martes, 6 de octubre de 2009

SOBRE EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2009

Librería en Alemania. Foto: Literatambo.

Si las pitonisas de Galicia y las adivinadoras del norte de Suecia no me han engañado (en esta lista cabrían también las brujas de Cahuachi) este 2009, el apetitoso Premio Nobel de Literatura no lo va a ganar el escritor que algunos han estado anhelando. Ojo, que me refiero a la literatura escrita en lengua castellana. No lo ganará - lo leí, como un barrunto, en un artículo firmado por el autor argentino Tomás Eloy Martinez y publicado en el diario mexicano El Excelsior - porque nuestro escritor incognita, forma parte de esa fauna de escritores que defienden intereses mezquinos y se ha convertido en destructor de los intereses públicos. Para entrar a la historia no solo basta escribir "un poco" bien. A la historia más próxima pasarán retazos de sus escritos, pero ninguno de sus libros sobrevivirá a la barrera de los siglos, como el "Quijote" o el "Fausto", porque sencillamente no llega a tanto (a pesar de que le sigue una retahila de lectores admiradores, en los que apenas suelo ponerme al final de la fila) debido que, al paso del tiempo, su literatura se está desinflando. Además, sus libros no tienen ni un acicate de pertenecer a la alcurnia de los "libros que nunca acaban de decir todo lo que tienen que decir" (1).

Eloy Martínez contaba la sabrosa anécdota que le tocó vivir a Mario Muchnik, el editor en castellano de Elias Canetti. Un día de octubre de 1981, en los albores de la unción con el Premio Nobel al autor de "Masa y poder" (2) , Muchinck le salió al paso a Elias Canetti, y este -respetuoso con su editor venido de tan lejos- conversó un momento con él. En esa conversación salieron tantas cosas como esta: Canetti dijo que a Jorge Luis Borges él no le daría el Premio Nobel porque sencillamente su escritura era trivial, y, como tú ya lo sabes hipócrita lector, por dejarse condecorar por los demontres de América. Valgan verdades, pero don Elías Canetti no se mordía la lengua. Y de paso le echó tierrita a la obra borgiana diciendo, repito, que su literatura era trivial. Con esa aseveración muy a lo Canetti, tocó el orgullo de la inmensa masa de borgianos, entre los cuales me cuento. Supongo que en el idioma alemán obras como el "Aleph" o "Ficciones" saben raras (nunca las he leído en el idioma de Heinrich Heine), pero Elías Canetti dominaba la lengua de Borges. "Mamamía" qué revelación.

Luego de ese vaticinio literario sobre la obra de Borges y el Nobel, me pregunto: ¿qué largos tentáculos tendría Canetti en la Academia sueca?. Buenos tentáculos poseía para escribir, de eso no hay dudas, ya que este autor que prefirió hacerlo en lengua alemana, a pesar de dominar otros idiomas, dejó para la posteridad una obra cabal y extraordinaria. Sobre todo cabal, porque el escritor debe ser -aparte de bueno- el quijote defensor de los ideales humanos más excelsos y responsable supremo de su tiempo. Si su literatura no refleja aquello, por más impactante que sea - para la algarabía de los millones de lectores borregos - no basta con ser un superventas o un buen relacionista público, sino, es imprescindible, reitero, ser capaz de entender que el valor supremo es la justicia y la defensa de los valores humanos, el resto es mercado.
Pero volvamos otra vez al susodicho barrunto: si ustedes se ponen a leer el artículo del escritor argentino publicado en el mencionado diario mexicano (3) nos daremos cuenta que el autor que todos los años sueña con pasar a la posteridad en el campo de la literatuta nunca lo ganará. Lo siento por él, a sabiendas que su literatura -y muchos de sus textos publicados en la prensa- son una simplonería que cae como un guante al refrán: "hazte de fama y échate a la cama".

Así que amigas y amigos, estimado hipócrita lector, pierdan cuidado, no se decepcionen con el nombre del futuro Premio Nobel de Literatura: en el frasco de sorpresas están los apellidos de siempre, pero ya le veremos la cara que pondrá nuestro escritor incógnito, porque nada más que él lo sabe que mirarse al espejo y observar su "frankensteinización" le provoca un vértigo de los mil demonios.

(1) Mario Muchnik. Sobre Elías Canetti. Lo peor no son los autores. Autobiografía editorial. 1966 - 1997. Página 80 hasta el 98.


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