
"Soy tus pensamientos hechos acción"
Heinrich Heine
Cuento de invierno
"Escribir es intentar saber qué
escribiríamos si escribiéramos"
Lo cita Enrique Vila-Matas en Réquiem.
Radar Libros. Página 12. 1 de abril 2012

En ese trajín de lector hipócrita, hipócrita lector, me he quedado sorprendido con el descubrimiento tardío de una escritora francesa que ya lleva tiempo encantando a no pocos y he saboreado su capacidad narradora acercándome a ella a través del primer capítulo de su libro con miguitas de pan, en donde construye una historia que engancha. Bueno, son dos, dos escritoras, la primera, ya lo dije, francesa y la segunda, alemana. Esta segunda nació en Jekaterinburg (Rusia) y escribe en el idoma de Peter Sloterdijk (el gran filósofo alemán que vive a unas cuadras de mi casa: lo digo como un tonto orgulloso, porque cuando me topo con él cruzando la calle montados en bici le presento mis saludos de respeto y él mueve la cabeza como si viera a un estúpido que le lee sin entenderle profundamente) .
El libro de la francesa, Fred Vargas, se titula "El ejército furioso", y el de la alemana, Alina Bronsky, "Scherbenpark". Estoy seguro que Alina Bronsky ha visto en estos días la película "Russendisko", porque ella y el autor Kaminer, trabajan con el tema de los inmigrantes rusos que viven en Alemania, también llamados rusoalemanes. "Russendisko", el libro de Wladimir Kaminer, toca el tema desde la perspectiva de tres amigos rusos que se van a vivir a Berlín y se quieren comer el mundo. Bronsky, por otro lado, se mete en la piel de Sascha, una inmigrante rusa que a la vez se mete en la piel de sus amigos y enemigos inmigrantes rusos contando los sueños de cada uno de ellos: por ejemplo una de ellas tiene como sueño casarse con un juez, no tan feo, tener una casa con él y ser felices. Uno de ellos, sueña en ahorrar dinero para comprarse un mercedes blanco. La capacidad fabuladora de las dos es de aplausos y oreja.
Fred Vargas con "El ejército furioso", el nuevo caso del comisario Adamsberg, inicia su trabajo con la construcción de personajes que te enganchan descaradamente. Un viejo que resuelve crucigramas desde hace años tiene como amigos a dos ratas enamoradas que acostumbran a comer migas y a peinarle la cabeza. Su mujer acaba de morir tumbada en la cama, y debajo de ella hay un rastro de migas de pan. Elementos que pican al lector como si se tragara un anzuelo entre los dientes incisivos.
Lo dejo todo aquí, porque ando en la página 33 del libro "El asesino hipocondríaco" de Juan Jacinto Muñoz Rengel. Y quiero seguir leyéndolo. Hasta el momento el libro de Muñoz Rengel, es una sabrosa historia de un asesino que lee a Kant, plagada de descripciones de síntomas y enfermedades que le toca padecer al personajes principal a quien apenas le queda un día de vida y tiene que matar a Eduardo Blaisten.
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