Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de
instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara. (1)
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 establece en su primer artículo que “Todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (2)
Son 60 años volcados a buscar la dignidad del hombre por el hombre, a levantar la cruz del respeto de los derechos humanos, de patalear contra la injusticia ciega oculta en cualquier habitáculo oscuro (como lo intuía Franz Kafka en „El proceso“) y a enfrentar la impunidad con todas sus caretas (que se infla como peligroso globo a punto de reventar) y que, paradójicamente, hace que la sociedad se vea el rostro frente al espejo (cuando el hombre se ve el verdadero rostro que lleva, tiembla). La declaración que se firmó un día como hoy hace exactamente seis décadas bajo un paisaje europeo plagado de destrucción y desgarro, ha hecho que la literatura gotee sangre a través de tantas páginas y tinta consumidas en noches de insomnio y soledad por escritores que forman parte de nuestras bibliotecas o por otros autores cuyos nombres, vaya a saber por qué, nunca llegaremos a saber (¿exisitirán más Vassili Grossmann?).
Las dos últimas experiencias sobre las crónicas de la infamia del mundo son los dos libros que me han horrorizado al leerlos (todavía no las termino, pero casi): „Las benévolas de Jonathan Littell y „Vida y destino“ de Vasili Grossman. La literatura debe estar agradecida de éste último por los testimonios que llevó a la novela con una portentosa calidad (lo mejor hubiera sido que no lo haya escrito nunca, como prueba que la barbarie no existió) y sobre todo con una crudeza que nos pone a todos los seres humanos al borde de un abismo (creo que hemos estado al borde de ese abismo desde siempre, ahora más aún que el desarrollo tecnológico apachurra a la naturaleza como una goma de mascar en los dientes de un lobo). De Littel solo puedo decir que su maquinaría poética es distinta. Grossman vivió y sufrió el horror en carne propia (3) ; Littell, en cambio, lo intuye y le remuerde la conciencia (4). Pero ambos hablan de la barbarie, de lo perverso que podemos ser mientras amamos el arte y la música.
Estos temas brotan un día como hoy, después de que en 1948, con bombos y platillos se firmara una Declaracción que, en realidad hoy en día es casi letra muerta, y nos obliga, a pesar de ello,a no justificar la impunidad y sobre todo a defender la justicia y el derecho.
Literatos como José Saramago han conseguido que hoy 10 de diciembre de 2008 el Diario de Noticias en Lisboa como el Jornal de Noticias en Oporto divulguen más de 200.000 copias de la Carta de Derechos Fundamentales firmada en Nueva York , hace 60 años.(5). La lista de escritores comprometidos a defender los derechos humanos es larga; ojalá lo fueran todos, porque, lamentablemente, el silencio otorga. En ese sentido es horroroso el escándalo destapado en Colombia hace unos días, propia de la caligrafía borgiana en una nueva edición de la „Historia universal de la infamia“ (6) o los crímenes a mansalva en México que se suman a las muertas de Juárez como ya lo denunciara en el capítulo „La parte de los crímenes“ de su novela „2666“ el desaparecido escritor Roberto Bolaño (7). La lista sería interminable, aquí y allá, arriba y abajo. Pero frente a todo ese panorama incierto nos queda el trabajo de escritores como el Premio Nobel portugués, Saramago o del escritor Juan Goytisolo, Premio Nacional de las Letras 2008, afincado en Marruecos desde hace más de 20 años, gran estudioso de la cultura árabe y de cuanto rodea al mundo islámico, y sobre todo conocido por su activismo intelectual en favor de los derechos humanos.
Para terminar me quedo con una hermosa frase que le robo a la contratapa del libro „La caída de Madrid“ de Rafael Chirbes ( que también leo): „...sólo desde el reconocimiento de la barbarie es posible volver a levantarse“.
(1) Jorge Luis Borges. El hacedor.
(2) HALTESTELLE IBEROAMERIKA: CONTRA LA IMPUNIDAD: 60 AÑOS DE LA ...
(3) Guerra y paz en el siglo XX
(4) Letras Libres - "Las benévolas, de Jonathan Littell" por Ana Nuño
(5) http://dn.sapo.pt//2008/12/10//capa.gif
(6) La guerra sucia que oscurece a Colombia
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