martes, 9 de agosto de 2011

H. C. ANDERSEN PARA OLVIDAR EL VERANO ALEMÁN


Arriba, uno de los tantos libros editados con los cuentos de H. C. Andersen. El de la foto pertenece a la editorial alemana Diógenes. Abajo, foto de H. C. Andersen (procedencia de la foto: Proyecto Gutenberg).




Poema

Der Himmel wölbt sich rein und blau,

Der Reif stellt Blumen aus zur Schau.

Am Fenster prangt ein flimmernder Flor,

Ein Jüngling steht, ihn betrachtend, davor,

Und hinter den Blumen blühet noch gar

Ein blaues, ein lächelndes Augenpaar,

Märzveilchen, wie jener noch keine gesehn.

Der Reif wird, angehaucht, zergehn.

Eisblumen fangen zu schmelzen an,

Und Gott sei gnädig dem jungen Mann.

Hans Christian Andersen

„Si puedo evitar que un corazón sufra,
no viviré en vano; si puedo aliviar el dolor
en una vida, o sanar una herida o ayudar
a un petirrojo desmayado a encontrar su nido
no viviré en vano“

Emily Dickinson


En Alemania estamos en pleno verano. Aunque para ser sinceros, es un verano que no tiene nada que ver con un verano normal. Es más, ni siquiera se barrunta su llegada. Y si vino, ya se fue y no me he dado cuenta; eso creo, pero a pesar de todo este cacareo metafísico, me gusta. La verdad es que el verano debería haber llegado ya, pero, repito, me gusta, me gusta que un verano no se parezca en nada a un verano, porque debajo de este cielo encapotado que nos cubre, a veces con sol y muchas veces con harta lluvia, la tranquilidad de las vacaciones se desplega con buenas lecturas, con buenos libros y de esa manera dejamos de darnos cuenta del verano vestido de otoño.

A veces, con tanto berrinche (porque nos quejamos de todo) nos parecemos a la tetera, a la „tetera“ del cuento de Andersen. Nos creemos invencibles, superiores, sobrehumanos, más inmensos que la naturaleza y le echamos sandeces al verano. En ese sentido, nos mostramos orondos ante los demás como si no tuviéramos defectos, y si vemos los nuestros, como la tetera y su tapa algo estropeada, no lo queremos ver, pero, eso sí, a los demás le sacamos hasta sus defectos al caminar. Eso mismo pasa con el verano, no es un verano normal, pero estamos en la canícula en el hemisferio septentrional, y nos quejamos, en vez de quejarnos deberíamos de buscar las cosas más bonitas de un verano como éste, por ejemplo, disfrutar de un buen vino, de un buen queso, leer un libro, qué se yo, y tratar de ser felices bajo de la lluvia, y que mejor recomendación que leer o releer al escritor danés H.C. Andersen.

La lectura es un hermoso aliciente para contrarresta el malestar, por ejemplo la lectura de los cuentos de Andersen puede acompañarnos bien en el verano, ya mencionaba arriba el cuento „La tetera“, que es un texto extraordinario, de un valor filosófico trascendental, que quizá muchos han dejado pasar de valorarlo en toda su dimensión, ya que a H. C. Andersen se le ve como a un autor para gente infantil, y se equivocan. El cuento „La tetera“ lo recomendaría leer a todo el mundo, porque en el fondo todos somos teteras, al menos „la tetera“antes de ser usada como macetero como en el cuento de Andersen. Nos creemos los „más más“, por poseer el pico de la tetera por donde pasan los líquidos de las hojas chinas, oficio que no pueden realizar ni los platos ni las cucharas, así que nos inflamos de orgullo y sacamos pecho. Pero un día viene alguien y descubre que tenemos un defecto en la tapa, y finalmente nos usa de macetero para plantar una flor, hasta allí la tristeza de la tetera que cambia de función, de lugar, y acepta su nuevo rol: iOh la hermosa tetera que llevamos dentro!.

Pero un día esa tetera, de la que casi todos somos parte, descubre que de ese grano cubierto de tierra atiborrada en sus entrañas brota una flor, una hermosa flor, tan bella que la otrora arrogante tetera queda invisible ante tanta belleza, y como somos „teteras“ y hemos estado siempre de acuerdo de que somos todo lo mejor, nos hemos sentido orgullosamente convencidos que como nosotros no hay nadie, y nos insuflamos de orgullo nuevamente y volvemos a sacar pecho otra vez porque dentro de nosotros ha aflorado una hermosa flor y todo gracias a nosotros, pues que envidia. Sin embargo, como decía mi abuela: la carretera de la vida tiene tantas curvas, llega el día en que alguien -maldita sea la dialéctica de la vida, la pasión a la belleza, el síndrome del tiempo, etcétera, etcétera- admirado por el esplendor de la flor y opina que tan hermoso producto vegetal no se merece estar en una tetera desvencijada, y entonces la pobre tetera acaba siendo arrojada en una esquina de los restos de basura. La tetera, que casi todos llevamos dentro, acepta su destino, contenta de haber vivido lo que vivió.

„La tetera“ (1) es uno de los cuentos de Hans Christian Andersen que provocan en el lector muchas preguntas y no te dan respuestas: como toda buena obra literaria. „La Tetera“ llama la atención por usar objetos inanimados y la ingeniosa pluma del escritor danés les da vida. A través de ella nos regala una lección que cada quien lo puede descubrir a su manera. Algunos interpretan el cuento „La tetera“ de diversas formas, pero no hay duda que el cuento aborda el tema de la arrogancia, la bondad y la condición humana (2). Cuentan que el padre de Andersen lo llevaba al teatro de Odense y que un día de lluvia el pequeño Hans Christian les ofreció a su mamá y a su papá un espectáculo de títeres para que no se mojaran yendo al teatro con él ese día. Así que, cuando la lluvia de estos días, con sus soplidos sorpresivos nos rompa el paraguas pensemos en la tetera (y en nosotros) y cuando lo echemos a la basura, también.

(1) Existen diversas traducciones de los cuentos de H.C.Andersen. Véase el libro „Los cuentos de Andersen“ de Juliete Frölich. Editorial Crítica. Barcelona. 1987. Otro es el libro „La tetera“ de Hans Christian Andersen, de Elia Manero. Ediatorial Anaya. 2006.

(2) Un libro, entre muchos, que recomendaría para profundizar en el tema del valor del cuento es „Poder y magia del cuento infantil“ de Linda Volosky. Editorial Universitaria. Santiago de Chile. 1995.

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