miércoles, 1 de diciembre de 2010

LA NADA COTIDIANA DE LA PELÍCULA SOMEWHERE

Arriba, imagen de flores tomada en el puerto turco de Bodrun. Verano de 2010. Foto: literatambo.

Señor
Recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de
Marylin Monroe
(...)
La hallaron muerta con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
(...)
Señor
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie)
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de Los Àngeles)
contesta Tú el teléfono!

Oración a Marylin Monroe
Ernesto Cardenal


Debe ser muy difícil querer pretender ser más que una copia de papá, y después de tanta aventura llegar a ser, al final, una mala fotocopia de tu padre. Pero esto sucede en todos los ámbitos de la vida: los deportistas quieren emular a sus progenitores, los cantantes quieren superar a sus padres cantantes, los hijos quieren ser buenos escritores como sus papitos, los políticos quieren ser mejores políticos que sus padres, en este caso, Sofia Coppola no lo tiene nada fácil porque la sombra de su padre es difícil de superar. Pero así se aprende. No hay que desistir. Ella tiene todos los atributos, aunque me quedo con la duda tras ver Somewhere, otra película que me deja despistado y más que todo desorientado: si esto es lo que quería decir o no, o si es mejor copiar la realidad del mundo que ella nos quería contar, porque la ficción en estos casos queda enana.

Somewehere es una película que no me dice mucho, a pesar de su cámara quieta, de su fotografía, de su serie de símbolos (esa la de la momia donde el personaje se enfrenta a su propia condición de la nada atrapada su cara en un yeso), no me llega al fondo del gusto, a ese fondo que se convierte en el objetivo al que sueña llegar todo director, porque –a fin de cuentas- es el espectador, quien paga y juzga su trabajo. Claro, eso sí, dejando de lado la retahila de intereses que se mezclan en el mercado, el cargamontón de los imprescindibles buenos contactos obligatorios en los circos de la cinematografía y la buena prensa que pretende ver lo que no vemos.

Lost in translation fue una película regular, que tenía como personajes a una metáfora de la soledad de a dos que podríamos abreviar como dos gusanos en un plato de tallarines. Si Lost in traslation de Sofia Coppola era regular, Somewhere es su lado b, su mala fotocopia (un mal plagio).

Un Ferrari, un actor famoso (quien no me interesa en absoluto), una hija que sale como un flotador salvavidas removiendo la soledad del susodicho actor encarcelado en su mundo que nunca dice nada (¿tan estúpidos son los actores que no saben pensar? ¿No se preguntan si en Bagdad cae la lluvia o si los osos polares acaban de quedarse sin playa? ). Otra vez sale en una película la imagen del niño que rescata al adulto cuando el adulto cree que él es el que rescata al niño. Seguro que Sofia Coppola conoce ese mundo de primera mano, ella conoce muy bien el mundo que nos cuenta, pero nos lo ha contado con resultado soso. Seguro que la realidad es más rica que la fantasía. Somewhere es una película escasa de grandilocuencia. Seguramente que si Sofia Coppola lo hubiera hecho tal como lo vieron sus ojos cuando era pequeña el producto sería otro.

La verdad que la película puede rozar el aburrimiento, no por su lentitud que es una de las cosas más resaltantes del trabajo de Coppola, sino por ese batibarullo de la vida de un actor con excesos de fama afincado, en este caso, en un hotel. La nada cotidiana contada sin brillo. Aunque no hay que pecar de criticón porque la directora cuenta de lo que conoce, lo que sabe, lo que ha vivido, pero que lo cuente bien, y que para la próxima no nos atiborre con símbolos que más que un buen efecto nos agovia y nos deja con la duda, aunque debo confesarlo, Sofia Coppola ha tratado de hacerlo: para la próxima será.

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