Arriba, portada del libro "Der Nasenkönig" (El rey de las narices) de Joachim Ringelnatz, con ilustraciones de Erhard Dietl. Editorial Albatros.
„Die Muße ist die Schwester der Freiheit“
Aristóteles
(384 – 322 a.d.c)
por Jose Carlos Contreras
A mí siempre me han fascinado las hormigas. ¿A quién no?.Contemplar esos interminables desfiles de hormigas cargando sus equipajes que superan su propio peso entre árboles gigantescos o sobre el asfalto roto de una ciudad sin nombre han hecho corroborar mi admiración por esos diminutos animales. En la selva del Manú, en Perú, vi sorprendido y boquiabierto las enormes filas de edificios dibujando en la jungla un Manhattan hormiguero como si se trataran de trompas de elefantes que salían del subsuelo: allí vivían –me supongo- millones de hormigas. El lunes pasado volví a ver esas construcciones -en escala menor- mientras caminaba por la ruta del Geisterwald (La selva de los espíritus) en los campos de Renania Palatinado, en Alemania, en la frontera con Francia.
Cuando las he visto me ha venido a la memoria uno de los poemas que más gusta a los alemanes: quizá por su sencillez, o claridad o su simbología fabulesca que no deja dudas en el momento de tratar de entender lo que el poeta nos ha querido decir cuando escribió el mismo. Se trata del poema Die Ameisen (Las hormigas) del poeta, dramaturgo, narrador, pintor, cabaretista alemán Joachim Ringelnatz.
Die Ameisen posee ocho versos, pero en todas las antologías alemanas que he leído solo aparecen seis. Los dos últimos versos no aparecen porque, creo, el afan moral del poema, rematado en esos dos versos finales, destruyen un tanto la ambiciosa belleza de un poema tan sencillo. Repito, eso es lo que creo, ya que cuando leí por primera vez este poema tenía sólo seis versos. Al leerlo con ocho, cambio ligeramente la primera sensación que tuve de él.
El poema habla de dos hormigas que vivían en Hamburgo y que querían viajar a Australia, pero en la localidad de Altona, un lugar a la salida de Hamburgo, las hormigas sintieron dolores en las patas. Entonces decidieron abandonar su cometido y por lo tanto no llegaron nunca a Australia (1).
El filosófico poema está escrito con mucha ironía. Cualquier humano se puede identificar con estas hormiguitas que no logran su objetivo. ¿Un par de inmigrantes que no logran su objetivo? ¿un plan que se ha estropeado? ¿en la puerta del horno se quema el pan?. ¿Quién no ha empezado una empresa (por más pequeña que sea) y no ha llegado a cumplirla?. El mismo Sancho se quejaba impaciente ante su amo de no saber a ciencia cierta cuando le sería recompensado con una ínsula. Don Quijote, ese bello personaje que es uno de los mejores de la literatura mundial, siempre soñó con el amor de Dulcinea del Toboso. Deseos, empresas y objetivos no cumplidos. En el fondo todos somos hormiga o algo de don Quijote o Sancho Panza. El poeta Joachim Ringelnatz lo ha plasmado con un humor negro que provoca risa. Supongo que se ha reído mucho cuando lo escribía. Aquí el poema:
LAS HORMIGAS
Joachim Ringelnatz (1833-1934)
(Traducción: Jose Carlos Contreras Azaña. Karlsruhe 2010).
En Hamburgo dos hormigas vivían
Que viajar a Australia querían
En Altona, sobre el Chaussee
Las patas les comenzó a dolé(r)
A allí renunciaron con sabiduría
Al último tramo de la travesía
Die Ameisen
In Hamburg lebten zwei Ameisen,
die wollten nach Australien reisen.
Bei Altona, auf der Chaussee,
da taten ihnen die Beine weh,
und da verzichteten sie weise
dann auf den letzten Teil der Reise.
(1) Los biólogos se mofarán del poeta, porque la naturaleza es tan perversa, caprichosa o fascinante que existen variedades de hormigas de tan solo 16 milímetros, como las hormigas africanas, que caminan kilómetros y que se pueden comer un pitón de un bocado. Ver el libro „¿Tienen los animales que lavarse los dientes?“. Wiesner. Müller. Mattei. Página 56. Carl Hanser Verlag. 2005.
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