lunes, 28 de junio de 2010

EL FÚTBOL ES UN JUEGO DE 11 CONTRA 11 DONDE SIEMPRE GANA MÜLLER

Arriba, portada del libro de Eduardo Galeano "El fútbol a sol y sombra". Editorial Siglo XXI. Abajo fotos de fanes de fútbol en el estadio Santiago Bernabeu en Madrid, y en el Inca Garcilazo de la ciudad del Cusco. Fotos de abajo: literatambo.


„Todo lo que he aprendido en la vida sobre ética y el deber del hombre se lo debo al fútbol“

Albert Camus




„Como todos los uruguayos, quise ser jugador de fútbol. Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero solo de noche, mientras dormía...“

Eduardo Galeano



Por Jose Carlos Contreras

Qué pena que el maestro y premio Nobel de Literatura José Saramago no vaya a ver el partido Portugal - España este martes. No sé si a Saramago le gustaba el fútbol, pero el día en que sus restos mortales fueron despedidos, Lisboa lucía llena de banderas portuguesas. Lo cuenta el escritor y periodista Juan Cruz, quien le preguntó al taxista que le hacía una carrera, el por qué del embanderamiento y éste le contestó: fútbol. A mí no me gusta el fútbol. Bueno, sólo a medias, a decir verdad, a cuartas. Pero siempre me ha fascinado su dimensión global, vital, integradora y la atracción -y a veces la higiene terapéutica- que produce este deporte entre la gente, y, sobre todo, las increíbles historias que se cuecen en torno a él, dignas de Bolaño o Nabokob.

De todas esas historias me acuerdo la de Jürgen Sparwasser, el hombre que metió el gol del triunfo de la Alemania Democrática contra la Alemania Federal en el Mundial de 1974, y tiempo despúes, ese mismo héroe de la ex DDR, se fugó de aquel muro que antes dividía la tierra de Bertolt Brecht en dos tajadas; o aquella otra historia digna del album de la estupidez: cuando dos naciones centroamericanas, Honduras y El Salvador, se enfrascaron en una guerra después de un partido entre sus respectivas selecciones en las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de México 1970. A Albert Camus le encantaba el fútbol, hasta fue portero en el Racing Universitario de Argel y, Günter Grass, en un sabroso relato perteneciente a su libro "Mi siglo", escribe sobre la final de la Copa del Mundo de Berna en 1954 cuando Fritz Walter, el rey de Betzenberg, hizo campeona a Alemania, hecho que fue bautizado como el „milagro de Berna“.


Hay tantas historias y tantas anécdotas que ahora revolotean mi cabeza, las que a la vez me recuerdan que debo de terminar esta página ahora, sin dejar de mencionar que en latinoamérica no hay otros mejores que el argentino Roberto Fontanarrosa o el uruguayo Eduardo Galeano que escribieron o escriben sobre el deporte de los chimpunes (1). Asi que, como decía, el fútbol me gusta „a cuartas“, pero cuando he tenido la oportunidad de ir a un partido para romper la rutina y mezclarme entre las masas me he comprado mi jarra de cerveza, mi salchica y disfrutado de ese espectáculo en el estadio Garcilazo de la Vega de Cusco, o el Santiago Bernabeu, de Madrid, o el Wilparkstadion de Karlsruhe. Como verán, entre las salchichas alemanas y la paella española, prefiero las salchichas, ( a pesar que siempre recuerdo ese gesto hermoso de una familia malagueña, que me ofreció en el descanso de un partido entre Villarreal y el Málaga, una bocata) y eso es lo que hice ayer porque el buen tiempo arremetía los pulmones en Karlsruhe, la ciudad más caliente de Alemania (por eso es que vivo aquí) y nos fuimos a ver con otros amigos el choque histórico entre la Mannschaft (2) e Inglaterra en el Schlachthof.

Schlachthof significa matadero, lugar donde se beneficia a los animales, y que en estos días de fútbol es utilizado como escenario para el Public Viewing WM 2010 (emisiones de los partidos de Suráfrica ); decía que mientras estaba en este perímetro y oía la algarabía de las masas, me venían a la memoria las fotos de los estadios de fútbol que he visto de los espacios acondionados en Suráfrica para este mundial y que me jalan las orejas remarcando que el apartheid es un mal recuerdo que todavía golpea mi estómago, entonces observaba en mi memoria la foto del estadio de Ciudad del Cabo, a cuya izquierda se levanta Robben Island, la isla en donde fueron confinados miles de presos políticos durante el periodo de apartheid.


Me gusta poco mezclar fútbol con política, pero se dice que en esa cárcel habían dos libros de la biblioteca que los presos leían con insistencia: Das Kapital „El capital“ de Karl Marx y Soccer Refereeing „El arbitraje de fútbol“ de Dennis Howell (3). Pero a lo que iba, es que pocas veces resisto ver un partido completo por la tele, el fútbol muchas veces puede volverse un espectáculo tan aburrido como una tarde sin leer al Quijote, pero ayer domingo cuando vi trotar a esos jóvenes alemanes en la cancha frente a los ingleses, me pasó lo que le pasaría muchas veces a Albert Camus: te fascinas y el fútbol se puede convertir en arte, arte corporal y sobre todo en arte que enseña los valores del esfuerzo mancomunado y el sentimiento de pertenencia a un grupo, del querer ganar (y el saber perder) contra todo pronóstico sabiendo que el fútbol es un juego y punto. Alemania jugó con una destreza e inteligencia que me ha alegrado la tarde.


Mientras veía la tele del Schlachthof mi hijo dormía en mis brazos, y se sobresaltaba cada vez que la Mannschaft hacía goles porque retumbaban los gritos y sonidos de algarabía de la gente; para al cuarto gol ya estaba despierto y correteando detrás de una pelota con otros niños, mientras la gente celebraba, y yo me reía entre dientes (que me perdonen mis amigos ingleses) por esa justicia histórica de un gol que arrebató la copa a Alemania en 1966. Con gol fantasma o sin gol fantasma veía a mi hijo jugar con los niños a la pelota entre gritos, saltos y vuvuzelas, y recordaba que los chicos que juegan en el equipo alemán son jugadores jóvenes: Özil (21 años), Boateng (22), Khedira (23), Gómez (24), Marin (21), Badstuber (21), el arquero Neuer (24) y sobre todo ese potrillo veloz de apellido Müller de 20 años: los culpables que el fútbol haya levantado nuevamente mi curiosidad.


Ya saben que el fútbol me gusta „a cuartas“, y que muchas veces, cuando me decido a verlo, me aburro, me duermo pensando en el último verso de García Lorca que leí, pero este sábado, cuando las trompetas de Jericó marquen las cuatro en punto de la tarde, hora de Europa, no me perderé el Alemania –Argentina. Estaré plantado frente a la caja boba, con mi jarra de cerveza, mi salchicha alemana y mi hijo durmiendo en mis brazos. Que Dios reparta suerte.



(1) peruanismo que significa zapatos deportivos.


(2) Mannschaft significa equipo, en lo deportivo, grupo de personas que trabajan para un fin.

(3) leer More Than Just a game (M´s que un juego) de Chuck Korr y Marvin Close.

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