martes, 28 de diciembre de 2010

TRATADO PARA LA AMNESIA DE LA LITERATURA


Arriba, desorden de libros que adornan mi mesa. y. lector caminando solitario sobre la nieve de Karlsruhe en la navidad de 2010. Abajo, gente maravillosa posando para una cámara oculta. Fotos: literatambo 2010.


La victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.

Cordelia Fine

„Los que se hacen tatuar frases son los hombres de pocas palabras. Llevan escrito en la piel todo lo que tienen que decir sobre sí mismos“

Ricardo Piglia

Por Jose Carlos Contreras

La amnesia global transitoria es un fenómeno en la neruogología que consiste en la incapacidad súbita de adquirir nuevos recuerdos, asunto que traigo a colación porque termina (terminó) el 2010, y, por si acaso, algún día vuelva a releer esto que escribo a pocas horas de finalizar el primer año de la segunda década del siglo XXI, y, de la que tú, hipócrita lector, eres testigo, y por lo tanto, te agradezco en demasía.

El 2010, dejando de lado ese pensamiento que dice que no hay cosa más odiosa que hablar de uno mismo, me colmó de sorpresas. Abrevio, lo hago más chiquita y las paso a nombrar sucintamente: un mágico viaje por las tierras de Atatürk (el padre de Turquía) me abrió un mundo que ha echado por tierra todos mis prejuicios de oriente mientras leía su historia y a poetas como a Yunus Emre o Ilhan Berk; el descubrimiento en verano de dos árboles hermosos traídos de Perú que viven a su antojo en Cádiz, la ciudad más antigua de Europa, a la que volví, pero nunca me había fijado en ellas; la publicación de un libro alemán traducido al castellano por quien les escribe (1), y, sobre todo, lo más maravilloso, es seguir conociendo a gente y seguir tratando a la gente que ya conozco y que me colma de mimos (empezando con mis alumnos que me traen tantos libros de las librerías que se topan en sus viajes por el mundo y que las recibo oliendo a Sidney, a Buenos Aires, o a México), con todos esos grandes amigos tratamos juntos de jugar a vivir bien con nuestras contradicciones y apredemos a aceptar que el cerebro, aparte de buscar la verdad, lo que busca es sobrevivir.

Por supuesto, no debo olvidar una centena de anédoctas. Especialmente esas que llevan humor, porque el humor es trascendental entre los hombres que no temen reírse de si mismos. Por ejemplo, esa en que fui confundido con un monje budista en una calle alemana, o el releer, de a dos y a retacitos, el mundo de Amalfitano y los crímenes en Santa Teresa que escribió Roberto Bolaño en 2666 y descubrir, gracias a mi tandem literario, cosas que habían pasado desapercibidas en mi primera lectura. O cruzarme en bicicleta dándonos un saludo reverencial por una calle de Karlsruhe con el filósofo vivo más importante de Alemania, Peter Sloterdijk.

Todas son anécdotas que agradezco, y de las que a veces me sonrojo, como las llamadas y correos electrónicos que recibí el día que Mario Vargas Llosa fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura o, de las que me hacen feliz, como el maravilloso ceviche que probé en una casa al borde de la Selva Negra hecha por las más hermosas manos del planeta, o, de las que hacen afición futbolera, como el relato de las aventuras de Mágico Gonzáles, ex jugador de fútbol salvadoreño, que me contara con gran emoción un aficionado gaditano en las tribunas del Estadio Ramón de Carranza.



Arriba, paisaje a la orilla del lago Bafa, al fondo se ve Latmos, ciudad antigua perdida en la Mesopotamia, y, desayuno poético en el pueblo turco de Kapikiri. Abajo, Herodoto y su admirador en el puerto de Bodrum, en la antigua Halicarnaso, a orillas del Mar Egeo. Foto: literatambo.


Han habido también vivencias tristes, por ejemplo, la vez que eché en medio de la nieve de enero un puñado de tierra sobre la tumba de la persona que más me ha impactado en la vida y que quizá era la persona que sabía más de latinoamérica en Alemania , pero, gracias a la naturaleza (en esas lides el cerebro tiene una sustancia que las interpreta de otra manera) he aceptado su desaparición, porque nosotros –al fin y al cabo- lo que queremos en el fondo es matar a la muerte, sin embargo eso es imposible y sólo nos queda resignarnos detrás del pensamiento de Sebald: „recordar a los muertos nos distingue de los animales“.

Cambiando de área, de cultivo, de posición, el cine sigue siendo para mí una caja de pandora o, como los circos, donde no se sabe si el león o el tigre rasgará la vestidura de su domador. A mí me gusta que me la rasguen, porque quiero ver un cine que me llene y no sólo llene los bolsillos de la mediocridad. En ese sentido el cine en 2010 me ha seguido aburriendo. A pesar que insisto en el intento, me he encontrado con obras cinematográficas de gran valía, como por ejemplo „El Concierto“ Das konzert (2), de Radu Mihaileanu; „Hönig“ (Miel) de Semih Kaplanoglu „Mammuth“ de Benoit Delépine y Gustave de Kerven o „Miral“ de Julian Schnabel. Hay otras que podrían estar en esta lista: me provoca escribir el título de „Amador“ de Fernando León de Aranoa.

En música, en el 2010, me deleité con un disco compacto de Shantel: Bucovina Club. Un conglomerado de mágicos sonidos de los balcanes que penetra a las almas más impertérritas, y, como para seguir fomentando mi „rotación de cultivos“ de la que hablaba el filósofo danés Kierkegaard, he descubierto, viendo un concierto en vivo, a un grupo portugués con un encanto a lo Fernando Pessoa: se trata de Oque Strada y su Tasca Beat.




Arriba, fotografía sin palabras y viajero posando en la línea que divide el Mar Mediterráneo con el Atlántico. Atrás se ve el puerto de Tánger (Marruecos). Abajo, aficionado al fútbol en la tribuna del estadio Ramón de Carranza viendo el partido de la Copa del Rey entre el Cádiz y el Hospitalet. Más abajo, un recuerdo de los grandes amigos que se van, pero que quedan para siempre en nuestras neuronas.




En literatura discutí mucho con amigos sobre la aparición del libro „Deutschland schafft sich ab“ del economista Thilo Sarrazin, dicho sea de paso, es el libro más vendido en Alemania durante el 2010. Pero es un ensayo provocador al que no le quiero hacer publicidad (pero ya la estoy haciendo) porque no estoy de acuerdo con muchas de sus teorías. Tocando el rabo de la literatura de ficción quiero dejar el nombre de los libros que despertaron mi admiración : „Los informantes“ del colombiano Juan Gabriel Vasquez, cuya lectura recomendara el diario más influyente de Alemania, el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Igualmente, es un placer confirmar que en Argentina se sigue haciendo literatura con personalidad, en este caso hablo del libro „Los topos“ de Felix Bruzonne. Otro punto especial ocupa la literatura del peruano Fernando Iwasaki Cauti de quien acabo de leer „Ajuar funerario“. Hay más lecturas que necesitan un tiempo prudente para poder nombrarlas, como „El sueño del celta“ de Vargas Llosa, que leo actualmente.

El 2010 confirmó mi gran admiración por las lecturas del filósofo Peter Sloterdijk, que demuele muchos tabúes desde su perspectiva exégeta frente a un mundo en movimiento histórico; me confirmó también que el El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha sigue siendo mi libro favorito, y, además, que el japonés Murakami es un brujo de las invenciones más sorprendentes. También sigue siendo un aliciente perderme en la poesía del poeta español, Juan Cobos Wilkins, quien el 2010 ganó el Premio de la Crítica de Andalucía por su libro Biografía Impura, libro que tengo colocado en el mejor de los rincones de mi biblioteca.

Y finalmente, para que no se vaya a molestar alguien o „alguienes“, reitero mis respetos ante el embrujo de mis amigos gallegos y vascos, a los que tengo abandonados, y a los catalanes, quienes tienen que perdonarme, que me me haya inclinado al Real Madrid desde que el alemán Özil juega allí: no se olviden que Camus aprendió mucho de humanidad y solidaridad gracias al fútbol, así que no se mofen de mí. Y por último, a mis amistades de Perú, de Argentina, de México, etc, y a ese cantor peruano-alemán de tres abriles que me deleitó con unos villancicos mientras lo cargaba en mis hombros la vispera de la nochebuena y que lleva como nombre Arthur.

Os deseo, pues, un gran año, con muchos libros y buenas lecturas. Con buen cine y con buena música, pero sobre todo, rodeado de buenas gentes, y de un buen vino y de un buen queso.


(1) El libro se titula „Die Spitze“, „La cima“ en castellano y pertenece a la escritora alemana Regine Kress-Fricke. Y ha sido publicado con el auspicio del programa de fomento a la bilingualidad literaria en Europa ISCHFRA (iniciativa de las escritoras del estado federal de Baden-Württemberg) y con el apoyo del departamento de cultura de la ciudad de Karlsruhe, Alemania, 2010.

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