Abajo, portada del libro Las benévolas.
Arriba, su autor, Jonathan Littell, que no tiene pelos en la lengua. Fuente fotográfica de la foto del escritor: www.elmundo.es
Por José Carlos Contreras Azaña
Suelo, si el bolsillo me lo permite, comprar los sábados el diario El País para leer la revista de arte y literatura, Babelia (1). Confieso que un tiempo dejé de comprarlo, más que todo, dolido por las palabras de uno de los escritores más geniales que haya leído, Roberto Bolaños, quien -en uno de sus libros- dio a entender las malas costumbres de esa revista española. Desde entonces, me apareció una alergia que se llamó Babelia.
Pero esta semana, gracias a las recomendaciones, en su blog, del escritor y periodista de El País, Juan Cruz (2), me levanté el sábado por la mañana con el síndrome Babelia, que desde el pasado 27 de octubre de 2007 cambió sus hechuras, y, espero que también esas cosas que criticaba el chileno Roberto Bolaño.
Después de dictar mis clases sabatinas, me enrumbé al único quiosco de prensa internacional del centro de este pueblo grande, Karlsruhe. Allí estaba Babelia, número 831, esperándome, con los brazos abiertos. Babelia me hace recordar mucho a la revista limeña de los ochenta: El Caballo Rojo, esa gran revista que dirigiera el poeta peruano Antonio Cisneros (3).
Allí está Babelia, tendida ahora de piernas al costado de mi cama.
Anoche, leí una entrevista a Jonathan Littell (4). Entrevista que me pone en ascuas de la extraordinaria personalidad del autor de Las Benévolas, una novela de casi mil páginas y que habla sobre la simbiosis: crimen y Estado, utilizando para ello las atrocidades del horror nazi.
Apunto a continuación algunas de las respuestas interesantes que Littell dio a las preguntas de Jesús Ruiz Mantilla en Barcelona, lugar adonde se ha ido a parapetar el escribidor:
La cultura no nos protege de nada. Los nazis son la prueba. Puedes sentir una admiración profunda por Beethoven o Mozart o leer el Fausto, de Goethe, y ser una mierda de ser humano. No hay conexión directa entre la cultura con C mayúscula y tus opciones políticas.
Esta afirmación me hace recurrir al libro Eichmann in Jerusalen Ein bericht von der Banalität des Bösen de Hannah Arendt (5),que me obsequió hace unos meses la doctora Maria Rabe, y que al leerlo me confirmó la existencia del Dr. Jekyll y el Mr Hyde de Stevenson que todos llevamos dentro. Ese crudo teorema de la descripción de personas que son buenos padres de familia, buenos vecinos, buenos amantes de la jardinería, de la literatura, de la música, pero que sin embargo, no les tiembla las manos para hacer llorar de dolor o gritar de muerte a otros. Detrás de la tortura se esconde siempre un hombre como tú y como yo. Un hombre con sus miedos y sus alegrías. A ese tema vuelve Jonathan Littell con Benévolas, que - según Babelia- es el libro del año.
A Little, eso del libro del año, no le importa, cuando dice que "me paso la vida en cosas que me vienen de este maldito libro, estoy harto (...) repetir esta entreista 30 ó 40 veces".
Mucho se cuenta de la actitud alérgica a los premios que denota Jonathan Little, quien no recogió el Premio Goncourt que había ganado con Benévolas: "hice todo por evitarlo pero, por desgracia, sí, me lo dieron. (...) No lo quería. (...) No creo que los premios tengan que ver con la literatura. Tienen más que ver con la publicidad y el marketing, pero no con la literatura. No me gusta eso".
"Cuando era niño, estaba obsesionado con Adolfo Hitler", así empieza Santiago Roncagliolo El Arte nazi, libro que adquirí durante mi última estancia en Lima. Lo adquirí, más por cooperar con la organización Sarita Cartonera (6), que es un hermoso proyecto para ayudar a otros con los fondos de la literatura, en este caso con El arte nazi, ayudamos a otros. Por eso lo compré. No soy nazi ni tampoco Santiago Roncagliolo, pero a mí pasó que cuando tenía apenas 10 ó 11 años fue la primera vez que escuché las palabras Mein Kampf Mi lucha, a través de un mozo que leía fascinado ese libro y me contaba algunas cosas. Aquel joven, gracias a Dios, reprobó los exámenes para ingresar al cuerpo castrense y más tarde, cuando cambió sus sueños de fusil por la sotana, se metió al convento para ser cura, pero más tarde lo echaron por embarazar a una vecina del lugar. Dicen que por las noches se escaba del convento y pernoctaba en el pueblo colindante. Más tarde se volvió amante de la música gótica y viajaba en un cadilac con otros amigos por la horrible ciudad de Lima que tanto amo. ¿Qué hará ahora?. Ni Littell lo sabe. Bonita historia digna de García Márquez.
Ya saben pues, a todo lo que nos ha arrastrado el hablar de Jonathan Littel: empezamos con Juan Cruz y hemos acabado con Santiago Roncagliolo. Hasta se metió García Márquez.
(4) Para leer la entrevista completa a Jonathan Littell haga click abajo:
(5) Eichmann in Jerusalem Ein Bericht von der Banalität des Bösen. Pipper Verlag, München 1964. 350 páginas.
UOOO ! QE HERMOSO ES QE RESCATES PARTE DE LA CULTURA DE LATINOAMERICA.. Y QE NO TE HAYAS IMPREGNADO COMPLETAMENTE DE LA ATMÓSFERA EUROPEA
ResponderEliminarLA RAJA!
io SOY DE CHILE
AH! Y TAMBIEN ESTOY HACIENDO UN TRABAJO DE INVESTIGACIÓN PARA EL RAMO DE COMUNICACION E IDENTIDAD SOBRE LOS INMIGRANTES PERUANOS EN CHILE. ES MUY INTERESANTE, ADEMÁS ASÍ PODRE ENTENDER LOS MOTIVOS QE LOS IMPULSAN A SALIR DE SU PAIS..
=)
EXCELENTE BLOG ADEMÁS.
ESTOY INVESTIGAND SOBRE EL ARTE NAZI.. Y ME VIENE COMO ANILLO AL DEDO
:D
GRACIAS LOCO
.
LIMONÁ. *U*