„La poesía no se enseña,
no se aprende, se encuentra“
Ilhan Berk (1)
¿Qué suerte es esa en la que un país mata a sus poetas y luego les levanta monumentos?. Eso pensaba esta mañana mientras leía en la edición del programa Haltestelle Iberoamerika el poema „Soneto final“ de Miguel Hernández. Supongo que se han leído en estos días cualquier cantidad de poemas en conmemoración al primer centenario de su nacimiento, y supongo, además, que ese nacimiento llevara irremediablemante a muchos a recordar su muerte. El poeta murió enfermo en la cárcel durante la etapa más tétrica que haya vivido España.
Dejo de lado los asuntos que conciernen a su muerte o nacimiento para concentrarme en el poema „Soneto Final“. Soneto final aborda, que duda cabe, el tema del amor, tema que Miguel Hernández trabajó con pasión durante toda su creación poética: no sólo desde el punto de vista del amor a la mujer amada sino también a la naturaleza, a la gente, a los niños, etc. La poesía hernandiana desparrama por todos lados el ínclito sentimiento amoroso.
Soneto final habla de „arcángeles glaciales“ del „llanto de las fuentes“ y del desconsuelo de los manantiales“. En la primera estrofa, el yo poético se lamenta frente a su cuita, y menciona en el primer verso el adjetivo „glaciales“ y, en el segundo, el sustantivo „nevada“, que inconfundiblemente nos remiten al frío, a la frialdad, al hielo, al témpano. En la segunda estrofa aparece el calor, porque habla de metales, fuego, yunque, herreros, asociaciones simbólicas ligadas a la metalurgia y que en la mitología están asociadas a los dioses de la fertilidad. Pero hay un verso que me llama mucho la atención: „el dolor de los yunques“.
En la tercera estrofa, el sustantivo dolor de la segunda aparece como adjetivo: „doloroso“. Y además sobresalen las palabras: espina, fatal y muerte que representan la pena y el desamor. El poeta se ve arrojado al mundo de los tristes en la cuarta estrofa y escribe: tanta ruina, desgracia. Y concluye que todo eso le acontece por amar: „ ... por quererte y sólo por quererte“.
„Soneto final“ es un hermoso poema que he leído este domingo delante de los micrófonos. Mientras lo hacía, creo, si no me he olvidado (hacer radio en vivo es una mágica experiencia que te lleva a otras constelaciones) veía al poeta caminar en el pueblo que nació en 1910, Orihuela, Alicante. Lo he visto pastando sus cabras y luego escribiendo su libro „Perito en lunas“. He visto recorrer su sombra bajo la metralla de la guerra civil (1936 – 1939) para luego ser encarcelado. No lo he visto morir. Los poetas nunca mueren. Se diluyen entre las estrellas y la tierra de los campos y las aguas de los ríos. Gracias por seguir estando allí Miguel Hernández. Gracias. Abajo apunto el „Soneto final“.
no se aprende, se encuentra“
Ilhan Berk (1)
¿Qué suerte es esa en la que un país mata a sus poetas y luego les levanta monumentos?. Eso pensaba esta mañana mientras leía en la edición del programa Haltestelle Iberoamerika el poema „Soneto final“ de Miguel Hernández. Supongo que se han leído en estos días cualquier cantidad de poemas en conmemoración al primer centenario de su nacimiento, y supongo, además, que ese nacimiento llevara irremediablemante a muchos a recordar su muerte. El poeta murió enfermo en la cárcel durante la etapa más tétrica que haya vivido España.
Dejo de lado los asuntos que conciernen a su muerte o nacimiento para concentrarme en el poema „Soneto Final“. Soneto final aborda, que duda cabe, el tema del amor, tema que Miguel Hernández trabajó con pasión durante toda su creación poética: no sólo desde el punto de vista del amor a la mujer amada sino también a la naturaleza, a la gente, a los niños, etc. La poesía hernandiana desparrama por todos lados el ínclito sentimiento amoroso.
Soneto final habla de „arcángeles glaciales“ del „llanto de las fuentes“ y del desconsuelo de los manantiales“. En la primera estrofa, el yo poético se lamenta frente a su cuita, y menciona en el primer verso el adjetivo „glaciales“ y, en el segundo, el sustantivo „nevada“, que inconfundiblemente nos remiten al frío, a la frialdad, al hielo, al témpano. En la segunda estrofa aparece el calor, porque habla de metales, fuego, yunque, herreros, asociaciones simbólicas ligadas a la metalurgia y que en la mitología están asociadas a los dioses de la fertilidad. Pero hay un verso que me llama mucho la atención: „el dolor de los yunques“.
En la tercera estrofa, el sustantivo dolor de la segunda aparece como adjetivo: „doloroso“. Y además sobresalen las palabras: espina, fatal y muerte que representan la pena y el desamor. El poeta se ve arrojado al mundo de los tristes en la cuarta estrofa y escribe: tanta ruina, desgracia. Y concluye que todo eso le acontece por amar: „ ... por quererte y sólo por quererte“.
„Soneto final“ es un hermoso poema que he leído este domingo delante de los micrófonos. Mientras lo hacía, creo, si no me he olvidado (hacer radio en vivo es una mágica experiencia que te lleva a otras constelaciones) veía al poeta caminar en el pueblo que nació en 1910, Orihuela, Alicante. Lo he visto pastando sus cabras y luego escribiendo su libro „Perito en lunas“. He visto recorrer su sombra bajo la metralla de la guerra civil (1936 – 1939) para luego ser encarcelado. No lo he visto morir. Los poetas nunca mueren. Se diluyen entre las estrellas y la tierra de los campos y las aguas de los ríos. Gracias por seguir estando allí Miguel Hernández. Gracias. Abajo apunto el „Soneto final“.
SONETO FINAL
Por desplumar arcángeles glaciales,
la nevada lilial de esbeltos dientes
es condenada al llanto de las fuentes
y al desconsuelo de los manantiales.
Por difundir su alma en los metales,
por dar el fuego al hierro sus orientes,
al dolor de los yunques inclementes
lo arrastran los herreros torrenciales.
Al doloroso trato de la espina,
al fatal desaliento de la rosa
y a la acción corrosiva de la muerte
arrojado me veo, y tanta ruina
no es por otra desgracia ni por otra cosa
la nevada lilial de esbeltos dientes
es condenada al llanto de las fuentes
y al desconsuelo de los manantiales.
Por difundir su alma en los metales,
por dar el fuego al hierro sus orientes,
al dolor de los yunques inclementes
lo arrastran los herreros torrenciales.
Al doloroso trato de la espina,
al fatal desaliento de la rosa
y a la acción corrosiva de la muerte
arrojado me veo, y tanta ruina
no es por otra desgracia ni por otra cosa
que por quererte y sólo por quererte.
(1) Ilhan Berk, poeta turco nacido 1918 en Manisa y muerto en 2008 en Bodrum.
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