viernes, 4 de agosto de 2023

LOS RADIOACTIVOS DEL CUERVO

 


LOS RADIOACTIVOS DEL CUERVO

 

LOS RADIOACTIVOS DEL CUERVO

por Jose Carlos Contreras Azaña
 
 
Cuando la luz roja de los micrófonos se encendió, conminó a todos a guardar silencio, porque salíamos al aire; de pronto, ese destello infinito de faro color púrpura, era igual al bermejo de los semáforos de la ruta del tren que observé al otro lado de la vía del vagón, que me llevaría a Berna. Eran las siete de la tarde, cuando alumbraron los ojos de esa luz color obispo anunciando el inicio del programa.
 
Sabrina, la productora de Radioactivos, con sus enormes ojos verdes azulinos anunció que era el momento de ponernos serios; momentos antes habíamos estado riéndonos, contándonos anécdotas de la vida; y David, que sosegado, movía con los dedos toda la parafernalia de botones y teclas de la tabla de mando de la emisora, hizo saltar el primer jingle del programa:¡aquí comienza Radioactivos por Radio Rabe!
 
Eran las siete de la tarde. A esa hora, tal vez, a muchos kilómetros de nosotros, en el Mar Negro, se vivía una tensión de miedo, porque las fauces de la guerra seguían babeando temor sobre el puente de mando de los capitanes que atravesaban con su carga; a esa misma hora, a las siete de la tarde, posiblemente, el gentío se bañaba en las playas del Mediterráneo olvidándose de lo que ocurría en el mundo; en Buenos Aires, quizás, los rotativos de los diarios estaban a punto de imprimir los primeros resultados de las encuestas, presumiblemente amañadas, para las próximas elecciones; en el África, en Niger, en ese país que apenas mucha gente sabía donde estaba, probablemente, se sentía cierto nerviosismo por sus calles, transformados en laberintos de jardines por donde los ecos de un sinnúmero de comentarios, retozaban, sin poder confirmar si eran verdad o mentira. A esa hora sentíamos la presencia de Rodrigo quien acaso habría estado recorriendo a esas horas en Atenas, el perímetro de la Academia, donde Platón le daba clases a Aristóteles.
 
En el preludio del programa, Sabrina me interrogó sobre los inicios de mi arte de escribir. No supe qué contestar. Solo atiné a repetir lo que siempre me venía de mis adentros: comencé con mi infancia rodeada por el Pacífico, y, de los primeros cerros de los Andes que se dejaban ver en la costa peruana. Me vino a la cabeza el primer libro que escribí sin ser libro: "Un Rayo nos Parte". Título que me dejó pensado, porque en Lima nunca había visto un rayo, ni siquiera escuchado un solo trueno, ni experimentado un chubasco en las dimesiones del Caribe o de Europa. Luego emergió el recuerdo cuando echaba a la hoguera ese primer libro. Y un segundo y un tercero, también, que indudablemente eran garabatos de un adolescente enamorado de sus amigas y de las noches de verano en el barrio más señorial de Lima: el Rímac.
 
Luego David nos dejó escuchar música de Los Mirlos y El Condor Pasa. Más tarde hablamos de mis libros publicados. Debo confesar que nunca en mi vida había bebido cerveza en una cabina de radio, y los estudios de Radio Rabe se convirtieron para mí como un sofá volador, donde te acomodabas, te preguntaban; y Sabrina, como excelente lacaniana te interrogaba con afán de llevarte al fin del principio. En el ecuador del programa leí algunos microrrelatos y poemas cortos (la radio es un medio donde los segundos pasan volando, por eso la parquedad de los textos). 
 
Como el alcohol me habia convertido en un cuervo peruano agitando las alas a la rivera del Aar, creo que me olvidé de mencionar mi gran admiración al escritor suizo Max Frisch, de quien, hacía una semana atrás, en la televisión Arte, había vuelto a ver la película Homo Faber, basada en su novela del mismo nombre. Me olvidé, igualmente, de citar a la escritora suiza Johanna Spyri, cuyo personaje Heidi, había sido uno de mis preferidos en mi infancia. Me olvidé también -caramba con los olvidos- de recordar al peruano Jorge Chávez Dartnell (Geo Chávez) el primer aviador que cruzó por primera vez los Alpes en su monomotor. Chávez había despegado de Brig (Suiza), y sobrevolado el puerto de Simplón (2008 msnm), y había llegado en 51 minutos a Domodossola, Italia. Pero un ráfaga de viento hizo caer a su monoplano a pocos metros del aterrizaje. Murió días después. Hoy es héroe de la aviación de Perú.
 
Luego abandonamos la cabina de la radio. Nos hicimos fotos para el recuerdo. Nos fuimos a comer, y allí se unió con nosotros la sonrisa insondable de Jazmín. David y Sabrina no pararon de hablar, y nos reímos mucho, y bajo el puente de Lorraine seguía fluyendo el río Aar y a lo lejos se contemplaban Los Alpes, y en algún lugar del mundo moría alguien, y nacia una niña también. Mientras a lo lejos, en algún punto del planeta, alguno linkeaba un podcast del programa: Aquí Radioactivos desde Berna, Suiza, Radio Rabe.






 

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