lunes, 15 de mayo de 2017

EL POETA MEXICANO ALFONSO REYES EN MIS RECUERDOS

Alfonso Reyes nació en Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1889



Fotos y gráfico: literatambo (1)

 EL PODERÍO POÉTICO DE ALFONSO REYES

No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.

Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
(...)
Alfonso Reyes
de Sol de Monterrey
¡Qué belleza de poema!. No hay que cerrar los ojos para imaginarse a ese niño caminado en su universo de papel y juegos, quien, fuera a donde fuera, el sol le seguía. El sol de Monterrey. Ese sol mexicano que vi por primera vez llegando en barco a Tampico, en Tamaulipas.

Desde el mar, el sol de México se ve de película, ese sol que los aztecas estudiaron en sus calendarios y los conquistadores se quedaron estupefactos al descubrir que conocían hasta el movimiento de los satélites. Cuando pisé tierra mexicana la besé (a México, digo) en la boca de una mujer, que a pesar de ser marinero no tuvo miedo de que una semana después desapareciera para siempre de su vida.
Pero a mí y a ella nos quedaron los poemas de Alfonso Reyes, esos que quizá siga ella releyendo, y que yo repito en la radio alemana cuando pienso en el sol azteca:
La vecindad del mar queda abolida:
Basta saber que nos guardan las espaldas,
Que hay una ventana inmensa y verde
Por donde echarse a nado.
(...)
Alfonso Reyes
de Golfo de México Veracruz

Quien no haya pisado México no podrá entender la belleza del sol de ese país latinoamericano, heredera de los Mayas, Aztecas y tantos otros que han hecho de esas tierras, como lo dijera, o mejor dicho, lo preguntara un personaje del autor de Pedro Páramo, Juan Rulfo, en su cuento Luvina "Qué país es éste?".


Han bajado los indios tarahumaras,
que es señal de mal año
y de cosecha pobre en la montaña.
Desnudos y curtidos,
duros en la lustrosa piel manchada,
denegridos de viento y de sol, animan
las calles de Chihuahua,
lentos y recelosos,
con todos los resortes del miedo contraídos,
como panteras mansas.
(...)
Alfonso Reyes
de Yerbas del Tarahumara
A Alfonso Reyes me lo llevé guardadito en mi mochila de marinero hasta Lima, luego de cruzar el viejo Canal de Panamá. Leer a Alfonso Reyes en un barco me ha regalado los minutos más hermosos dentro de la rutina marinera (los minutos más misteriosos me la regaló Stefan Zweig). Yo que, más tarde, caería por Galicia, también a bordo de un barco, y descubriría, gracias a mi amigo Manuel Suárez Bello, a Rosalía Castro, con la que aprendí a llorar a esa tierra del Finisterre; pero en México, no sólo me con quistaron El Santo, el Chavo, Pedro Infante, Octavio Paz, Fuentes, sino que, además, Alfonso Reyes, quien hizo de mi peregrinaje por el mundo un habitante universal que descubrió que lo más hermoso de la vida es el amor.

Amapolita morada
del valle donde nací:
si no estás enamorada,
enamórate de mí.
(...)
Alfonso Reyes
de Glosa de mi tierra

Alfonso Reyes nació en Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1889 y murió en la Ciudad de México el 27 de diciembre de 1959. Fue poeta, ensayista, narrador, pensador y diplomático. Alfonso Reyes Ochoa fue el noveno de doce hermanos. Al concluir la carrera de derecho, se fue a Europa, profundamente afectado por el asesinato de su padre, en la etapa de la Revolución mexicana que costó el fin del gobierno democrático encabezado por Francisco Madero.

La ingente obra de Alfonso Reyes ha sido publicada en los 27 volúmenes de sus Obras completas, cuya edición estuvo a su cargo hasta su muerte. Según los críticos, la literatura de  Alfonso Reyes Ochoa  está catalogada como clásica y formalista. Sus escritos nos remiten al modelo apolíneo de Friedrich Nietzsche. Los temas que abordaba están referidos a la cultura clásica griega. Jorge Luis Borges consideraba a Alfonso Reyes como "el mejor prosista del idioma español del siglo XX". Yo la considero, mi poeta acompañante de barco, de crucero mercante cruzando el Atlántico desde Kotka, Finlandia, rumbo al Caribe, buscando en el radar el Yucatán, hasta vestirme de grumete y de emoción, cuando leo sus poemas hasta que llegue la tormenta, léase: la muerte.

EL SOL DE MONTERREY

No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.

Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

(...) Alfoso Reyes


(1) las fotos de arriba, todas las fotos del presente post: literatambo

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