domingo, 8 de mayo de 2022

LOS LIBROS HACEN PUENTES / PRESENTACIÓN DE LIBRO LA SONRISA DEL ELEFANTE MARINO" EN KANDEL / ALEMANIA 6 DE MAYO DE 2022/ JOSE CARLOS CONTRERAS AZAÑA



LOS LIBROS HACEN PUENTES


Cruzar el puente que une los estados alemanes de Baden-Wüttemberg y Renania Palatinado apenas dura unos segundos. Abajo, se ve enorme y largo, como una boa húmeda, el río Rin (Rhein en alemán), que baja transportando agua desde los Alpes suizos. Luego desagua en el lago Constanza y prosigue hasta los países bajos.


El Rhin me recuerda en algo al río Ucayali, que al unirse luego al Marañón, toma el hermoso nombre de Amazonas. Avizoro en mis adentros la travesía de Pucallpa a Iquitos, en Perú. No sé por qué pero el Rhein es una máquina de recuerdos que me trae a la memoria el Amazonas, ese poder caudaloso que mueve en promedio 225,000 m3s metros cúbicos por segundo de agua. El Amazonas nace en las cordilleras de Arequipa y desemboca en el Atlántico. 

Ahora, contemplo silente desde la ventana al río Rhein, entre tanto cruzo el puente sobre él, un viernes, el 6 de mayo de 2022, mientras me dirijo a la ciudad de Kandel para presentar mi libro "La sonrisa del elefante marino" (Francisco León Verlag).



El evento de la presentación de libro comenzaría a las seis de la tarde, pero he llegado a las cuatro y treinta. Así que una hora me basta para recorrer tranquilamente los alredores de la escuela IGS Kandel, todo un complejo educativo con una infraestructura envidiable: campos de deportes y recreación, parada de buses para la movilidad de los alumnos, edificios modernos donde predomina el cristal y el acero, mucho verde alrededor y un estadio de fútbol de polendas, que me hace pensar, que más que una escuela, esto es una universidad, Harvard, Oxford, San Marcos, ésta última la universidad más antigua del continente americano, por si acaso, y está en Lima.

 
Ando cansado, a pesar que mis obligaciones literarias me cerraron otros compromisos: la noche anterior me había comprometido asistir a una invitación de baile, pero me tuve que disculpar, porque luego de las clases de rigor en la escuela de tarde, tenía ... ya lo dije. Así que apenas he dormido, cinco horas creo y me he levantado puntual por la mañana para ducharme y luego dictar mis primeras clases del viernes, online; y dos horas más tarde, dar cursos presenciales hasta pasadas la una de la tarde. No he podido hacer una siesta, ni he leído un periódico en calma. Y ahora me encuentro recorriendo con grandes ojos de admiración este complejo educativo que confirma que Alemania invierte con orgullo y énfasis en la educación de su gente. En el futuro.


Me detengo frente a un árbol enorme, y observo que todo el complejo tiene muchos árboles enormes, que las gentes de esta ciudad han respetado a estos enormes vegetales para que prevalezcan frente al tiempo. Me cobijo bajo él, del sol, y pienso irremediablemente que a miles de kilómetros, al oeste de aquí, hay una guerra que me inquieta en demasía. He discutido mucho esta semana sobre el tema, y he percibido que la lógica de la guerra no se impondrá jamás sobre la lógica de la paz.


Arriba, leyendo el cuento "El trueno" del libro "La sonrisa del elefante marino". Un cuento contra la guerra, ante la atención de un tenso auditorio frente a tan polémico texto en medio de una situación europea preocupante. Abajo, la banda musical que amenó la velada literaria con la voz de la cantante alemana Anna-Sophie Könnemann. De izquierda a derecha, el pianista Robert Ketterer, el bajista Martin Kallenberg, la cantante alemana Anna-Sophie Könnemann, el percusionista Tihomir Cozandski, el escritor peruano Jose Carlos Contreras Azaña y el guitarrista flamenco Diego Rocha.

EL MISTERIO DE LA LITERATURA
 
Ya estoy ubicado frente al micrófono, dispuesto a rendir pleitesía a la literatura. Mucha gente ha llegado a la sala para ver la presentación, y la maravillosa voz de la cantante Anna Sophie Könemann es la encargada de ponerle alegría a la velada.
Cuando termino la primera parte de la presentación, me sorprende la retahíla de preguntas que me llueven en el auditorio del IGS Kandel.
 
Durante la pausa, se me acercan muchos niños para pedirme autógrafos. Yo no estoy acostumbrado a eso: yo soy un autor desconocido. Como reacción automática yo les pregunto sus nombres y les estampo en las primeras páginas de sus ejemplares de "La sonrisa del elefante marino" mi firma y se van felices, levantando sus libros emocionados. Lo que veo ahora no son libros, sino más bien pájaros volando a la libertad, elevados solidariamente por los brazos de los niños alemanes. Los libros tienen alas. Luego se acercan otros adultos y algunos adolescentes, y me preguntan muchas cosas más. Hasta la inminente interrogante sobre qué pienso sobre la guerra.


En la segunda parte del evento, antes de leer los últimos cuentos del libro, se abrió espontáneamente una rueda de preguntas. Me llovieron nuevamente las interragociones de todos lados. Me encanta la curiosidad de los niños. Me preguntaron tantas cosas: sobre el cuento antiguerra que les había narrado, sobre las comidas alemanas que me gustaban, sobre autores que había leído, sobre mis viajes por el mundo, mis ciudades preferidas y me di cuenta que el mundo, ese maravilloso universo donde vivimos tú y yo, me salía hasta por las orejas. En gastronomía germana mencioné el Spätzle, como mi plato preferido; y el ceviche, en segundo lugar, el plato bandera de Perú. Y cosas por el estilo.
 
Una pregunta que me gustó mucho fue que cuáles serían las cuatro cosas que me llevaría de Alemania si me fuera de aquí. Yo contesté en caliente y les nombré: el ejemplar usado que tengo en mi biblioteca de  Hermann Hesse "Siddhartha". Me llevaría a mi hijo, a mi mujer y a todos mis amigos alemanes. La sala se rio emocionada, yo hubiera nombrado tantas cosas más. No sé. Mis botas de caminante, mi libreta moleskine, mi familia entera y todos mis amigos.
 
Gracias Kandel.

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