LISBOA EN PESSOA
En 2007, cuando me movía en la vorágine de ir de la escuela secundaria alemana, a la universidad y de allí a la universidad popular, donde impartía clases como un poseso, escribí esto. Un pequeño texto sobre mi impresión en Lisboa, donde debí sentir en ese entonces la presencia por doquier de uno de mis autores preferidos: Fernando Pessoa (1).
Recorrer Lisboa con un libro de Pessoa bajo el brazo ha sido de las cosas más maravillosas que he experimentado. Recuerdo también la empatía literaria de mi acompañante alemana, quien, junto a mí, le nació la curiosidad de este autor que decía "me siento tan aislado que puedo palpar la distancia entre mí y mi presencia". Genial.
Espero que les guste. Y perdonen por el título provocador; es que tengo la mala costumbre de relacionar a una escritora o a un escritor con una ciudad. Hasta con una calle. Las calles forman las ciudades y las ciudades florecen a través de sus calles por donde callejearon sus escritores. Si no me creen, visiten Praga, y sentirán por todos lados a Kafka. Qué misterio, caramba.
LISBOA EN PESSOA
A Fernando Pessoa lo vi sentado, el verano del año pasado, en la puerta del café A Brasileira, en Lisboa: estaba concentrado leyendo sus pensamientos vespertinos detrás de sus anteojos redondos e infinitos.
¡Cómo me hubiera gustado haber visto detrás de sus anteojos todo el universo mágico que él veía!. (2)
Antes, con mi largavista, lo había tratado de observar desde lo alto de la capital de Portugal: el castillo de San Jorge; pero no lo conseguí. Así que tuve que bajar, cruzar la Rua de Ouro, cerca de la Praca do Comércio y, caminar rumbo al barrio Chiado, donde, hasta comienzos del siglo XX, se juntaban los intelectuales portugueses, y donde él -en aquel entonces- también concurría.
Tengo que consefarlo: la luz de Lisboa me enamora cada vez que vuelvo buscando los pasos de don Fernando Pessoa. Me subo a Barrio Alto, que tiene la visión más romántica y panorámica de Lisboa y me pongo a soñar los versos de Pessoa. Desde allí, toco con mis dedos toda la belleza que exhibe esta ciudad extraña. Si quiero otear el atardecer de esta urbe, me empino sobre la torre del castillo de San Jorge. Desde donde contemplo la andadura del río Tajo, cuyas aguas -luego de atravesar Toledo, España- llevan como barcarolas las palabras del poeta que todavía están escritas en las singladuras que se van a perder al horizonte (3)
CUANDO PIENSO EN PESSOA
Cuando pienso en Pessoa, por supuesto también pienso en Lisboa. En esa ciudad el poeta pasó casi toda su vida. Amó sus esquinas y plazas como a sus libros, amó las aguas del Tajo y las callecitas perdidas del barrio Alfama con todas sus fuerzas. Yo amo sus palabras convertidas en poesía, escritas por las bifurcaciones de su ser: él era tres en uno, Ricardo Reis, Álvaro Campos y Alberto Caeiro.
Dicen que cuando los poetas se mueren se van al cielo, éste debe de haberse ido más allá del cielo, porque su poesía trasluce, a veces, tanta armonía, tranquilidad, aburrimiento, lontananza, contemplando, por ejemplo, pasar el sol a través del día o atravesar una hoja seca la corriente de un río. Eso es Pessoa.
Mucho cuidado al leerlo. Recomiendo una caída de sol, o una playa al atardecer; una vista alta de bosque o al lado de un río grande o de un riachuelo colmado de aves. En fin, se le puede leer en cualquier lado. Yo he leído sus poemas hasta en los trenes portugueses y descansando en el monasterio templario de Tomar (4) bajo la la sombra del sol. En Lisboa, cualquier calle o café es propicio para saborear su lirismo.
La próxima vez que lo lea en América, me subiré a las cumbres de Machu Pichu. Desde lo alto de los vuelos de los cóndores trataré de contemplar si sus versos también corren sobre las aguas del Urubamba como en el Tajo .
(1) Fernando Pessoa murió en Lisboa el 30 de noviembre de 1935.
(2) Me refiero al monumento de metal que se levanta delante del café A Brasileira, donde Pessoa solía tomarse un cafecito.
(3) Traducción al español. HORIZONTE / El mar anterior a nosotros, tus miedos / Tenía coral y playas y arboledas. /Desveladas la noche y la cerrazón, / Las tormentas pasadas y el misterio, / Abría en flor el Lejano, y el Sur sideral/ 'Splendía sobre las naves de la iniciación. // Linea severa de la lejana costa / Cuando la nave se aproxima írguese la cuesta / En árboles donde el Lejano nada tenía; / Más cerca, se abre la tierra en sonidos y colores: /
Y, en el desembarco, hay aves, flores, / Donde era sólo, de lejos la abstracta linea //El sueño es ver las forma invisibles / De la distancia imprecisa, y, con sensibles / Movimientos de la esperanza y de la voluntad, / Buscar en la linea fria del horizonte / El árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente / Los besos merecidos de la Verdad.( Traducción de Sebastián Santini).
(4) Para ver fotos del monasterio de los templarios de Tomar, sería bueno que los busquen en la red. Merece una visita virtual o analógica ese lugar.
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