miércoles, 16 de julio de 2008

DE LADY CHATTERLEY DE LAWRENCE A STENDHAL Y EL AMOR

Portada del libro de David Herbert Lawrence "El amante de Lady Chatterley" que produjo un escándalo en Inglaterra a finales de la década del 20 del siglo pasado.

El amor –llamado por muchos el error maravilloso- puede hacer posible la peor (o la mejor) de las locuras que uno se pueda imaginar. Pobre el que no ama o que no sabe amar. Pobre el que teme ser amado y peor, pobre, el que teme ser arrastrado por la vorágine del amor. Ese pobre diablo o pobre diabla no sabrá nunca lo que significa sentarse delante del balcón o sobre la arena de la playa y contemplar una caída de sol palpando las heridas – como una cornada dirían los toreros- con los dedos del alma que nos deja bajo el tiempo la carne abierta eso que todos llaman: amor.


Anoche estuve viendo la película (en el segundo canal alemán ZDF) "Lady Chatterley" basada en la obra de David Herbert Lawrence „El amante de Lady Chatterley“ (he visto otras versiónes y no sé cómo se llaman sus directores) donde el romántico epílogo, en boca de la inocente Constance, arrastrada por el amor y las fuerzas del deseo, es una declaración de amor eterno, en los minutos finales, a Oliver, su amante. En ese colofón cinematográfico hablan del amor y de sus anhelos futuros. La obra se podría resumir como una oda al erotismo, al estrangulamiento de las barreras morales. Dicho sea de paso se debe dejar en claro que la publicación de "El amante de Lady Chatterles"paralizó la sangre a miles en Inglaterra y fue tildada de escandalosa.

Constance Chatterley, el personaje principal que se mueve en un mundo de personaje solitarios -su esposo, el guardabosques, incluso la Lady- quiso ser sencillamente, ella misma. Ese es su pecado. Lawrence, con el libro, dio un martillazo sonoro sobre la mesa de los exégetas de las normas morales de entonces.


El final de la película, por supuesto, no es Casablanca, con un Rick Bleine (Humphrey Bogart) e Ilsa Lund (Ingrid Bergman), diciendose que „siempre nos quedará Paris“; ni „Lo que el viento se llevó“, esa espinosa historia de amor entre Scarlett O`Hara (Vivien Leigh) y Rhett Butler (Clark Gable) taponada de orgullo, honor y sucesos históricos. Lady Chatterley es una sarta de circunstancias que reluce el amor que la burguesa Constance emana hacia el campesino Oliver, es un amor tan pueril, tan angelical, arrastrado por el erotismo que hizo jalarse los pelos a los puritanos, no porque entre los personajes de la novela haya existido el impulso ciego de los cuerpos, sino porque una mujer de clase social alta le haya sido infiel a sus esposo y encima con un guardabosques.


Lawrence tuvo que publicar el libro en 1928 en Florencia y qué pena que no fue testigo, una vez que cayó la prohibición de su obra en Inglaterra en 1960, del récord de ventas que este provocó. Una anécdota única en la historia de la literatura universal que sólo la magia del amor y el erotismo pudo realizar.


El amor, esa piedrecita en el zapato o en el corazón, abunda –gracias a Dios- en la literatura.


El caballero de la triste figura, el hidalgo don Quijote de la Mancha soñaba apaciblemente con Dulcinea del Toboso, demostrando que el amor platónico es profundamente hermoso mire por donde se le mire; en cambio, William Schakespeare fue más allá y mató a Romeo y Julieta, demostrando con ello que la gillotina del amor es una irreversible necesidad de los seres humanos; Neruda lloraba a través de sus versos y escribió, a las estrellas lejanas pensando en el amor ido. Su famoso poema XX lo dice todo: „Puedo escribir los versos más tristes esta noche“.Stendhal en „Del amor“, fue más matemático, tomó un papel y proclamó al amor en un teorema personal dividido en cuatro tipos, según lo recuerda Juan Antonio Rivera en su delicioso libro „Lo que Sócrates diría a Woody Allen: 1.- El amor-placer. 2.- El amor físico. 3.- El amor – vanidad. 4.- El amor pasión.


Lo más hermoso del amor, dicen muchos, son los momentos iniciales. Los instantes en que fluye a borbotones la catarata de la curiosidad y se desplayan a través de nuestro organismo una riada de componentes químicos que hace multiplicar los latidos del corazón (y otras cosas) en nuestro cuepo y el cerebro experimenta cambios trascendentales.


Suena muy científico aquello, ¿eh?


No seamos escépticos y tratemos bien al amor, y si me quieres amar tienes que comer como yo, ajos, es el título de un libro, que no sólo habla del amor sino de las conductas entre parejas. El titulo original en alemán es „Wenn du mich wirklich liebtest, würdest du gern Knoblauch essen“ de Paul Watzlawick.


El brasileño Jorge Amado en „Doña flor y sus dos maridos“ nos regaló la gracia del amor más allá de la muerte. Donde el amor muerto vuelve del más allá y toma posesión de su antiguo reino acostándose en la cama que ella ahora comparte con su nuevo amor. La novela es una lucha entre la materia y el espíritu, increiblemente graciosa y dialéctica de principio a fin.


Para terminar el tema del amor, a propósio de la película Lady Chatterley les dejo con un poemita de amor:


La caricia perdida


Alfonsina Storni


Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

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