domingo, 22 de marzo de 2009

EL ARTE DE VENDER ARTE SIN ARTE

En el mercantalismo del arte se tiene la costumbre de conceder valor a la firma del artista que a la obra misma. ¿Será arte la pintura de arriba?

Exposiciones de arte he visto muchas, pero cada vez entiendo poco. En estos tiempos en que la boñiga de un cuadrúpedo o las visceras de un ternero se vuelven materias para hacer arte, he dejado de entender de arte. Es más, me desentiendo de los tratados modernos de arte, claro, con algunas excepciones. Ya no me interesa mucho leer los catálogos o los libros de los jurados de las artes plásticas. Desconfío de pocos, y más aún de esa práctica maliciosa de valorar o sobrevalorar un cuadro o una escultura metalicamente. Pareciera que dentro de ese juego, propio de inversores de bolsa, se escondiera una chapuza con pies y cabeza. Algo huele mal en los sótanos obscuros del mundo del arte. Como no hay autocontrol, los mercaderes del arte se mueven como mosquitos en un campo de nudistas. Pero menos mal que no son todos. Empero, algunos tienen la fuerza de influir y controlar los mercados.


Hace unas semanas, visitaron la estación de nuestra radio, durante la emisión del programa Haltestelle Iberoamerika ( paraderoiberoamerica@googlemail.com ) un grupo de jóvenes artistas latinoamericanos. Ellos fueron invitados a participar en la UND www.und-1.de Plattform zur Präsentation von Kunstinitiativen in Karlsruhe plus internationale Gäste, el cual se llevó a efecto del 4 al 8 marzo de 2009. Este evento se realizó paralelamente a la feria de arte titulada ART que también se llevó a cabo en Karlsruhe. UND intenta sacar a la luz la obra de artistas que de una u otra manera no ingresan a algunos circuitos o propende a fomentar las iniciativas de creadores independientes. Hasta allí la cosa es muy interesante y loable. Tras esa visita a la casa de la radio, de la cual no participé porque Eréndira Estrada y Ana María Rodríguez se ocuparon de la producción y conducción del programa por ser 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, me volvió a picar la interrogante de siempre: ¿qué es arte?.


Pero ¿qué es arte?. Esa es la pregunta que mi abuelo se hacía cuando se quedó sorprendido aquella vez que un artista enlató excremento, lo exhibió y lo vendió. La otra pregunta necesaria sería ¿hasta dónde llegan los límites del arte? y ¿cuánto arte debe tener el arte para llamarse arte?. Allí está el dilema que nadie logra aclararlo, a pesar que existen toneladas de libros y tratados escritos sobre el tema. Cada uno discrepa del otro, cada uno lanza una idea y otro, otra más.

Ahora, pues ¿quién desenreda la madeja de la duda que guardo?. Luego de visitar museos como Louvre (1), del Prado (2), la Kiasma de Helsinky (3), el Gulbenkian de Lisboa (4), talleres de artistas amazónicos en Perú, de pintores del Lago Titicaca, de creadores de Sacromonte, Granada o de galeristas en Karlsruhe, lugares donde mis emociones consiguieron su máxima expresión, digo, luego de haber visto eso y otras cosas más, en consecuencia, pesa decirlo, pero me atrevo a repetirlo: del mundo del arte de hogaño se ha apoderado un cierto tufillo de élites que nos quieren, a veces, dar gato por liebre. Hasta que nadie me pueda aclarar las cosas que no entiende doña Catalina Cisneros o don Marciano Huamán, dejo transportarme sobre las alas de los duendes que despejan sus magias dentro de mi escéptico yo. Desde entonces sencillamente decido con mis disminuidos sentidos sensoriales qué objeto es un hecho artístico. El resto me importa un comino.


La verdad es una mentira desagradable, y lo recuerdo porque esto le debe de doler a mucha gente del arte, porque el mundo del arte en ciertas latitudes se está convirtiendo en un proceso mercantilista. Suena raro pero que alguien le ponga precio a un diente de conejo bañado en oro o a la oreja de un camello empapado en vinagre, es de risa. En ciertas partes del mundo el arte se ha vuelto ofensivo. Claro, que los artistas y sus intermediarios tienen que subsistir o mejor dicho vivir, pero eso no da luz verde para moverse en el mundo del arte dando gato por liebre, y lo que es más, ufanarse de las ventas con muchos ceros en los precios de objeto artísticos mientras que en otras partes del mundo sólo se conoce el arte de la muerte o del hambre, parte desalada del mundo hipócrita del arte.


Y no hablemos de las subvenciones, ya que en estas lides muchos artistas cuyos nombres no quiero acordarme son sumamente „artistas“.


El arte no es un producto que se deba dejar al libre juego de la oferta y la demanda. O, sí. O no. O necesita subvenciones, padrinazgos, mecenazgos, etc. Unos creen que dejarlo en manos del mercado sólo lleva al triunfo del arte ‘comercial’. Otros, que si interviene el Estado, desaparece la libertad individual. El debate está servido.


(1) http://www.louvre.fr

(2) http://www.museodelprado.es/es/bienvenido/


(3) Nykytaiteen museo Kiasma


(4) http://museu.gulbenkian.pt

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