jueves, 15 de mayo de 2008

GESCHICHTEN FÜR KINDER Y LOS CUENTOS DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN



Arriba, la portada del libro „Historia para niños“ de Elisabeth Schwan. Editorial Der KinderbuchVerlag BELTZ Elizabeth Shaw.


A la izquierda, la portada del libro que compré en un chiringuito de libros entre la Lonja y la Plaza de la reina, en Valencia, „ Los cuentos de Andersen“. Recopilación de Juliete Frølich. Editorial Crítica. www.ed-critica.es




Hoy he estado releyendo algunos cuentos que hace muchos años me encantaron un mogollón. Eran tiempos de mi „chiquititud“ en Lima, y, no sé como llegaron a mis manos, porque en casa, abundaban las obras de escritores nacionales como Ricardo Palma y sus „Tradiciones Peruanas“ o „El mundo es ancho y ajeno“ de Ciro Alegría y otros libros de bolsillo y colecciones populares. Hablo de los cuentos del danés que vivió en el siglo XIX Hans Christian Andersen y del libro que compré en la cautivadora ciudad de Valencia y cuya recopilación pertenece a Juliette Frølich.


Es una delicia volver a descubrir a Andersen, y releer cuentos como „El patito feo“, „El traje nuevo del emperador“ y „La aguja de zurcir“.


„Érase una vez una aguja de zurcir tan orgullosa de sí misma que se tenía por una aguja de coser“ (1)


Pero hoy día he descubierto el cuento „La pincesa y el guisante“ (2). Nunca la había leído y trata de la historia de un príncipe que busca alocadamente a una verdadera princesa para casarse. Una noche, su madre hace dormir a una chica que buscaba aposento en casa del príncipe y se hace pasar por princesa. Entonces la mamá le acomoda una cama de veinte colchones y veinte edredones de pluma, y, debajo de ellos coloca un guisante. La princesa amanece con dolores en la espalda, hecho que confirma a la madre que la joven sí es una verdadera princesa.


Todos los cuentos de Andersen tienen una moraleja, pero normalmente me ciño a las leyes de respetar el punto de vista del lector. Buscar una moral a un cuento es subjetivo. A veces vanal. Pero en „La princesa y el guisante“ aparece la autoridad de la madre de forma superlativa. Bueno, en muchas partes del planeta esas costumbres no han cambiado. En otras sociedades, donde los jóvenes a veces quieren desterrar su soledad buscando alocadamente una pareja no deben de aceptar que nuestros miedos o nuestras costumbres societales y la familia ponga una guisante en nuestras vidas. El amor puede estar detrás e la puerta de la casa.


Lo más interesante de todo, es que, al llegar de España descubrí los libros que los abuelos de Arthur le han regalado tras su visita en la casa de Karlsruhe (por si acaso, Arthur todavía no sabe hablar ni leer, pero le leemos). Entre ellos, uno fenomenal: „Geschichten für Kinder“, de Elizabeth Shaw. Una recopilación de cuentos famosos contados en otro estilo. Por ejemplo „Der Kleine Angshase“ es uno de los más tiernos.


Es war einmal ein kleiner Angsthase. Der wohnte bei seiner lieben Oma, die leider auch sehr ängstlich war“„Érase una vez una pequeña liebre miedosa. Viviía con su abuela, que lamentablementetemabién era muy miedosa(3)


Así empieza la historia y, acaba con una liebre que se convierte en un héroe que salva a la liebrecita más pequeña del pueblo de las fauces de un zorro. El bien triunfa sobre el mal. Y el mal, muchas veces, es el miedo que llevamos dentro, y, que heredamos de nuestro entorno.


(1) „La aguja de zurcir“ de „Los cuentos de Andersen“. Recopilación: Juliette Frølich. Editorial Crítica. Página 195

(2) „La princesa y el guisante“ Ibid. Páginas 25 y 26.

(3) „Der kleine Angsthase“. Del libro „Geschichten für Kinder“. Elisabeth Shaw. Der Kinderbuchverlag. Páginas 21 hasta 36.

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