Portada del libro Kafka y la muñeca viajera de Jordi Sierra i Fabra, publicado por editoriasl Siruela www.siruela.com
Escuchar de Premios que se dan por acá y por allá es reconfortante, más aún cuando detrás de los mismos no se esconden manos oscuras de tipo mercantilista.
De Premios podríamos hablar toda una noche. Los autores no premiados, no son de ninguna manera malos autores y; los premiados, buenos.
Cuenta la leyenda, que había un poeta peruano que se vino de su pueblo andino a la capital de Perú, Lima. Allí siguió escribiendo poesía como sólo lo saben hacer los poetas: viviendo cada palabra y cada metáfora como el sonido de un trueno o el canto de una rana. Continuó así, hasta que cayeron las palabras ponzoñosas de un crítico literario sobre sus versos. El crítico, cuyo nombre no quiero acordarme, conminó al novel escritor a volver a su pueblo y seguir sembrando papas, porque, sencillamente, decía, su poesía no valía para nada. Ese joven poeta no volvió a su pueblo, más bien abandonó el Perú y llegó a Europa. Allí vió el horror de la guerra civil española y murió en Paris.
Ese joven escritor de poesía se llamaba César Vallejo. Uno de los más grandes poetas de la literatura universal.
Bueno, decía que escuchar sobre Premios a veces reconforta, porque hoy ha ganado el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil de España 2007 el escritor Jordi Sierra i Fabra, autor que ha publicado más de 300 obras. Su libro, Kafka y la muñeca viajera, fue elegido el mejor libro infantil juvenil publicado en España en 2006.
Kafka y la muñeca viajera, trata un hecho real que vivió el escritor nacido en Praga, Franz Kafka, cuando se encontró una vez en Berlín con una niña que lloraba porque había perdido su muñeca. Seguramente que los sollozos conmovieron al autor de El Proceso, quien tuvo una genial idea para frenar el llanto de la pequeña: Kafka le dijo a la niña que no había perdido de ninguna manera a su muñeca, sino que la muñeca se había ido de viaje y que estaba seguro que mañana enviaría una carta. Así que Kafka se puso a escribir toda la noche una carta de la supuesta muñeca viajera para la niña. Así lo hizo varias semanas, la niña recibía cartas de su muñeca que Kafka se las leía en el parque.
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