martes, 7 de septiembre de 2010

MANUEL AZAÑA EN CÁDIZ

Arriba, portada de uno de los libros sobre Manuel Azaña que compré en Cádiz. Abajo, foto de un jovencísimo Mario Vargas Llosa durante su visita a una de las bodegas de Sherry de Jerez de la Frontera en 1974. Más abajo, caída de sol en la Costa de la Luz en setiembre de 2010. Fotos: literatambo.

„Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar“

Manuel Azaña


La cultura no está en los genes

Lewontin

„El centro del mundo“, como dice Pedrito, el personaje de „Los viejos amigos“ del escritor español Rafael Chirbes, se ha convertido para mí, en estos días, la Costa de la Luz, en Andalucía, al sur de España. Andalucía es siempre un exquisito encuentro para el ejercicio de viajero. Y quizá también un bonito lugar para morir: si es que los vivos tienen la facultad de barruntar el lugar del gran día.


Volver al mar (para mí la mar es una hermosa fiera femenina vestida de azul porque he sido marinero) ha resultado una húmeda y maravillosa sensación que me ha dejado el cuerpo salado de recuerdos: „Alguien acaba de caminar sobre mi tumba“ leo en „El mar“ del irlandés John Banville, esa novela poética que me he comido de un bocado compuesto por pata negra, donde un hombre, tras la muerte de su mujer, regresa a recoger las cenizas de su infancia en un pueblo costero. En Jerez de la Frontera, ciudad aromatizada de Sherry, caballos y motos, y que no está justamente en la costa, he recogido los pasos de la más maravillosa amiga que haya conocido y que me lleva la delantera al más allá. La muerte como el amor es inverosimil, el recuerdo sí. Por Jerez caminábamos un día de hace muchos años hablando de las igualdades del ser humano y de las desigualdades del mundo.


Recorriendo lugares cercanos a Jerez, entre Medina Sidonia y Caños de la Meca, esa amiga me hablaba de Rosa Luxemburg (1), Otto von Bismarck, de Johann Wolfgang von Goethe, y de lo maravillada que estaba por la literatura de Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y de un librito que lleva como título „Réquiem por un campesino español“ de Ramón J. Sénder (2).


Haber vuelto a la Costa del Sol ha sido una reconfortante medicina. Mares y playas, sol y dunas, tumbado en la arena como una morsa bajo un parasol me han venido a la mente las aguas de otras playas que visité, las del Pacífico y el Caribe no las olvido, pero resulta que a unas horas de Cádiz, en Tarifa, uno se puede bañar tanto en el Mar Mediterráneo como en el Océano Atlántico en un cerrar de ojos. Allí está la línea imaginaria que divide las aguas de un mar y un océano que caben en una mano abierta. Desde este punto se siente África más cerca. Se respira el viento de la libertad. Desde ese punto quizá Paulo Coelho haya escrito algunas páginas de su libro „El Alquimista“ y desde ese punto hasta se puede ver Tanger e imaginarse caminando orondo bajos los árboles la silueta de ese gran escritor de nombre Juan Goytisolo, cuyo nombre lleva la biblioteca en castellano de la esa ciudad marroquí. Más allá, en suelo de Al Andaluz, en la Playa Santa María de Cádiz, una bilbaina me enseñó la obra que leía: La Pasión India, libro que aborda el tema de la vida de otra de las mujeres fascinantes que haya pisado suelo de Andalucía: Anita Delgado, aquella chica guapa que dejó boquiabierto un día a un marajá que se la llevó a la India para desposarla entre elefantes y joyas.


Recorrer las esquinas andaluzas me han vuelto a empaparme de los versos de Juan Cobos Wilkins. Biografía impura es un libro sumamente arrollador para solo leerlo una vez: lo sigo releyendo con la misma admiración que me regalaron sus páginas desde la primera lectura.


Un adolescente hace la maleta

para largarse lejos de todo esto.


¿Qué lleva?

No precisa

más que ir metiendo las nubes (3)


Arriba en la foto un tonel con la firma del Premio Nobel de Literatura 1998 José Saramago, conservada en las bodegas Tío Pepe de Jerez de la Frontera . Abajo gente bebiendo copas en la centrica calle San Francisco de Cádiz, en la Marisquería Joselito. Fotos. literatamabo 2010.

Supongo que un turista quiera comerse en un día una ciudad con su cámara digital, mientras quien les escribe trata de saborear con su lente de viajero las sonrisas de las gentes y las tristezas de la noche con una parsimonia propia de tortuga. Cádiz no ha sido la excepción, pero me ha maravillado la exquisitez de sus librerías, a comparación de Jerez, que en su calle principal no se encuentra ninguna y el viajero se pierde en una aburrida hilera sin fin de tiendas de ropa y de calzado. Parece que a la cultura en Jerez se le ha dado las callecitas perdidas en el extrarradio de la ciudad. Menos mal que las firmas de Rafael Alberti, José Saramago y Mario Vargas Llosa en unos barriles de jerez que vi cuando visitaba unas bodegas de esa localidad me alegró la tarde. Valga pellejo.


Pero la tarde prometía más, volviendo a Cádiz, en una de sus calles me reencontré con la palabra de Don Manuel Azaña. En una librería el joven que me atendió me puso en la mesa como si se tratasen de ases que sacaba de la manga sendos libros de este escritor, estadista, pensador y político. Me llevé dos, entre ellos „Memorias políticas y de guerra“ Diario-discursos 1932. Leerlo entre Tarifa y Puerto de Santa María, entre Jerez y Frankfurt ha sido un placer. Nunca había leído discursos políticos de tanto nivel literario, a los que no le falta ni le sobra una coma, y sobre todo, el adjetivo con el sustantivo se mezclan maravillosamente como un pie en el zapato.


El tomo que adquirí de „Memorias políticas y de guerra“ de Manuel Azaña, es el segundo, y aborda sus diarios y discursos como Jefe de Gobierno y Ministro de Guerra de España escritos entre el 4 de enero y el 22 de julio de 1932.


Entre los temas que abarcan sus páginas están la reforma de los cuerpos militares españoles y la reducción de sus efectivos; la autoridad indeclinable del gobierno, el alejamiento del ejército de la política y diarios y discursos que recogen los incidentes de los crímenes de Castilblanco, donde fueran muertos cuatro guardia civiles en manos de manifestantes. Sanjurjo que es el jefe superior de la Guardia Civil es destituido, y Azaña barrunta su conspiración, lo que sucede mediante un levantamiento militar en Sevilla el 10 de agosto de 1932 que acaba en fracaso. En la página 542 y 543, en una nota, el editor indica que el Diario de Manuel Azaña, en lo que respecta al año 1932 termina el 22 de julio y no vuelve a reanudarse hasta el día primero de marzo de 1933. Lo que deja en claro o, quizá en duda, que Manuel Azaña se encontrase tan ocupado „que no me lleva tiempo para llevar este diario“ (4).


En el libro sí se pueden leer sendos discursos de Manuel Azaña pronunciados después del 22 de julio de 1932: Discurso del Presidente Azaña en la sesión de las Cortes del 10 de agosto de 1932, informando a los señores diputados del levantamiento militar producido ese mismo día en Madrid y en Sevilla capitaneado por el General Sanjurjo, Director General de Carabineros. Asimismo un discurso pronunciado el 11 de agosto dando cuenta el fracaso total de la sublevación y otro del 18 de agosto de 1932.


Hay un párrafo de la página 511 que me llama la atención en el Diario de Manuel Azaña del día 15 de julio, donde escribe que ha llegado tarde al Consejo de ministros. Y dice que está mal de salud, y que no miente, porque se encuentra muy derruido por dentro. Escribe que Casares dijo:


- El Presidente va perdiendo el buen humor.

- No puede perder lo que no tiene –repuso Prieto.

(Se engaña y me conoce mal)


Manuel Azaña, quien todavia sigue en el exilio para muchos y otros dicen que le dejen en paz en Montauban (porque el quería ser enterrado donde mueriera) localidad francesa donde murió, fue un gran ensayista, orador y escritor español. Azaña nació en Alcalá de Henares el 10 de enero de 1880. Su infancia estuvo marcada por la tragedia. A los nueve años perdió a su madre y un año más tarde a su padre, lo que le llevó a intentar vencer la soledad mediante la lectura. Su carrera intelectual es meteórica. A los dieciocho años ya es Licenciado en Derecho y dos años después obtiene el doctorado.(5)

Manuel Azaña como escritor ganó en 1926 el Premio Nacional de Narrativa de España y como hombre de prensa fue una de las figuras más leídas de los años veinte. Su libro más conocido es La velada de Benicarló. Su fascinante pluma engatusa, eso es lo que siento al leer a este ínclito personaje español del siglo XX que trató de modernizar a su país, y vio al individuo como sujeto de derechos y a la nación como marco en el cual el hombre libre cumple su destino.


Azaña sigue siendo más actual que nunca, abordó temas en donde dejó claros planteamientos como por ejemplo en el campo de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, el modelo territorial o las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En fin, a este autor hay que leerlo obligatoriamente para entender su tiempo, y sobre todo deben de leerlo los españoles para que entiendan sus límites y su ahora. He vuelto a poner los libros de Azaña en mi mochila porque mañana salgo a Turquía. El Mar Egeo será está vez testigo de mis placeres literarios.

Arriba, imagen de un plato sumamente vitaminoso servido en un restaurante de Tarifa. Abajo, un plato de calabacín en casa, en Karlsruhe, disponiéndome a leer un libro sobre Turquía a pocas horas de salir para allá. Fotos: literatambo 2010.


(1) Página de la Fundación Alemana Rosa Luxemburg Rosa-Luxemburg-Stiftung


(2) Réquiem por un campesino español; Ramón J. Sénder


(3) Un adolescente hace la maleta. Biografía Impura. Página 43. Juan Cobos Wilkins. Fundación José Manuel Lara. 2 Edición.2009.


(4) Manuel Azaña escribió lo que que apunto el 23 de octubre de 1931. Lo que supone que a partir del 22 de julio de 1932 deja de escribir el Diario por parecidas circunstancias. Aunque tengo mis dudas. Memorias políticas y de guerra. Volumen 1. Página 379.


(5) Manuel Azaña. La memoria republicana. Antonio J. Martínez.Noviembre de 2007.

Público.es - Manuel Azaña, la memoria republicana

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