viernes, 30 de noviembre de 2007

LA SONRISA DEL POETA: JUAN GELMAN GANA EL PREMIO CERVANTES 2007

Arriba, portada del libro "Antología poética" del premio Cervantes 2007, Juan Gelman.

Me llena de felicidad que un poeta como Juan Gelman sea el ganador de la nueva edición del Premio Cervantes 2007. Este poeta, que no tiene pelos en la lengua -directo y lírico- ha sido golpeado por la triste realidad latinoamericana, donde perdió a su hijo y a su nuera, víctimas de la sinrazón que asoló a su país. Este poeta argentino y universal nos tiene desde hace años deleitándonos con su palabra.

El mejor homenaje que un poeta puede recibir, es ser leído y, por supuesto, amado. Por eso les transcribo el poema "Presencia de otoño", de Juan Gelman.

PRESENCIA DEL OTOÑO

Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.

Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.

Vete por él, amada.
No soy yo él que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.

Más información sobre Juan Gelman, hacer click abajo:




martes, 27 de noviembre de 2007

LIBROS PERUANOS (LIBROS VENIDOS DE PERÚ)














Arriba, portada del libro "Redoble por Rancas" de Manuel Scorza. Abajo a la izquierda, la tapa del libro "la cuarta espada" de Santiago Roncagliolo, y a la derecha, el libro del escritor español Enrique Vila-Matas, "Doctor Pasavento".

La última vez que estuve en Granada, llevaba en mi mochila un manojo de libros de bolsillo. Entre ellos, uno de cuentos peruanos. Parece extravagante que un emigrante latinoamericano se vaya recorriendo Europa cargando en su mochila libros de Perú. No, no creo que lo sea. Si no, te pregunto: ¿es verdad que la última vez que te fuiste de vacaciones o de viaje fuera de tu geografía te llevaste una obra literaria de un autor de tu país?. Claro que sí. ¿O no?.

Cuando atravesé el río Misisipi en un mercante peruano, leía placenteramente en la proa "Los Comentarios Reales" del Inca Garcilaso de la Vega. La impresionante vista del río que tanto amó Mark Twain, el autor de "Las aventuras de Tom Sawyer" y los detalles de la historia de los Incas y las leyendas indígenas que bautizaron a este río como Mici se-pe (Gran río) fueron capaz de emborracharme paradojicamente de luz bajo un cielo gris y nublado. Años más tarde, estando en la mezquita de Córdoba, besé la tumba del Inca Garcilaso de la Vega, agradeciéndole por haberme regalado tanta belleza incásica en medio de nubes y barquitos con rueda. Aquella vez en Lousiana, bajé a Nueva Orleans entre música de jazz y pututos incas retumbando en mis oídos.

Los libros peruanos me siguen por el mundo, o mejor dicho busco siempre que me persigan. Lo que no quiero decir que literaturas de otras latitudes no me apetezcan leer, no, no ,no, qué va. Digo esto porque acabo de recibir libros de Perú. Entre ellos un libro de 1803 titulado "Descubrimiento y conquista de la América, o compendio de la historia general del nuevo mundo". Una joya que la humedad de Lima quizá le haya golpeado la pasta, ya que cada vez que lo abro, lo hago con pinzas y con respeto. Gracias a la amabilidad del gran amigo Elischer, también he recibido "La cuarta espada" de Santiago Roncangliolo; "Doctor Pasavento" de Enrique Vila-Matas y "Redoble por Rancas" de Manuel Scorza.

Esta lluvia de literatura de libros venidos de Perú me hacen el hombre más feliz del mundo, y, son culpables que duerma poco en los últimos días. He vuelto a releer el primer capítulo del libro de Scorza "Redobla por Rancas": `Donde el zahorí lector oirá hablar de cierta celebérrima moneda`. Uno de los capítulos más exquisitos de la literatura latinoamericana. Poética y rotunda, que refleja el respeto y la honradez de todo un pueblo escondido en los Andes. Lo que sigue es otra cosa. Ficción cerca a la realidad. Satírica y patética.

Estoy en la página 31 de "La cuarta espada" de Roncagliolo. El libro, como ya lo ha dicho su autor, no es para intelectuales, osea para académicos que busquen tal vez en el libro un trabajo analítico sobre el fenómeno Sendero Luminoso -y de su fundador Guzmán- que castigó a Perú a finales del siglo pasado. Me llama mucho la atención la sencillez de la escritura de Roncangliolo. Texto que podría ser entendido por personas que no son peruanas y que desconocen totalmente la época de violencia que se vivió allí. El primer capítulo narra la niñez de Guzmán en el sur de Perú, Arequipa, y debo admitir que la información sobre el abandono del pequeño Abimael a los ocho años por su madre es conmovedor.

El libro de Vila-Matas "Doctor Pasavento" es harina de otro costal. Literatura de filigrana: "hay episodios de nuestra vida dictados por una discreta ley que se nos escapa", se lee al principio del capítulo número 3 de la primera parte "La desparición del sujeto". Sencillamente este señor Vila-Matas, escribe como los ángeles; y, si es que los ángeles existen, este es un ángel, un ángel de la palabra.

Aquí me quedo, porque me voy a leer.

viernes, 23 de noviembre de 2007

CON FERNANDO PESSOA EN LISBOA

El poeta Fernando Pessoa (1) caminando apresuradamente en la calle de una ciudad.

A Fernando Pessoa lo vi sentado, el verano del año pasado, en la puerta del café A Brasileira, en Lisboa: estaba concentrado leyendo sus pensamientos vespertinos detrás de sus anteojos redondos e infinitos. ¡Cómo me hubiera gustado haber visto detrás de sus anteojos todo el universo mágico que él veía!. (2)


Antes, con mi largavista, lo había tratado de observar desde lo alto de la capital de Portugal: el castillo de San Jorge; pero no lo conseguí. Así que tuve que bajar, cruzar la Rua de Ouro, cerca de la Praca do Comércio y, caminar rumbo al barrio Chiado, donde, hasta comienzos del siglo XX, se juntaban los intelectuales portugueses, y donde él-en aquel entonces- también concurría.

Tengo que consefarlo: la luz de Lisboa me enamora cada vez que vuelvo buscando los pasos de don Fernando. Me subo a Barrio Alto, que tiene la visión más romántica y panorámica de Lisboa y me pongo a soñar los versos de Pessoa. Desde allí toco con mis dedos toda la belleza que exhibe esta ciudad extraña.Si quiero otear el atardecer de esta urbe, me empino sobre la torre del castillo de San Jorge. Desde allí contemplo la andadura del río Tajo, cuyas aguas -luego de atravesar Toledo, España- llevan como barcarolas las palabras del poeta que todavía están escritas en las singladuras que se van a perder al horizonte:

Horizonte (3)
O mar anterior a nós, teus medos
Tinham coral e praias e arvoredos.
Desvendadas a noite e a cerração,
As tormentas passadas e o mistério,
Abria em flor o Longe, e o Sul sidério
'Splendia sobre sobre as naus da iniciação.
 
Linha severa da longínqua costa ---
Quando a nau se aproxima ergue-se a encosta
Em árvores onde o Longe nada tinha;
Mais perto, abre-se a terra em sons e cores:
E, no desembarcar, há aves, flores,
Onde era só, de longe a abstracta linha.
 
O sonho é ver as formas invisíveis
Da distância imprecisa, e, com sensíveis
Movimentos da esp'rança e da vontade,
Buscar na linha fria do horizonte
A árvore, a praia, a flor, a ave, a fonte ---
Os beijos merecidos da Verdade.
 
                            Fernando Pessoa

Cuando pienso en Pessoa, por supuesto también pienso en Lisboa. En esa ciudad el poeta pasó casi toda su vida. Amó sus esquinas y plazas como a sus libros, amó las aguas del Tajo y las callecitas perdidas del barrio Alfama con todas sus fuerzas. Yo amo sus palabras convertidas en poesía, escritas por las bifurcaciones de su ser: él era tres en uno, Ricardo Reis, Álvaro Campos y Alberto Caeiro.

Dicen que cuando los poetas se mueren se van al cielo, éste debe de haberse ido más allá del cielo, porque su poesía trasluce, a veces, tanta armonía, tranquilidad, aburrimiento, lontananza, contemplando pasar el sol o una hoja seca sobre la corriente de un río. Eso es Pessoa.


Mucho cuidado al leerlo. Recomiendo una caída de sol, o una playa al atardecer; una vista alta de bosque o al lado de un río grande o de un riachuelo colmado de aves. En fin, se le puede leer en cualquier lado. Yo he leído sus poemas hasta en los trenes portugueses y descansando en el monasterio templario de Tomar (4) bajo la la sombra del sol. En Lisboa, cualquier calle o café es propicio para saborear su lirismo.


La próxima vez que lo lea en América, me subiré a las cumbres de Machu Pichu. Desde lo alto de los vuelos de los cóndores trataré de contemplar si sus versos también corren sobre las aguas del Urubamba como en el Tajo (5).


(1) Fernando Pessoa murió en Lisboa el 30 de noviembre de 1935.

(2) Me refiero al monumento de metal que se levanta delante del café A Brasileira, donde Pessoa solía tomarse un cafecito.

(3) Traducción al español. HORIZONTE / El mar anterior a nosotros, tus miedos / Tenía coral y playas y arboledas. /Desveladas la noche y la cerrazón, / Las tormentas pasadas y el misterio, / Abría en flor el Lejano, y el Sur sideral/ 'Splendía sobre las naves de la iniciación. // Linea severa de la lejana costa / Cuando la nave se aproxima írguese la cuesta / En árboles donde el Lejano nada tenía; / Más cerca, se abre la tierra en sonidos y colores: /
Y, en el desembarco, hay aves, flores, / Donde era sólo, de lejos la abstracta linea //El sueño es ver las forma invisibles / De la distancia imprecisa, y, con sensibles / Movimientos de la esperanza y de la voluntad, / Buscar en la linea fria del horizonte / El árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente / Los besos merecidos de la Verdad.( Traducción de Sebastián Santini).

(4) Para ver fotos del monasterio de los templarios de Tomar hacer click aquí: http://www.fotos-reiseberichte.de/portugal/tomar/index.html

(5) Para ver un vídeo con los versos de horizonte, hacer click abajo:

http://www.youtube.com/watch?v=i-_pgqvmKrw

martes, 20 de noviembre de 2007

REGINE KRESS-FRICKE: LOS NIÑOS Y LA LITERATURA

Portada del libro Der Weihnachtsfang (1) de la escritora alemana Regine Kress-Fricke.

Por José Carlos Contreras Azaña

Regine Kress-Fricke llegó puntualmente. La vimos acercarse a la entrada de los estudios de la emisora (2). Le abrieron la puerta y, en seguida, se sintió esa luz que irradian algunas personas elegidas (los escritores deben de estar incluidos en esta lista, aunque hay algunos que al conocerlos te entran ganas de correr de espanto). Regine es alta, delgada, cabellos marrones, tirando para rojo, sonrisa abierta y una mirada llena de cariño. Nos saludó, nos saludamos y esperó con paciencia unos minutos que se emitiera la primera tanda musical del mediodía.

Luego la invitaron a sentarse. No le colocaron los audífonos, pero sí le prepararon el micrófono donde ella iba a hablar. Sacó un libro. Un bello libro con dibujos de colores enigmáticos: mares, peces, enanos saltando, olas, soles, brisa, luz. La presenté ante los oyentes (es hermoso pensar que ahora con esa magia de internet alguien nos escuche sentado en una habitación en Tokio o en una plaza de Helsinki) y nos leyó parte de la leyenda mexicana Der Weihnachtsfang (1).

Mientras ella leía, yo miraba los dibujos que acompañaban a cada página. Me daba curiosidad saber quién había dibujado tanta belleza llena de ternura. Regina seguía leyendo, mientras, a la segunda página (las letras del libro son grandes) me sumergí en el encanto de las pinturas y viajé a otros mundos con los ojos abiertos, quizá en los recovecos iluminados de mi infancia en Lima, o en las visiones de los niños que he visto jugar en los pueblos marroquís, cerca de Tanger o en las playas de Río Haina, en República Dominicana.

Mientras escuchaba la voz de Regine, como una canción deletreando con gusto el verbo germánico, yo seguía ensimismado en los dibujos del libro. Recordé las pinturas de niños en la selva de Perú, en el cacerío San Francisco, cerca de Pucallpa; y la sonrisa de los chavales antes de los partidos en el estadio de fútbol de La Rosaleda, en Málaga.

Los niños transmiten toda esa magia. Empero, mientras continuaba escuchando debajo de mis elucubraciones la voz de Regine, me seguía preguntando quién o quiénes habían puesto sus manos sobre esos colores y dibujos tan vivaces.

De pronto Regine terminó. No leyó todo el cuento e invitó a los oyentes a seguir leyéndolo topando con sus manos y admirando con sus ojos su gramática y los dibujos en papel y colores. Entonces fue cuando contó que el libro lleva los dibujos hechos por unos niños de una escuela alemana (3). No importa qué escuela. Lo que importa es que a través de esos dibujos vi durante diez minutos toda la belleza que nos puede regalar una niña y un niño a través de su imaginación.

Topé el libro unos instantes, despedí a Regine ante el micrófono y eché a andar la segunda descarga musical. Nos abrazamos y, Regine se despidió del resto del equipo de producción, de Maja y Joachim, y la vi desaparecer entre los cristales de los estudios de la radio dejando tras de si esa magia que dejan los escritores y, regando, a diestra y siniestra, cristales y guirnaldas que seguro los niños le han dibujado en la silueta.

(1) In den Hochebenen des indianischen Südmexikos macht sich vor dem Weihnachtsabend Uriata mit seinen beiden Kindern auf den Weg zum Fischen. Die Töpfe sollen für das Fest im Dorf so richtig gefüllt werden. Anfangs scheint den Dreien das Fischerglück nicht hold zu sein. Sie begegnen wunderlichen Fischlein, die sie und ihren Vater in ein großes Abenteuer verwickeln. Ob die drei am Ende Glück haben werden mit einer fetten Weihnachtsbeute?

(2) Regine Kress-Fricke, realizó la lectura en vivo, en los estudios de Querfunk Freies Radio Karlsruhe http://www.querfunk.de/ en el programa Haltstelle Iberoamerika http://haltestelleiberoamerika.blogspot.com/ el domingo 18 de noviembre de 2007 a las 12: 12 horas de Alemania.

(3) Der Weihnachtsfang. Info Verlag: www.infoverlag.de

(4)13 Mädchen der Karlsruher Nebenius-Grundschule haben im Rahmen einer Kunst-AG zusammen mit Christine Geesing dieses Buch gemacht. Mit viel Eifer und großem Stolz beschäftigten sie sich mit der malerischen Umsetzung ihrer Ideen. Die eindrücklichen Bilder begleiten die Geschichte von Regine Kress-Fricke. Der Erlös des Bilderbuches soll zusätzliche künstlerische Bildung in der Nebenius-Grundschule ermöglichen.

viernes, 16 de noviembre de 2007

LOS TRENES DE ALEMANIA, LUIS SEPÚLVEDA Y LA LITERATURA

Portada del libro Desencuentros de Luis Sepúlveda. Editorial Tusquets http://www.tusquets-editores.es/
Por José Carlos Contreras Azaña

Una huelga de maquinistas está paralizando desde ayer todo el tejido ferroviario alemán. Hoy, a propósito de trenes y maquinistas, he recordado el cuento fantástico de Luis Sepúlveda, Cambio de ruta, que leí, dicho sea de paso, a bordo de un tren español que me llevaba a Extremadura. El cuento pertenece al libro Desencuentros (Editorial Tusquets. Primera edición 1997).

Cambio de ruta cuenta la historia de los pasajeros de un tren que atraviesa la sierra norte de Chile, que cubre la ruta Antofagasta-Oruro, y que nunca llegan a su destino, porque ellos, a través de la radio, se enteran que han muerto.

El tren había salido puntualmente. La mayoría de los pasajeros abandona los vagones de primera y segunda en la estación de Calama y, sólo 16 personas continúan viaje: dos maquinistas, un revisor, el encargado del vagón postal, una pareja de recién casados, un estudiante, un comerciante, un boxeador con gran futuro, su manager, el masajista y cinco monjas.

En el trayecto, un banco de niebla impide la visibilidad de los maqunistas y estos deciden detener el tren. Los maquinistas tratan de saber lo que pasa y salen de la máquina pero no logran dar más un paso porque las neblina les impide toda visión. Regresan al tren y se encuentran que la radio para comunicarse no funciona. Deciden juntar a los pasajeros de segunda y primera en un vagón y les cuentan lo que pasa.

Más tarde los maquinistas deciden salir otra vez, acompañados del boxeador. Se atan una cuerda en la cintura como los alpinistas para no perderse. Entonces descubren que se encuentran, en medio un puente.

- Estamos en un puente -dijo el ferroviario.
-¿Qué? ¡Si no hay un solo puente en todo el trayecto! -dijo el otro.
(...)
- La puta. Es cierto. ¿Dónde estamos?
- ¿Tienes algo pesado? Quiero saber si hay agua abajo.
- Entiendo. Atento. Voy a botar la linterna.

Esperaron conteniendo la respiración todo el tiempo que pudieron, pero no escucharon el ruido esperado. No escucharon ningún ruido.

Regresaron al vagón. Allí el estudiante sacó su radio transistor y escucharon las noticias de las siete de la mañana, donde el locutor daba a conocer el descarrilamiento del ferrocarril Antofagasta-Oruro ocurrido la noche anterior. Entonces todos se miraron en silencio. Estaban muertos.

Este cuento corto es una delicia. Como hoy casi no hay trenes en Alemania se me vinieron a la memoria todos los trenes por donde recorrí algo del mundo, desde los puntuales e impecables trenes alemanes, los de Texas en Estados Unidos, los de Portugal recorriendo la costa en Portimao, y hasta el tren de la sierra central de Perú, que hasta hace poco, era el tren más alto del mundo y que atravesaba la estación de Ticlio a 4758 sobre el nivel del mar. Allí me he dado el gusto de bajar y contemplar sobre la nieve tanta belleza natural.

Los trenes de Noruega son comodísimos hasta Trondheim, más no conozco, y, cuando viajo por los Alpes en los trenes austriacos, tengo siempre la sensación que subo otra vez por la cadena central de los Andes. El recorrido hasta Klagenfurt es fantástico.

Los viajes en tren, más largos de mi vida, fueron de Málaga a Karlsruhe y de Karlsruhe a La Coruña. Es increible la cantidad de gente interesante que se llega a conocer en un tren. Hoy casi no hay trenes en Alemania, mañana sábado tampoco. Luis Sepúlveda, que conoce bien los trenes alemanes debe también de recordarlos.

martes, 13 de noviembre de 2007

Así se ve un atardecer en la selva del Tambopata-Candamo. Más cerca del paraíso no se puede estar. Carmen Sebastiani nos transporta en la tercera parte de sus recopilaciones de su libro Fabulaciones de tres mundos a los reynos de la selva. Foto: www.properu.gob.pe

Cuando alguien vuelve los ojos a su niñez, y siente una vez más los aires y las voces; los sonidos y los aromas; las caricias y los colores del pasado, es un viaje sumamente placentero y directo al epicentro de nuestras raíces profundas. Es un viaje despierto, sin dar siquiera un paso. Es soñar, sin cerrar la vista. Volver a nacer, o a morir, que es lo mismo, porque cuando se nace, ya se está muriendo a través de ese camino plagado de esas tres muertes que tenemos: la primera, cuando dejamos de ser niños; la segunda, cuando dejamos de ser adultos y la tercera, ya estando viejos, nos morimos de verdad. ¿Cómo recordará un esquimo el hielo de su niñez? ¿cómo avizorará un hombre del desierto, el Sahara de su infancia? ¿con qué ojos verá una mujer amazónica sus primeros "ríos profundos"? ¿con qué sonrisa dibujará su rostro un infante de la Selva Negra alemana, sus primeros abetos acicalados de nieve? ¿cómo?.

Cuando mi cuerpo vibró por primera vez, a bordo de un coche, sobre las abruptas y suicidas carreteras de mi país para llegar a los pueblos más escondidos del planeta andino, se quedaron grabados para siempre la belleza de luz y sombras, de flores e ichus, de llamas y cerros, de curvas y precipicios, de cactus y manzanas. No he olvidado nunca las cimas blancas de las cordilleras, ni los ríos cristalinos y fríos bajando entre las represas de mis dedos.

Todo ese mundo, querido lector, lo siento cuando leo y releo las fantásticas historias de un libro que tengo desde hace años como amante compañera: Fabulaciones de tres mundos "Mitos, leyendas, tradiciones y cuentos folklóricos peruanos"(1). La obra es una recopilación y selección de Carmen Sebastiani.

Esta joya de libro (desde entonces he adquirido otras joyas que enarbolan la bandera de las leyendas andinas y amazónicas) la compré en una pequeña librería que se encontraba en la misma calle donde se levanta el bar más poético de Lima, el Cordano, al costado del Palacio de Pizarro, frente a la Estación de Tenes de Desamparados.

La librería ya no existe, pero existe en mi recuerdo su atmósfera del siglo antepasado: oscura, pequeña, con el techo alto y las puertas enormes. Allí, detrás de un escaparate descrubrí el libro que hoy rindo pleitesía: Fabulaciones de tres mundos.



Estes es el rey de la selva mazónica, en realidad no hay reyes ni reynas, todo es un reyno. Aunque muchos dicen que la anaconda es la reyna superior. En el libro Fabulaciones de tres mundos se respira los olores de los animales y los vegetales. Foto: www.promperu.gob.pe


El libro está dividido en cuentos, leyendas y narraciones de la costa, sierra y selva de Perú. En la sección selva pone hincapié en los relatos de las culturas Witotos, Amuesha, Machiguengas, Carziba, Aguarunas, Yaguas y Piros. La leyenda de La capirona y Las dos estrellas son las má resaltantes de este grupo, donde se imponen el amor a la naturaleza y se deja en duda la mano del hombre como parte de su destrucción.

Cuando estuve internado en la selva del Tambopata-Candamo (sureste de Perú), o de Pacaya-Samiria (noreste de Perú) pude sentir con intensidad, al ver tanta belleza, las palabras de esas leyendas. No tuve el libro en la mochila, pero me acompañó sigilosamente al observar la enorme presencia de árboles tan gigantes y macizos (sin embargo tan débiles porque tendían sus raíces hasta más de setenta metros a los cuatro puntos cardinales). Esas selvas, esos ríos, esos cantos de sirenas rosadas y de caimanes en la noche, han sido mi alimento para no olvidar tanta maravilla, y para eso me ha ayudado este libro que quiero, otra vez, y ahora mismo, abrir sus páginas, para irme a soñar.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Arriba, parte del texto de Corazón coraza de Mario Benedetti; abajo, a la izquierda, portada del libro Antología Poética de Mario Benedetti y, a la derecha, la foto del autor en la página de internet de la Biblioteca de Autores Contemporáneos (1).

El escritor uruguayo que acompañó mis noches en mi casa de Lima, especialmente esas noches en que construía un cierrapuertas alrededor mío, porque -sencillamente- en Lima es difícil dejar de ser asaltado por las pandillas de amigos, era Mario Benedetti (2). Me leía sus cuentos de los libros que prestaban tan amigablemente la gente que trabajaba en la biblioteca del antiguo local del Instituto Goethe, ubicada, hasta fines de la última década del siglo pasado, en el jirón Ica, en Lima.



Hoy, durante la edición del programa Haltestelle Iberoamerika he leído el poema Corazón Coraza, de Mario Benedetti, de su libro "Canciones del más acá". Editorial Seix barral. Biblioteca Mario Benedetti.
Desde que iniciamos las ediciones del programa de radio siempre hemos tratado de dar a la poesía la puerta de entrada. Lo hacíamos antes de conocer en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt a la escritora cubana afincada en Europa, Karla Suárez (3), de quien no olvidamos sus palabras de amor a la poesía y su sentencia "hay que invadir Europa con poesía": eso es lo que tratamos de hacer. Poesía en español y casi siempre, bilingual.
Hoy hemos estado con Mario Benedetti. Suena como si él hubiera estado en la cabina de la emisora Querfunk Freies Radio Karlsruhe. Suena tan familiar, ¿verdad?, eso es porque la literatura de Benedetti es así: amorosa, real, fuerte y a la vez tierna, como si un amigo te regalara poesía y se sentara a tu lado y te leyera sus poemas con tranquilidad, sin esperar nada a cambio, sino regalarte compañía, obsequiarte palabras.
En el prólogo del libro "Canciones del más acá", Mario Benedetti deja constancia que "desde comienzo de los años setenta hasta hoy, he escrito numerosas letras de canciones, muchas de las cuales me fueron solicitadas por músicos y cantantes amigos, que las han ido incorporando a sus repertorios y a sus discos y casettes. Hay también otros artistas que han puesto música a poemas míos que no habían sido originalmente escritos para ser cantados y que, sin embargo, para mi asombro, funcionaron muy como canciones".

A continuación transcribimos el poema Corazón coraza:

CORAZÓN CORAZA

MARIO BENEDETTI


Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.
(1) La biblioteca de Autores Contemporáneos se puede visitar en la siguiente página: http://www.cervantesvirtual.com/

sábado, 10 de noviembre de 2007

KAFKA Y LAS HORMIGAS













Arriba, una foto de una homiga con un microchip: Fuente fotográfica http://www.theage.com.au/ , abajo, la portada del libro La metamorfosis, para niños.

Hoy me he levantado con ganas de leer a Kafka (1), porque Karlsruhe -con K de kafka-, la ciudad donde vivo, ha amanecido fría, nublada y lluviosa: ha sido una gran ocasión para refugiarme en los libros de Kafka. No vayas a pensar, estimado lector, que he amanecido como un coleóptero con las antenas disecadas y con las alas tendidas en la cama, no, sólo he abierto los ojos con el deseo de releer esa fascinante historia de La Metamorfosis. ¿Se acuerdan cómo empieza?:

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.


Luego de embarcarme en el fascinante mundo kafkiano he tenido la osadía de releer algunos inicios de novelas donde se tiene como personaje a una mosca. Empecé con el cuento En la oscuridad, de Antón Chéjov(2):

Una mosca de mediano tamaño se metió en la nariz del consejero suplente Gaguin. Aunque se hubiera metido allí por curiosidad, por atolondramiento o a causa de la oscuridad, lo cierto es que la nariz no toleró la presencia de un cuerpo extraño y dio muestras de estornudar. Gaguin estornudó tan ruidosamente y tan fuerte que la cama se estremeció y los resortes, alarmados, gimieron. La esposa de Gaguin, María Michailovna, una rubia regordeta y robusta, se estremeció también y se despertó. Miró en la oscuridad, suspiró y se volvió del otro lado. A los cinco minutos se dio otra vuelta, apretó los párpados, pero no concilió el sueño. Después de varias vueltas y suspiros se incorporó, pasó por encima de su marido, se calzó las zapatillas y se fue a la ventana.

Y terminé con el cuento La mosca, de la escritora nacida en Nueva Zelandia Katherine Mansfield (3):

En aquel momento el jefe se dio cuenta de que una mosca se había caído en el gran tintero y estaba intentando infructuosamente, pero con desesperación, salir de él. ¡Socorro, socorro!, decían aquellas patas mientras forcejeaban. Pero los lados del tintero estaban mojados y resbaladizos; volvió a caerse y empezó a nadar. El jefe tomó una pluma, extrajo la mosca de la tinta y la depositó con una sacudida en un pedazo de papel secante. Durante una fracción de segundo se quedó quieta sobre la mancha oscura que rezumaba a su alrededor. Después las patas delanteras se agitaron, se afianzaron y, levantando su cuerpecillo empapado, empezó la inmensa tarea de limpiarse la tinta de las alas. Por encima y por debajo, por encima y por debajo pasaba la pata por el ala, como lo hace la piedra de afilar por la guadaña. Luego hubo una pausa mientras la mosca, aparentemente de puntillas, intentaba abrir primero un ala y luego la otra. Por fin lo consiguió, se sentó y empezó, como un diminuto gato, a limpiarse la cara. Ahora uno podía imaginarse que las patitas delanteras se restregaban con facilidad, alegremente. El horrible peligro había pasado; había escapado; estaba preparada de nuevo para la vida.

Osea que hoy ha sido para mí un día de insectos. No sé, pero les debo confesar que me fascina leer literatura con personajes alados. La metamorfosis me fascinó cuando era niño y la releía siempre, como aquellas personas que ven dos o tres veces la misma película, hasta que un día el libro desapareció, no sé si lo perdí en la calle o se lo comieron las hormigas. A propósito de hormigas, hace una semana, leía un informe (4) sobre el mundo de la mirmecología (5), y del trabajo del científico Edward Wilson, que se ha dedicado toda su vida a auscultar el mundo de las hormigas. Me quedé sorprendido al saber que las hormigas esclavizan a otras hormigas, que pueden decapitar a sus semejantes de un golpe, que las hembras pueden castrar a sus machos y, que cruzan los ríos de orilla a orilla juntándose las unas a las otras como una gran bola con un agujero en el centro. Pero eso es otro tema y yo sólo he querido hablar hoy de Franz kafka, y no lo he conseguido.

(1) Franz Kafka, Praga, 1883 - 1924.

(2) Antón Chejóv, 1860 - 1904

(3) Katherine Mansfield, 1888 - 1923

(4) http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/lecturas/2007-09-29/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3743423.html

(5) Mirmecología, del griego myrmekes, hormiga.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

JOSÉ HIERRO Y LA POESÍA QUE SE RELEE CON GUSTO


A la izquierda portada del libro "Cuaderno de Nueva York", a la derecha, el poeta José Hierro: fuente fotográfica Braza.

Tras mis vacacaciones de otoño -que pasaron con una velocidad increíble- me he refugiado en la poesía. Hoy, por ejemplo, después de dictar clases, me he puesto a leer al poeta español José Hierro (1). Releer libros es una de mis pasiones cuando quiero salir de la rutina, del atosigamiento y monotonía. Releer poesía es un descanso sobre las nubes. Un relajo increíble que me hace sentir dopado de palabras.

Cuando era niño, recuerdo, empecé a leer poesía en la escuela primaria. Creo que fue a las dos semanas de haber empezado las clases, que en Perú la llamaban transición, cuando aprendí de memoria mi primer poema, el cual tuve que declamarla a los cuatro puntos cardinales delante de los alumnos de las diferentes secciones. Escuchar mi voz repertirse dos, cuatro veces, era una sensación sumamente extraña. ¡Los Andes bañados de sol...Los Andes bañados...Los Andes...Los!.

No recuerdo que poema declamé. Pero me acuerdo que, al finalizar mi declamación, los profesores de otras secciones se acercaron a mi maestra para felicitarla. En ese momento no entendía lo que estaba sucediendo, pero en las siguientes declamaciones que me tocaron hacer en los meses posteriores, pude comprender que no lo hacía mal: osea declamar.

Decía que cuando quiero respirar el aire de la tranquilidad me refugio en la poesía. Y hoy me he refugiado en el "Cuaderno de Nueva York" (2) de José Hierro. Me he arrimado a sus palabras y repetido algunos versos del vate como el parlante de mi escuela transición. Les copio una líneas de su poema ORACIÓN EN COLUMBIA UNIVERSITY.


Bendito sea Dios, porque inventó el silencio,
y el chirrido de la chicharra
y el lagarto de fastuoso traje verde,
y la brasa hipnotizadora
(horizontal crepúsculo pudo haberla llamado
don Pedro calderón de la barca en el declive del Barroco).
Bendito sea Dios que inventó el agua,
el agua sobre todo.


(1) José Hierro nació en Madrid en 1922. Cuando estalló la guerra civil española (1936-1939) era casi un niño. Esos hechos de sangre y tragedia lo marcaron mucho, su poesía refleja matices sociales y de la condición humana. Participó en ese conflicto clandestinamente, hasta que cayó preso, siendo liberado en 1942.
Entre sus libros más reconocidos están "Cuadernos de Nueva York" y "Alegría". Premio Cervantes de las Letras en 1999. Murió el 21 de diciembre de 2002.
Recomiendo leer la crítica de Manuel Vázquez Montalbán cuando José Hierro ganó el Premio Cervantes de las Letras: http://www.vespito.net/mvm/hierro.html
Discurso de José Hierro cuando recibió el Premio Cervantes: http://usuarios.lycos.es/precervantes/ceremonia/hierro.html

(2) Editorial Hiperión. San Sebastián de los Reyes 1998.

jueves, 1 de noviembre de 2007

EL ARTE DE MORIR, ES EL ARTE DE HABER VIVIDO

Por José Carlos Contreras Azaña

La vida no vale nada, o, goza cada minuto de tu vida, porque tú pasarás más tiempo muerto, que vivo; son dos sentencias que me vienen a la memoria en este Día de los Muertos.

Los grafitis los he leído en lavabos de distinta geografía. La primera, en una cantina escondida en las inmediaciones del centro de Lima, en Perú, y, la segunda, en la escuela secundaria Bismarck Gymnasium de Karlsruhe, en Alemania (por supuesto, escrita en el idioma de Hölderlin).
En España, recuerdo haber leído en un retrete de Málaga, parte de los bellos versos de Jorge Manrique: Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte.

Pero las anécdotas más cómicas que he escuchado con respecto a los muertos, pertenecen a Antonio Skármeta y a mi señora madre.

El escritor chileno, cuenta que en Santiago, frente al cementerio de la ciudad, hay un bar que da cara a la puerta principal del camposanto, y ¿se imaginan cómo se llama ese bar?, pues, nada más y nada menos, que Aquí se está mejor que al frente.

Mi madre cuenta que cuando era niña, su abuela preparaba los mejores manjares para su finado esposo; los dejaba servidos en la mesa de la cocina, como para que degustara el muerto en su ausencia, y se iba al cementerio a poner flores a su tumba. En ese lapso de tiempo, mi madre y un primo suyo, volvían a casa y se comían los postres, y, después, salían corriendo de la vivienda con la barriga llena. Al volver, la abuela se amocionaba, creyendo -eso lo cuenta los ojos de una niña inocente- que su muertito había venido del más allá para visitar un rato la casa y saborear el manjar que más le gustaba.

La historia más triste que he escuchado sobre muertos, y es verdadera, proviene de Chepén, norte de Perú, donde un padre se vuelve loco al no encontrar a su hijo en casa y le dicen que vaya al cementerio para verlo, mejor dicho, para palpar su tumba. Y así lo hizo, se fue, y quiso desenterrarlo con sus manos, gritando y llorando, bajo un cielo oscuro en una noche oscura al sur de la línea ecuatorial.

El cuento peruano más gracioso que he leído con respectos a muertos, es el cuento El milagrero del escritor Cronwel Jara Jiménez. El milagrero es la historia de Crisóstomo, un asno que se muere a la vera del camino en Morropón, norte de Perú, y su dueño lo entierra allí mismo, le pone una cruz, le lleva flores y le prende velitas; con el tiempo le construye una urna, y la gente del pueblo imita esa costumbre pensando que en el lugar se halla enterrado un ser que hace milagros. Efectivamente, las personas que se acercan a la tumba del cuadrúpedo le piden milagros, le arrojan monedas, y parece que funciona el asunto de las mil maravillas. El solípedo, que hacía milagros en vida a su dueño ganando el pan de cada día, los sigue haciendo, para él, después de muerto.

Recuerdo a otro muerto peruano, Garabombo, que se vuelve invisible para vengar las opresiones de su pueblo. La verdad que no está muerto, pero la metáfora de la muerte está latente en su páginas. La historia pertenece a Manuel Scorza, publicada en su libro Garabombo el invisible.

Hay tantos muertos en la historia de la literatura universal, que la lista no alcanzaría en esta humilde columna; desde las muertes de grandes personajes, como don Alonso Quijano, Don Quijote, que muere confesado y sin tantas pompas fúnebres, y que en verdad, tras su muerte, el que muere es él y no Don Quijote; hasta la muerte del rey de Babilonia, poseedor de un laberinto, donde hacer perder a sus invitados. Uno de ellos se venga, suelta al rey de Babilonia en el laberinto que no posee ni escaleras ni puertas: el desierto. Allí muere. La gloria sea con Aquel que no muere, escribe al final del relato Los dos reyes y los dos laberintos, Jorge Luis Borges.

Aquí me quedo, no vaya a venir Tutankamon o, el señor de Sipán, o las momias de Guanajuato, y me corrijan estas líneas, porque, a pesar de todo, siempre estamos con un pie, como dicen en el país de Frida Khalo, en la casa de la pelona.