domingo, 3 de enero de 2010

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ALBERT CAMUS: A 50 AÑOS DE SU MUERTE






Arriba, portada del libro „El Extranjero“ (Der Fremde) en una edición en idioma alemán publicada por la editorial Rowohlt. A la derecha una de las fotos más conocidas de Albert Camus hecha por el fotógrafo... la verdad que desconozco el nombre del autor de esta maravillosa fotografía.




„Mamá ha muerto hoy. O tal vez fue ayer, no lo sé. He recibido un telegrama desde el asilo: „Su madre ha fallecido. Entierro mañana. Sentidas condolencias“ Pero no quiere decir nada. Quizás haya sido ayer“.


El Extranjero. Albert Camus.


por Jose Carlos Contreras


Hace medio siglo, el 4 de enero de 1960, a la edad de 47 años, Albert Camus murió en un accidente automovilístico en el coche de su editor Michael Gallimard. El reloj que llevaba ese día se detuvo a las 13:55. Fue un final absurdo de una vida entregada a desenmascarar el absurdo antifaz que a veces lleva sin ser carnavales la existencia humana (el escritor no quería viajar en coche y tenía ya comprado un billete de tren para ese día). Camus es el más grande poeta del existencialismo, escribió obras de teatro, ensayos políticos y filosóficos, novelas, artículos y reportajes.


Después de la segunda gran guerra Albert Camus fascinó con sus escritos a las juventudes europeas, también a las alemanas, que culturalmente se hallaban en el suelo tras el conflicto de la cuarta década del siglo XX. Camus junto con Jean-Paul Sartre, Eugéne Ionesco (1) y Samuel Barclay Beckett (2) fueron la nueva savia que dio a Europa nuevos aires después de acabar destartalada y magullada por muchos costados.


Durante la ocupación francesa Camus escribía en el vocero clandestino de la resistencia. Se dice que Camus y el general De Gaulle, fueron quienes devolvieron a los franceses, después de la ocupación, el gusto a la vida y la fe en el hombre.


Eran tiempos de la guerra fría y los intelectuales en Europa limaban sus asperezas a través de discusiones de largo aliento. Mientras Sartre minimizaba los gulags, Camus combatía el totalitarismo rojo. Sin embargo el autor de „La peste“, no se dejaba amilanar por las posiciones antifascistas de los marxistas ni por las posiciones anticomunistas de los de la derecha. Después de los procesos de Nuremberg contra miembros del nacionalsocialismo Albert Camus solicitó la abolición de la pena de muerte a nivel mundial. En 1945 reaccionó horrorizado por la bomba de Hiroshima


En 1957 Camus recibió el Premio Nobel de Literatura, por lo que se levantaron voces en favor y en contra. Camus fue uno de los premiados más jóvenes en la historia de ese galardón.


El día de su muerte se halló entre sus pertenencias el manuscrito autobiográfico „El primer hombre“, que su hija por miedo a las reacciones rechazó su publicación durante 30 años, después, cuando se publicó por fin en 1994, sus admiradores pudimos leer, por ejemplo, lo que Camus escribió sobre su padre, a quien nunca conoció.


La imagen de Camus, cincuenta años después de su muerte sigue más firme como nunca. Sus obras como por ejemplo „El extranjero“ o „La peste“ ya forman parte de la historia inmortal de la literatura. Pero Camus fue más que su literatura, fue un intelectual de su tiempo sin temores ni tapujos, y que con la pluma y la palabra en ristre hincó (hinca) de rodillas a los que estaban (están) contra la libertad del individuo, la solidaridad entre los hombres y conoció muy de cerca el deshumanismo de las políticas de izquierdas y de derechas. Camus se ha convertido hoy por hoy en estímulo, guia y coraje para todos los seres humanos.


Para terminar estimado lector este recordatorio al gran escritor, les apunto una exquisita descripción que Camus escribió cuando estuvo en Montevideo, Uruguay (3).


"Me levanto temprano y escribo unas cartas. Luego, como sigo sin noticias de mis protectores naturales, voy a visitar Montevideo en un hermoso día gélido. La punta de la ciudad se baña en las aguas amarillas del río de la Plata. Aireada, regular, Montevideo se halla rodeada por un collar de playas y un bulevar marítimo que me parecen bellos. Hay una prestancia en esta ciudad, en la que parece ser más fácil vivir que en otras que vi hasta ahora. Mimosas en los barrios ajardinados, y palmeras que me recuerdan a Menton. Aliviado también por estar en un país de lengua española".



(1) La obra literaria de Eugén Ionesco dibuja la soledad de los humanos y lo insignificante que puede ser la existencia. Véase „La cantante calva“ o „El rinoceronte“ dos obras destacadas del catálogo del teatro del absurdo.


(2) Véase „Esperando a Godoy“, su obra de teatro más difundida.


(3) Véase „Camus en Montevideo“. Rubén Loza Aguerrebere. El País. Montevideo. 10 de diciembre de 2009.

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