de buenos momentos a la que muchos le adhieren una suma geométrica. En los pequeños momentos está la felicidad, en esos retazos que a veces pasan inperceptibles a nuestros sentidos está el infinito de la alegría. Por eso recuerdo a Madrid ahora después de semanas de haber estado allí, porque Madrid hipnotiza y tiene el cuerpo de mujer. La luz de sus ojos de agosto se mete por todas las esquinas por donde se esconden los amantes besucones, y, cuando llega la noche, viene con el neón la luminosidad de las sonrisas de sus gentes, el ruido, la fiesta, el desenfreno que para muchos puede ser insoportable. Pero, para un viajero como yo, vuelve a producir la misma sensación de felicidad y libertad que produce la sonrisa de un niño o el vuelo de una gaviota. Hemos compartido con estas chicas y con estos chicos grandes momentos y hemos hecho, todos juntos, más de mil fotos, quizá más. Pero las mejores fotos son las que se quedan en el alma para siempre. Por eso les muestro algunas, solo algunas, como invitación, para que el que todavía no se ha dado un salto por ese rinconcito de España, que lo haga ahora o que calle para siempre. Madrid vio nacer a escritores como Lope de Vega, Mariano José de Larra, y tantos otros. Aquí se imprimió el libro más universal, El Quijote de la Mancha, y solo este dato vasta para que la palabra Madrid haya quedado para siempre grabada en oro para la historia. Pero Madrid es más, a pesar que a veces quiere ser menos. No me hubiera dejado raptar por las calles de Madrid si no fingiese de caminante, de marinero en el asfalto, a pesar de que vuelvo de cuando en cuando a visitarla, debo confesar que siempre encuentro en ella un nuevo perfume, un nuevo color de lápiz labial. De Karlsruhe y de Madrid al cielo, o al infierno y eso es mucho decir, o poco. ¿Cuál es tu cau cau, Madrid?.
La noche pasa entre las calles llenas de gente
Entre la sonrisa y la alegría sólo queda una duda:
El tiempo que lo arrebata todo y sobre todo
La entrada a Madrid por la Terminal 4
Es una puerta moderna a una Madrid que se renueva
Sus decorados son impresionantes
Madrid y sus calles de antaño
Por aquí se bailó el chotis
Y las vecinas lanzaron pañuelos al sol
Por estas me pierdo al mediodía
El agua del Parque con su color de océano
Sus árboles reposando bajo los sueños
Unas manos y unos pies haciendo sombra
Unos ojos divisando el vaivén del agua
En Madrid se come bien y se bebe con los Dioses
Bajo el techo de la ciudad se esconden los sabores
El aperitivo vespertino que endulza las palabras
La música que sale del corazón de una esquina
Madrid se mueve como una bandera sobre el monte
Madrid no fue Guernica, pero aquí también cayeron las bombas,
entonces los pájaros volaron al ver tanta miseria
un colibrí pintó el cielo y un caballo relinchó profundamente:
unas manos, un toro y un ojo despiertan la curiosidad
del visitante.
El árbol como símbolo, y su silueta de mujer
Como vanidosa damisela que atrae las miradas
Madrid las tiene a todas raptadas con amor
Ellas se levantan portentosas como un faro
Y sobre el horizonte sus sombras apuntan