„El contrato social no está siendo modelado
por la dinámica política sino pora la industria
del entretenimiento“
Peter Sloterdijk
„Ahora la economía ha puesto sus miras en
última esfera de la actividad humana que
restaba por mercantilizar: la cultura. Los rituales
culturales, las actividades comunitarias, las
reuniones sociales, el arte, los deportes y los
juegos, los movimientos sociales y la actividad
cívica, todo resulta invadido por la esfera
comercial“
Jeremy Rifkin
La era del acceso. Paidós 2000. Página 7.
Entro a una exposición de arte y me quedo perplejo; me meto a una función vespertina de cine y me aburro; leo el libro de un autor moderno y me pasa lo mismo. Entonces percibo un furúnculo piloso que encierra pus y que produce una banalización insoportable sobre la piel del trabajo creativo. Para ser menos aguafiestas, y un poco más esponjas, quizá debo ya de estar loco y mi locura me impide percibir la belleza de la cultura actual. Ojo, ojito que no persigo ver a la belleza en su estado más puro o de clímax , pero al menos que su presencia no sea meramente banal, frívola, vacía y de entretenimiento, sino que persigo que produzca en mi un profundo proceso de discernación, reflexión e introspección sobre la condición humana.
Pues luego me hago la pregunta si todo eso es cultura. Si todo lo que veo en los cines, observo en los museos o leo en los libros, temas que finalmente abordo revisando los comentarios en los medios de prensa, no resulta ser más que una adulación desmedida por parte de los modernos publicistas que han tomado en el podio el papel de los críticos. ¿Es eso cultura?. ¿Qué es cultura, entonces? Y si todo es cultura de esa manera tan banal, frívola y vacía, quiere decir que la cultura no existe, que la cultura se ha muerto. Que la cultura es cantidad y no calidad. Que la cultura debe ser light y que entretenga. Y sobre todo que venda, porque si no vende, no es cultura, entonces la cultura de masas, como ya lo dijeran Horkheimer y Adorno, es prioritariamente mercantil. Cuanto tienes, cuanto vales. Cuanto vendes, cuanto vales. Si no vendes nada no sirves para nada: no vales.
Sé que exagero, porque todavía perviven en el seno de nuestros museos modernos, teatros, libros y periódicos, la esencia de la cultura de gran nivel, pero es que si no exagero en esta página hasta el paroxismo, tú que me lees querido lector no te atreverías luego a ver a tu alrededor y comprobar lo que te digo ¿Qué está pasando con la cultura?.
Sin duda que los inventos en el campo de las comunicaciones han facilitado nuestro deslizamiento a través de espacios en donde antes era imposible andar a una velocidad tan admirable, la revolución digital, como lo llama Jeremy Rifkin, pero por otro lado esos inventos nos están creando problemas: por ejemplo hay gente que ya no lee una obra clásica y se pasan horas en el ordenador colgados de internet. Por otro lado esos inventos crean una banalización de la creatividad: no sé si llamar creatividad a un vídeo de tres minutos donde un perro se muerde la cola y es visto por decenas de millones de personas. He aquí un ejempo de la masificación y la banalización del espectáculo. Lo mismo ocurre en otros campos, y el ejemplo del perro que se muerde la cola en you tube pude trasadarse en el campo de la cultura. Cuando la cultura de masas saca la cabeza, su carácter estético se esconde en los pies.
La dictadura de la economía de mercado está obligando a andar en muletas a la cultura de nivel. Para ser más sinceros: la está matando. ¿Es igual un cuadro de Velázquez o Canaletto, por citar alguno, que una mamarrachada de un expositor que utiliza materiales digitales? ¿Un libro de Miguel de Cervantes o Jorge Luis Borges se podrá comparar con el mejor libro del año que anuncian con bombos y platillos los publicitas de la editorial de turno? ¿Es buen cine una película que me hace recordar dónde se quedaron aquellos tiempos de Akira Kurosawa o Ingmar Bergman? Lo ligth vende porque la industria del entretenimiento se enriquece. Por lo tanto estamos expuestos a un empobrecimiento de la cultura, y lo peor es que ni siquiera nos damos cuenta, porque las nuevas generaciones desconocen lo anterior, y desconocen los antecedentes de la cultura de nivel, de ese modo tomarán como real cultura, la cultura de hogaño que exhibe su esencia en la masificación, la banalización y la concepción de cultura como mero espectáculo. Por lo tanto los mecanismos del proceso creativo no se erigen necesariamente por criterios de exigencia o de calidad, sino de rentabilidad financiera. ¿Quién nos salva de esto? Este es un tema que saca ronchas. A ver si alguien dice algo. Me siento huérfano, pero no se lo digas a nadie. A fin de cuentas todos acabaremos en el cementerio. ¡Va por ustedes!
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