Arriba, "lobo estepario" caminando en la Selva Negra. Abajo "Über das Glück" de Hermann Hesse. Fotos más abajo, en la nieve de la Selva Negra: literatambo.
Der Mensch ist das einzige
Lebewesen, das sich selbst
beim Leben zuschauen kann"
Richard David Precht
Die Kunst, kein Egoist zu sein
página 127.
"Das einzige, was den Menschen
interessiert, ist der Mensch"
Blaise Pascal
"Cuál es la cosa más complicada del
mundo? Una pregunta difícil, pero
para la ciencia de la naturaleza la
respuesta está clara: el cerebro!"
Richard David Precht
La otra vez me preguntaba un alumno que por qué me gustaba Hermann Hesse, para hacerla chiquita le contesté que leyera esto:
por Jose Carlos Contreras
Cuando
llega el invierno en Europa, lo que hago es abrigarme bien y releer a
Hermann Hesse. Hesse sigue siendo para muchos, más que un escritor o un
poeta, un acompañante, un amigo, una luz espiritual. En Alemania me
he encontrado con gente que lee su literatura con devoción, sin embargo
cuando se le dio el Premio Nobel, Hesse era un gran desconocido en su
país.
„El
lobo estepario“ fue el primer libro que leí de Hesse. Tenía doce años
(Hesse lo escribió cuando cumplía los cincuenta), y seguro que en mis
años mozos de Lima vivía el síndrome de la adolescencia, porque de otra
manera no me explico como llegé a ese libro. Recuerdo haber leído
absorto sus páginas con aquel personaje angustiado por su propio yo:
Harry Halle, en la antigua Biblioteca Nacional de Lima, de la avenida Abancay.
Ahora
gozo leyendo al otro Hesse, el que podría emocionar a un lector local,
nacido entre la nieve del invierno y la canícula del norte. Para leer a
Hesse hay que leer con el corazón. Y sobre todo presentir su espacio, la
Selva Negra, majestuoso paisaje que lo vio nacer, cuyos bosques puedo
ver mientras escribo. Ahora gozo también leyendo a Hesse en su idioma,
que no es mi idioma materno, pero ha pasado a ser como si lo fuera. Es
un idioma fuerte pero hermoso cuando se lee a Hesse.
Ahora
que ha llegado el frío del invierno, decía, los libros de Hesse son un
buen refugio para olvidar el frío. Esta vez he vuelto al libro titulado
„Über das Glück“, una recopilación de relatos, prosa poética y poesía
que impregna a cada página ese amor a los campos y a los ríos. Hesse es
un amante de la naturaleza, un romántico y un sentimental que hacía
fluir por su piel las leyendas mitológicas de las selvas de su tierra.
Dicen que sus pasiones eran caminar, contemplar cuadros y leer libros.
Esta
vez, releyendo „Über das Glück“, me he encontrado con la prosa poética
titulada Winterglanz. Contemplar la nieve todavía impregnada en los
montes y los bosques cercanos de mi casa duplican la imagen que el
mencionado relato aborda.
El
relato describe que ha nevado cuatro noches y tres días sin pausa sobre
un pueblecillo que está abigarrado de la amposidad del agua congelada.
Las puertas de las casas y las entradas de los sótanos están ocultos
para los que no la han limpiado con puntualidad la nieve. Muchos
maldicen el frío y la nieve en el pueblo, sin embargo otros la
glorifican, como nuestro personaje del relato que es feliz con la nieve.
Él,
mientras vuelve al pueblo caminando sobre la nieve, describe la
maravillosa naturaleza que se presenta delante de sus ojos: „Der Himmel
stand rein und blau bis in unendliche Fernen offen...“ (1).
De
pronto ve caminar delante algo pequeño. Se trata de un niño que va
tarareando una melodia que él no logra reconocer pero que está seguro
que la ha escuchado en alguna parte. Al final dice que en un día como
ese se puede llegar a escuchar melodías y ver cosas que ya se ha
escuchado y visto con frecuencia, pero que sin embargo nunca se han
visto y nunca se han escuchado.
El
texto, que fue escrito en 1905, es maravilloso. Atrevidamente poético.
En todo eso he pensado mientras veía caer la tarde en Alemania y sentía
la llegada del invierno dispuesto a devolverme el calor de Hermann
Hesse.