viernes, 13 de marzo de 2009

ESE PUERTO EXISTE, BLANCA

Gráfico: literatambo.

„habito el interior de un fruto muerto“

Blanca Varela. Puerto Supe.


«Asciendo y caigo al fondo de mi alma», escribió una vez en uno de sus poemas Blanca Varela. "El querido animal / cuyos huesos son un recuerdo", lo hizo en otro. Más tarde escribiría: „para eso estamos / para morir / sobre la mesa silenciosa / que suena”. La autora de estos versos murió ayer jueves 12 de marzo de 2009, a los 82 años, en la capital de Perú, Lima, donde nació un 10 de agosto de 1926.


Debo confesarlo, la poesía de Blanca Varela la he leído poco, pero ese poco me iluminó todo. Su concisión y ahorro de palabras siempre me han dejado pensando. Sus poemas han sido para mí como golpes al estómago, directos, o como bofetadas que osan despertar ese yo cabizbajo caminando sobre el terraplén de lo cotidiano. El macho despojado por el poder de la mujer. Lo que más admiro de sus versos son ese inmenso poder de observar las cosas desde su lado más humano y más crudo, como si la pluma de Varela fuera una cámara fotográfica en peremne rebeldía que copia toda la realidad, a diestra y siniestra, en silencio y desterrando la mentira.


La muerte está presente en muchos de sus versos, confirmando que la única certeza a la que se enfrenta el ser humano es a su propia muerte. La duda, el amor, la protesta y sobre todo el dolor y el desengaño disecciona su palabra. Leí poco de ella, lo que es peor, no he releído sus versos porque de Lima guardo quizá el patriarcalismo hartante. En la repetición está el gusto hipócrita lector, y hay que cumplir esa regla a rajatabla. No la he cumplido. Cuando me vine a Europa no traje entre mis maletas libros de ella. Injusto ejemplo que da razón al desequilibrio entre los lectores de poesía hecha por hombres o mujeres, discusión no banal, pero que pone sobre la mesa la figura de una personalidad poética que no fue reconocida hasta hace unos años, empero, que pese al tiempo, sus versos florecen como si brotaran de una semilla dormida que acaba de explotar para las nuevas generaciones.


Ella ya lo había dicho una vez en una entrevista concedida a la agencia española EFE en 2002, cuando se publicó su obra completa en el volumen titulado “Donde todo termina, abre las alas” asegurando “que sus versos brotaban ´del maldito castigo, de la pérdida, del ´abandono y tristeza´ que siempre había sentido. Y que su libro reflejaba el alma de una mujer ´rebelde porque el mundo es injusto´”.


Ahora que la poeta ha muerto, me imagino a Blanca Varela a comienzos de la tercera década del siglo XX, enfrentada a una Lima patriarcalista atada de pies y manos, destellando con sus estereotipos y desencantos los retrocesos que las mujeres de hoy desconocen. Por supuesto que eran otros tiempos (si es que no me equivoco). Cuánto le habrá alegrado a Varela salir de allí y más aún, haber llegado a París y entablar amistad con Simone de Beauvoir, adonde arribó en 1949 y, donde además, conocería a muchos artistas y literatos de la época gracias a los contactos del mexicano Octavio Paz, quien fue una persona determinante en su trabajo de poeta.


“Blanca Varela es una poeta que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto. Con el instinto del verdadero poeta, sabe callarse a tiempo”, dijo de ella Paz a raíz de la publicación en 1959 de su primer libro “Ese puerto existe” . Varela, si las comparaciones caben, es el par femenino de Paul Celan opina el crítico peruano Marco Martos (1).


Luego seguirían otras publicaciones como "Luz de día" (1963) y "Valses y otras confesiones“ (1971); "Canto villano" (1978) y. "Como Dios en la nada" (antología de su obra escrita entre 1949 y 1998). La escritora recibió importantes premios como el Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2001), el Federico García Lorca (2006) y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007). Su trabajo ha sido traducido a los idiomas alemán, francés, inglés, italiano, portugués y ruso.


A continuación apunto dos poemas de la desaparecida poeta peruana:


toca toca
todavía tus dedos se mueven bien
el dedo de la nieve y el de la miel
hacen lo suyo


nada suena mejor que el silencio
nuestro desvelo es nuestro bosque


aguza el oído como una hoz


a trillar lo invisible se ha dicho


para eso estamos
para morir
sobre la mesa silenciosa
que suena


En: El falso teclado, 2000.
Tomado de: Blanca Varela, Donde todo termina abre las alas, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2001.


EL AMOR ES COMO LA MÚSICA



IX



El amor es como la música,
me devuelve con las manos vacías,
con el tiempo que se enciende de golpe
fuera del paraíso.
Conozco una isla,
mis recuerdos,
y una música futura,
la promesa.

Y voy hacia la muerte que no existe,
que se llama horizonte en mi pecho.
Siempre la eternidad a destiempo.



(1) Blanca Varela y sus contemporáneos. Marco Martos Carrera. 2008.

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