jueves, 29 de abril de 2010

NICHO NÚMERO 1009: MIGUEL HERNÁNDEZ CABALGA DE NUEVO POR LAS ESTEPAS ESPAÑOLAS























“Mis ojos sin tus ojos no son ojos"

Miguel Hernández



„¿Sabe que miente el que recuerda?“

José Manuel Caballero Bonald


„La muerte está en los catres:

En los colchones lentos, en las frazadas negras,

vive tendida y de repente sopla:

sopla un sonido oscuro que hincha sábanas, y

hay camas navegando a un puerto

en donde está esperando vestida de almirante“


Pablo Neruda



Stendhal decía que introducir política en un texto literario era como disparar una pistola en medio de un concierto. ¿Pero cómo hubiera sido posible no escribir sobre la condición de los hombres y sobre el espectro político que los rodeaba, venga de donde venga, en medio de un estado de beligerancia que colgó del cuello a España el siglo pasado durante su Guerra Civil?. Aquí ya toco la última parte de la creación poética del escritor Miguel Hernández (Orihuela, 1910 – Alicante, 1942), que fue uno de los grandes autores de la literatura del siglo XX español y de quien este año se cumple el primer centenario de su nacimiento.


Durante la Guerra Civil española (1936-1939) se derramó sangre en ambos bandos y la palabra política ocupó textos literarios. Lo demás ya lo sabemos, y será otra ocasión donde abordemos la rara transcición española, pero lo que interesa aquí es dejar claro que el ser humano es el único animal que llora a sus muertos. Ya lo cantaba Vallejo en su poema Masa o algún vate siberiano „cuyo libro no quiero acordarme“ (o no quiere acordarse mi memoria por lo que me deben perdonar las luciérnagas de Schopenhauer y las mariposas de Eric Carle).


Hace un siglo que nació el poeta Miguel Hernández, aquí quiero ser seco y crudo: a quien se le dejó morir en una cárcel. (Que los Dioses de Huarochirí impidan otra cosa así, aunque la historia escrita por la barbarie insiste su lúgubre recorrido. Kafka tenía razón cuando pintarrajeaba la faz de la justicia con un hombre solitario sentado esperando ante una puerta cerrada la hora que se abriera).

Cuando murió Miguel Hernández ni siquiera su padre lo fue a ver: atrás dejaba los aires de poeta neogongorino, el que caminaba por su Orihuela natal, el poeta que hablaba de los evangelios; atras quedaba el hacedor de versos plagados de obreros y sombras, hasta que el odio entre hermanos incendió la casa ibérica y sobre la faz española se abofeteaban primos contra primos, tíos contra sobrinos. Al final de esa obscura página de la historia de España no me puedo imaginar hasta ahora como el poeta Miguel Hernández no huyera de la barbarie de la mano de otros poetas amigos con relaciones consulares, cuando ya se regaba sobre España, como la tinta de un pulpo viudo, la venganza.


Ya en la cárcel, y conmutada su pena de muerte, tras interceder entre otros, el poeta de la falange Rafael Sánchez Maza, Miguel Hernández desiste en bajar la cerviz y se niega a reciclarse como un poeta arrepentido frente al dictador Francisco Franco. En su lugar yo tampoco lo hubiera hecho. En ese panorama muere el poeta de tuberculosis en las mazmorras cuando tenía 31 años. ¿Qué se podría esperar de un regimen que mataba a sus poetas?.


Leyendo la biografía del poeta, que entre los 14 hasta los 20 andaba de cabras, les cuento que a los veinte publicó su primera obra, y vivió hasta los 31 años. Breve vida. Sus últimos años en la guerra y en la cárcel (El poeta Marcos Ana (1)dice que lo vio). Hernández tuvo una corta existencia llena de azarosidad, impregnada de una apasionante labor de poeta. Poeta sobre todo. Y de los grandes, de esos que pervivirán 200, 300, 400 años más en la memoria de futuras generaciones. De eso no hay duda. Miguel Hernández murió por sus ideales, y sobre todo ¡qué mala suerte! Joven: entonces nace la leyenda. ¿Hay mucho de leyenda en todo lo que nos rodea?. Uno puede morir a cualquier edad, te puedes pasar los años llenándote de contradicciones, pero este poeta siguió siendo poeta. Nunca se doblegó ante la barbarie. A veces la barbarie somos todos nosotros. Este año que se conmemora el centenario de su nacimiento es inevitable toparse con su recuerdo por cualquier portal en Internet o en medios impresos del mundo literario. Además se han publicado una serie de libros sobre él. Arriba cuelgo algunas fotos de esas publicaciones y abajo les apunto un fragmento del poema „Sino sangriento“, el poema que más me llega (al fondo el los fondos) de Miguel Hernández.


Otra cosa más, si alguien está por Portugal o España, camino a casa, y pasa por Rosal de la Frontera (ese pueblecito onubense fronterizo con Portugal que una noche me regaló tanta felicidad cuando aparcamos en la soledad de la luna y nos fuimos al primer bareto que encontramos y divisamos gentes y jóvenes con tanta alegría que nos regalaron una noche de fiesta entre cervezas y baile. Nunca podré olvidar a la dueña del local bailando encima del mostrador mientras me rodaban lágrimas por dentro pensado en este poeta que tanto cantó a las cosas simples de la vida y del pueblo y fue devuelto aquí precisamente por la policía portuguesa, y detenido algo más de una semana en su carceleta, cuando trataba de huir a Portugal) no deje de visitar el Centro de Interpretacion Miguel Hernández de Rosal de la Frontera (2).


SINO SANGRIENTO (fragmentos)


Miguel Hernández



“De sangre en sangre vengo

como el mar de ola en ola,

de color de amapola el alma tengo,

de amapola sin suerte es mi destino,

y llego de amapola en amapola

a dar en la cornada de mi sino.


Criatura hubo que vino

desde la sementera de la nada

y vino más de una

bajo el desgnio de una estrella airada

a en una turbulenta y mala luna.


Cayó una pincelada

de ensangrentado pie sobre mi vida,

cayó un planeta de azafrán en celo,

cayó una nube roja enfurecida,

cayó un mar malherido, cayó un cielo.


Vine con un dolor de cuchillada,

me esperaba un cuchillo a mi venida,

me dieron a mamar leche de tuera,

zumo de espada loca y homicida,

y al sol el ojo abrí por vez primera

y lo que vi primero era una herida

y una desgracia era.


(…)

Lucho contra la sangre, me debato

contra tanto zarpazo y tanta vena,

y cada cuerpo que tropiezo y trato

es otro borbotón de sangre, otra cadena.


(…)


¡Ay, sangre fulminante,

ay trepadora púrpura rugiente,

sentencia a todas horas resonante

bajo el yunque sufrido de mi frente!


La sangre me ha parido y hecho preso,

la sangre me reduce y me agiganta,

un edificio soy de sangre y yeso

que se derriba él mismo y se levanta

sobre andamios de huesos.


(…)


Me dejaré arrastrar hecho pedazos,

ya que así se lo ordenan a mi vida,

la sangre y su marea,

los cuerpos y mi estrella ensangrentada.


Seré una sola y dilatada herida

hasta que dilatadamente sea

un cadáver de espuma: viento y nada”.



(1) EL POETA MARCOS ANA EN LA TELEVISIÓN ALEMANA Y FRANCESA

(2) Rosal de la Frontera

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